IV

EL NIÑO

Unas semanas después.

BASURDI.—¡Amo!

JAUN.—¿Qué pasa?

BASURDI.—Hay ahí una mujer francesa con un niño.

JAUN.—¿Y qué quiere?

BASURDI.—Quiere hablarte.

JAUN.—¿A mí?

BASURDI.—Sí.

JAUN.—Bueno; que pase.

(La mujer entra con un niño de cinco años, de la mano)

LA MUJER.—¿Eres tú Jaun de Alzate?

JAUN.—Sí; soy yo.

LA MUJER.—¿Te acuerdas de Pamposha, de la chica de Balezta?

JAUN.—Sí; ¡no me he de acordar!… ¿Qué le pasa?

LA MUJER.—La Pamposha vivía en Sara con su marido, pero el marido no la trataba bien y ella se ha escapado de casa. Dicen que ha ido a París a vivir con un marqués.

JAUN.—¡Qué fácil es para ésa la vida! ¿Sigue siendo tan guapa?

LA MUJER.—¡Guapísima! Antes de marcharse de Sara, la Pamposha estuvo en mi caserío y me dijo: «Si mi marido le trata bien a mi hijo, déjalo con él; pero si ves que le trata mal, cógelo y llévalo a la torre de Jaun de Alzate, en Vera, y dale a Jaun este papel.» He visto que al niño le trataba mal y te lo traigo. Ahí tienes el papel.

JAUN. (Leyendo.) «Jaun: Te envío a tu hijo. Acuérdate de la noche de Navidad, en Easo.—Pamposha.» ¿Y este niño? ¿Este niño es el hijo de Pamposha?

LA MUJER.—Sí.

JAUN.—¿Cómo se llama?

LA MUJER.—Bihotz.

JAUN.—¡Este niño es hijo mío! ¡Qué emoción me produce el saberlo! (A Basurdi.) ¡Basurdi! Llama a mi mujer.

EL NIÑO. (A Jaun.) ¡Cuánto libro hay aquí! ¿Tienen figuras?

JAUN.—Sí.

EL NIÑO.—Yo quiero verlas.

JAUN.—Ya te las enseñaré. ¡Mira! (Le da un libro.)

EL NIÑO.—Éste tiene pocas figuras. ¡Yo quiero otro!

JAUN.—Toma otro.

EL NIÑO.—Y ese animal que tienes colgando en el techo, ¿qué es? ¿Una lagartija grande?

JAUN.—Sí.

EL NIÑO.—Yo le quiero tocar.

JAUN.—Ya te subiré en brazos. ¿No tienes miedo de que te muerda?

EL NIÑO.—No; porque está muerto.

USOA. (Entrando.) ¿Qué pasa, Jaun? ¡Un niño! ¡Qué niño más bonito!

JAUN.—Sí, es verdaderamente bonito, pero es un poco tirano.

USOA.—Es precioso, es un encanto. ¿Cómo te llamas?

EL NIÑO.—Bihotz.

USOA.—¿Quieres que te siente en la falda?

EL NIÑO.—Sí.

JAUN.—Ya está haciéndose el amo. (A Usoa.) Pues ¿sabes de quién es este chico?

USOA.—¿De quién?

JAUN.—De la Pamposha de Balezta. La Pamposha se ha marchado a París. Le han dicho que yo soy un sabio y me dice en una carta que quisiera que le tuviéramos al niño unas semanas en casa y que le enseñara algo. (Aparte.) ¡Cómo miente uno cuando tiene interés en algo!

USOA.—Si a ti no te parece mal que se quede…

JAUN.—A mí, al contrario, me distraerá.

USOA.—Entonces, que se quede.

JAUN.—A esta mujer que ha venido de Sara trayendo el niño dadle de comer y lo que pida por su trabajo.