LA MUERTE
JAUN.—Ya está cada vez peor. Ya no ve. (Saliendo a la ventana.) ¡Urtzi! ¡Urtzi! ¡Dios! ¡Dios! Es igual. Sólo se oye el ruido del viento y de la lluvia en medio de la noche. ¡Qué pena! ¡Qué dolor! ¡Qué ciencia inútil! Todo lo que he estudiado no me ha servido para nada, ni para alargar un momento la vida de este niño. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Adónde acogerme? Nada y nadie. Éstas serán desde ahora mis palabras. ¡Oh, Urtzi! Era más feliz cuando creía en ti.
USOA.—Se muere el pobre como un pajarito.
JAUN.—¡Desdichados! ¡Locos! No hay por encima de nuestras vidas más que una Naturaleza fría y ciega, que no elige ni ve.
USOA.—Ha muerto ya.
JAUN. (Sollozando y estrechando nerviosamente la mano de su mujer.) Ve a descansar, Usoa.
USOA.—¿Y tú?
JAUN.—Yo no podría dormir.