EL MONOTEÍSMO
Se ha asegurado siempre que todos los pueblos civilizados y salvajes tienen un dios, lo que así dicho en bloque no parece cierto; también se ha considerado como la afirmación más genuina del monoteísmo la encerrada en los primeros versículos del Génesis.
Para algunos críticos lo que se advierte en el comienzo del Génesis no es el monoteísmo, sino el politeísmo. Esta cuestión de interpretación será muy difícil de resolver de una manera definitiva.
Para ello hay que tener un conocimiento inmediato de los textos en su lengua originaria; no se puede juzgar con autoridad por lecturas en traducciones.
El caballo de batalla de esta cuestión es el significado de la palabra Elohim. Los que comienzan a leer la Biblia en hebreo se encuentran con que en el Génesis, en el primer capítulo no se dice que Jehová, o Jhaveh, el dios de los judíos, hizo el mundo, sino que lo hizo Elohim.
Esta palabra, según los entendidos, es plural y se refiere en la misma Biblia a los dioses falsos y a los espíritus. Algunos suponen que Jhaveh, un Baal de los hebreos, uno de los dioses menores, va creciendo en importancia y acaba con el poder de los Elohim y quizá con su jefe El Elohim, y se convierte en el único y verdadero dios de los judíos, Jhaveh-Elohim.
Jhaveh da un golpe de Estado; es un Napoleón del Olimpo israelita.
Afirman algunos que la palabra Elohim viene de Eloah, temer, y que los Elohim podían ser los Temibles, los Horrores, las fuerzas que espantan.
Estos Elohim que crean el mundo parecen más bien fuerzas indiferentes.
No se les asigna ninguna cualidad especial.
El historiador Houston Steward Chamberlain dice, en su libro Los fundamentos del siglo XIX, que quizá se podría traducir más exactamente la palabra Elohim por los demonios.
Sería extraño y de una filosofía pesimista muy aguda el afirmar que los espíritus del mal han hecho el mundo.
En la Biblia, Dios al principio es sólo Elohim. Eva agradece el nacimiento de su hijo Seth a Elohim. Enoch y Noé tienen el culto de Elohim.
Después se nombra a Jhaveh-Elohim y luego sólo a Jhaveh. Jhaveh se comprende que es el dios rey de los monoteístas. Ahora estos Elohim grandes y chicos, que hasta se casan con las hijas de los hombres y producen semidioses y gigantes, no se sabe quiénes son.
Parece que está demostrado el politeísmo primitivo de los judíos. Los antiguos semitas eran politeístas. Caldea y Babilonia, países, si no íntegramente semíticos, semitizados, tenían un grande y maravilloso panteón de divinidades astrales, que lo propagaron por el mundo antiguo. La Trinidad presidía sus dioses, como entre los hindús. Fenicia era un vivero de pequeñas divinidades, que, además de su nombre ciudadano o comarcano, tenían el genérico de El, Baal, Melek o Adon.
En la creencia a favor o en contra del monoteísmo judaico influye el prejuicio. El librepensador presentará citas bíblicas en que parece que se afirma la pluralidad de dioses entre los israelitas; pero el creyente siempre encontrará una explicación mejor o peor, hasta el punto de que algunos católicos han llegado a asegurar que los Elohim son las personas de la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, lo cual ya es un poco cómico.
En la Historia del pueblo de Israel, dice Renán que al Sinaí se le llamaba La Montaña de los Elohim y que el Sinaí tenía su dios, que probablemente era el rayo.
Otros creen que el Sinaí era el monte de Sin, el dios luna de los asirios y de los árabes, primitivamente el dios de los caldeos de la ciudad sagrada de Ur.
Cuando se leen algunos libros sobre religiones comparadas, se llega a pensar si en todos los países hubo constante y paralelamente dos religiones al mismo tiempo: una popular y otra sabia.
La religión popular persistió y persiste al lado de la sabia y unas veces se incorpora a ella, al menos en parte, y otras queda relegada a la esfera de lo que se llama superstición.
El politeísmo tradicional helénico se ha estudiado y se ha comparado con las creencias de los griegos actuales, y se ha visto cómo los mitos antiguos persisten transformados y con otro disfraz. Así, por ejemplo, Demeter, la madre Da, diosa de la agricultura y de la tierra de los pelasgos, que reúne en su personalidad a Ceres y a Gea, se convierte modernamente en Santa Demetria o en San Demetrio, con méritos y atribuciones parecidos a la antigua deidad pelásgica.
Hay muchos santos cristianos cuyo nombre es un personaje del paganismo transformado y cuya existencia y su vida son completamente míticos.
Así, San Nicanor, Nican (el Sol), cuya fiesta se celebra el mismo día que entre los antiguos paganos; San Sotero, Soter (el Salvador y Baco), San Dionisio y San Demetrio, que son transformaciones de Dionysos (Baco) y del rey Demetrius. San Saturnino tiene su fiesta en agosto, en la época de las saturnales romanas, y San Saturnino es Saturno.
Hechos como éstos hay en abundancia, y demuestran cómo el paganismo se fue trasvasando en el cristianismo. Parece que ello ha sido una ley en todas las religiones, y las viejas han ido nutriendo a las nuevas.
Se puede sospechar que los antiguos griegos y romanos de la clase popular no creían íntegramente en la mitología complicada y alambicada que ha llegado hasta nosotros y que ésta fue una invención de escritores y poetas.
En la Biblia se habla en el comienzo de los Elohim y luego del Becerro de Oro, de los dioses falsos y de los Baales, sin duda restos del politeísmo antiguo de los semitas, que surgían en medio de la tendencia unitaria de los hebreos.
Algunos han supuesto si el Becerro de Oro de los israelitas, objeto de las iras judaicas de Moisés, tendría algo que ver con el famoso buey Apis de los egipcios; pero al buey Apis se le adoraba vivo y al Becerro de Oro no. Éste era un ídolo metálico, como los que se encontraban en la tierra de Canaán, donde el toro era símbolo y encarnación de los Baales.
Así como una parte de los mitos antiguos, despreciados y rechazados por la religión triunfante, cayeron en el foso de las brujerías, de la magia y de la superstición, otras ideas viejas, consideradas como aprovechables para los nuevos cultos, quedaron santificadas y reverenciadas.
Uno de los reformadores que quiso hacer tabla rasa de las creencias antiguas de su pueblo y someterlo a la más estrecha unidad fue Mahoma. Se creía antiguamente que el efecto estaba conseguido y que el Islam, monoteísta acérrimo, había desterrado para siempre los antiguos mitos de beduinos y de árabes. Después se ha visto que no hay tal y que muchos pueblos oficialmente mahometanos son de hecho politeístas.
José de Maistre suponía por puro doctrinarismo que en España, país católico, no había superstición. Se ve que la hay, y en gran escala. La superstición, el animismo y la magia perduran en todos los países. De ahí esos brotes de espiritismo seudocientífico que entusiasma a mucha gente de cultura rudimentaria.
Hay una gran cantidad de contradicciones en el campo de la historia religiosa.