EL NIÑO ENFERMO
Ha pasado un año. Bihotz, el hijo de la Pamposha y de Jaun, lleva muchos días enfermo. Jaun estudia su enfermedad en los libros que tiene: en Hipócrates, Galeno y Avicena; ha llamado a una hechicera que, según fama-, entiende de medicina; han pasado al niño por el tronco agujereado de un roble; han empleado todos los remedios de la magia y de la medicina, y Bihotz empeora. Esta noche el niño ha tomado tan mal aspecto que Jaun dice a su mujer Usoa:
JAUN.—Voy en busca de un médico a Francia.
USOA.—¿Ahora?
JAUN.—Sí.
(Jaun baja del cuarto a la cuadra. Se ha puesto el capusay y ha montado a caballo, y va en medio de la noche negra por una estrecha calzada a buscar la regata de Inzola. Chimista, el perro, le sigue. Está lloviendo. El caballo se hunde hasta el vientre en el camino, que se halla lleno de barro. Luego sube por una calzada pedregosa que va escalando el monte, con un ruido de campanas que hacen las herraduras al chocar y sacar chispas en los guijarros. En lo alto del puerto de Inzola el viento azota furiosamente, y muge como si, en la noche, hubiera algún terrible y gigantesco toro escondido en el barranco próximo. Por la mañana, Jaun vuelve con el médico francés. El niño sigue le mismo.)