PARA LA SOLEDAD DEL PUEBLO
Unos días antes de salir de Vitoria, al pasar por una librería de viejo, entró en la tienda, registró los estantes y compró varios tomos de clásicos con el texto en latín y en francés: Horacio, Lucrecio y Ovidio, y un manual práctico de botánica.
También compró un tomo de la España Sagrada, que trataba de Vasconia, y un volumen de versos de Gonzalo de Berceo.
Había oído decir que en la llanada de Álava se empleaban todavía palabras y giros del más antiguo poeta castellano.
Después preguntó a la librera si no tendría libros antiguos de religión, y ésta le sacó algunos y le compró uno, en pergamino, titulado Fuero de la conciencia, del padre fray Valentín de la Madre de Dios, con algunos capítulos escabrosos en latín, y los Desengaños místicos del padre Arbiol.
En éste, en la primera página, con una letra de mujer y una tinta amarilla, ya vieja, ponía:
Mañana se marcha.
Soy de amor la víctima.
¡Válgame Dios!
Y debajo una rosa dibujada.
¡Qué desengaño de amor se escondería en aquella frase!
Al día siguiente decidió ir a ver el pueblo adonde le destinaban.