MURMURACIONES
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¿Y ahora qué hace Jaun?
BASURDI.—Está completamente cambiado. Desde que ha venido el hijo de la Pamposha no es el mismo hombre. Ha dejado los libros, corre, juega por la huerta, parece también él un chiquillo. El otro día Bihotz rompió uno de los mapas de la biblioteca que más estimaba Jaun, y éste no se incomodó, se echó a reír.
LA ABUELA DE ZARRATEA.—Y la Pamposha de Balezta, ¿dónde está?
BASURDI.—Dicen que está en París, hecha una reina, que tiene un palacio, criados…, pero no puedo entretenerme más. ¡Adiós!
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¡Qué escándalo! Usoa es una tonta. Ese niño es hijo de Jaun.
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¿Tú crees?
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¡Claro que sí! Ese niño tiene aquí a su abuelo, al de Balezta, y, sin embargo, va a casa de Jaun.
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¡Es verdad! ¡Pobre Usoa! ¡Los hombres! ¡Qué bandidos!
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¡Y las mujeres! ¡Ahí tienes a la Pamposha! En París…, con palacios…, criados y con amantes…
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¿Tú crees que tendrá amantes?
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¡Seguramente! ¿Quién le va a mantener si no?
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¡Qué escándalo! No hay más que desengaños en la vida.
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Ya no se puede ser una mujer honrada.
LA ABUELA DE ZARRATEA.—Es verdad.
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¿Quieres que tomemos una thantha?
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¿No nos hará mal?
LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—No, no. Es muy bueno. ¡Con estas humedades!
LA ABUELA DE ZARRATEA.—¡Y con las penas y los desengaños que ha tenido una!