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LOS PEREGRINOS

Somos los peregrinos, que volvemos de Santiago de Compostela. ¡Dadnos una caridad, por Dios, que bien la merecemos!

Cruzamos por estos breñales para no pasar por el Summus Pyrinceus y la Crucem Karoli, porque los vascones nos roban, nos amenazan con sus lanzas y hasta nos hacen servirles de burros.

Somos velches y germanos, francos y bretones, normandos y picardos. Unos vamos por fe; otros, por hambre; quién, por holgazanería; quién, por vivir una vida más intensa y más divertida de la que llevamos en las míseras aldeas, dominados y explotados por un señor o por un abad. Antes nos guiaba un ángel o una estrella; ahora nos guía la codicia y el afán de aventuras.

Vivimos entre grandes peligros: hambre, sed, cansancio, frío, nieves, tempestades, borrascas y alimañas.

Somos los peregrinos que volvemos de Santiago de Compostela. ¡Dadnos una caridad, por Dios, que bien la merecemos!

Llevamos una esclavina de muchas conchas, porque somos hombres de más conchas que un galápago, y una calabaza, no precisamente para el agua bendita. Tenemos una alforja, y un bastón, y un sombrero ancho, y vamos en grupo cantando canciones religiosas. Cuando encontramos un buen asilo en un convento, para la noche, lo pasamos bien; pero cuando no, sufrimos muchas miserias.

Somos los peregrinos que volvemos de Santiago de Compostela. ¡Dadnos una caridad, por Dios, que bien la merecemos!

Dum pater familias

rex universorum

donaret provincias

jus apostolorum

Jacobus Hispanias.

Lux, illustrat, morum.

JAUN.—¡Esperad, esperad! Yo voy también con vosotros.

ARBELÁIZ.—¿Adónde vas, Jaun?

JAUN.—Voy a buscar la verdad. ¡Adiós!