MAESTRO Y DISCIPULO
MACROSOPHOS.—Amigo Jaun, tomas los libros con demasiada voracidad. Hay que vivir: Primum vivere, deinde philosophari.
JAUN.—Eso está bien para ti, que buscas en los libros un medio de lucimiento; para mí, no.
MACROSOPHOS.—Pues tú ¿qué buscas?
JAUN.—Una utilidad espiritual, pero una utilidad; algo que resuelva el problema de mi vida.
MACROSOPHOS.—¿Por qué crees que buscar el lucimiento es peor que buscar la salud o la utilidad?
JAUN.—No creo que sea mejor ni peor, pero sí distinto. Cuando un hombre como tú, y otro como yo, se encuentran, no es fácil que estén de acuerdo. El uno quiere jugar con las ideas; el otro quiere vivir con ellas. Uno de los dos dirá: «Este egoísta busca la Ciencia para su tranquilidad y su paz»; el otro pensará: «Este histrión no piensa más que en lucirse.»
MACROSOPHOS.—¿Tú quieres la paz y la tranquilidad?
JAUN.—Sí.
MACROSOPHOS.—¿Eso buscas?
JAUN.—Sí, busco la verdad. Yo quisiera saber dónde está la verdad, para refugiarme a su sombra.
MACROSOPHOS.—¿No te bastan la religión y la Ciencia?
JAUN.—La religión no me basta, porque no creo en ella. La Ciencia, tampoco, porque no sé dónde está.
MACROSOPHOS.—En la Física, en la Lógica, en la Astrología, en la Alquimia…
JAUN.—Toda esa ciencia de palabras en latín, en griego o en hebreo es una ilusión; todas estas disquisiciones sobre ideas y cosas que no se sabe si tienen realidad, son fantasmagorías. ¡Quimeras! ¡Puras quimeras! ¡Vanas quimeras!
Hablar de la Trinidad y de la Gracia, del Verbo, del Pneuma, del Demiurgo, de planos astrales y de la piedra filosofal, y de las hipóstasis y de la metempsícosis… es fantasear sobre el vacío. No hay más que la Naturaleza.
MACROSOPHOS.—Ya aparece la influencia nefastísima del libro de Lucrecio.
JAUN.—He experimentado y he podido comprobar la vacuidad de esa pretendida ciencia.
MACROSOPHOS.—¿Por qué medios?
JAUN.—Por la experimentación.
MACROSOPHOS.—La experiencia es falaz, como dice Hipócrates. Tengo más confianza en la dialéctica, en el silogismo.
JAUN.—El silogismo es un armazón inútil. Que dos proposiciones universales de afirmación den una consecuencia particular afirmativa, es verdad; pero ¿qué me enseña esto? Todos los hombres son mortales, yo soy hombre, luego yo soy mortal. No necesito hacer semejante proposición; ya sé que soy mortal sin necesidad de silogismo.
MACROSOPHOS.—Eso es arruinar la Ciencia.
JAUN.—La Ciencia que no es ciencia. La ciencia de palabras.
MACROSOPHOS.—Duns-Escoto, llamado el Doctor Subtilis, ha hecho notables descubrimientos con el empleo del silogismo.
JAUN.—No lo creo.
MACROSOPHOS.—Las palabras pueden tener una importancia grande: Carmina de coelo possunt deducere lunam. Se hace con palabras caer la Luna en Tierra, ha dicho Virgilio.
JAUN.—Que lo diga Virgilio o que lo diga Basurdi, mi criado, para mí es igual.
MACROSOPHOS.—¡Qué blasfemia!
JAUN.—¿Qué efecto puede ejercer en la Naturaleza el colocar ciertas palabras o ciertas letras en un orden o en otro o el pronunciarlas? Ninguno. Las palabras para la Naturaleza no son más que ruido.
MACROSOPHOS.—Orígenes y San Clemente de Alejandría han demostrado de una manera palmaria que los nombres de Dios colocados de cierta manera pueden hacer milagros… naturalmente con la colaboración del demonio.
JAUN.—Mis experiencias me demuestran que nada de eso es verdad.
MACROSOPHOS.—¿Cómo has verificado las experiencias?
JAUN.—Conforme a las reglas.
MACROSOPHOS.—La experiencia no puede invalidar lo que han asegurado los maestros; Aristóteles, Plinio, los padres de la Iglesia, San Agustín, Orígenes, Santo Tomás, han creído que las palabras eran algo más que flatus voris.
JAUN.—Para mí no hay más que los hechos.
MACROSOPHOS.—¡Los hechos! ¿Qué importan los hechos?
JAUN.—Los hechos son todo. Fuera de los hechos no hay más que teorías e hipótesis que deben estar apoyadas en ellos. Cuando las hipótesis no pueden basarse en hechos no son nada más que fábulas; así, el arte notoria, la magia, la astrología, son fábulas.
MACROSOPHOS.—¿Y la autoridad de los maestros, el consensus omnium, no tiene valor?
JAUN.—Para mí, no. El Magister dixit no significa nada.
MACROSOPHOS.—¿Qué experiencias has realizado que te inclinan a creer en la inanidad de las prácticas de los maestros?
JAUN.—Muchas y de todas clases.
MACROSOPHOS.—Veámoslas…
JAUN.—Principalmente mis experiencias se han referido a la magia.
MACROSOPHOS.—¡Bien! ¡Veámoslas! Prima…, secunda…, tertia.
JAUN.—He visto, por ejemplo, que la Luna no tiene ninguna influencia en el crecimiento de las plantas; he visto que las abejas compradas trabajan lo mismo que las prestadas; he podido comprobar que la palabra Ananizapta no tiene acción alguna en las fiebres pestilenciales, y que no se curan las mordeduras de los perros, diciendo: Hax, pax, max, Deus adimax.
MACROSOPHOS.—Ésas son minucias que no tienen importancia.
JAUN.—Para la Ciencia no debe haber minucias.
MACROSOPHOS.—¿Qué más has comprobado como falso?
JAUN.—He comprobado que llevar al cuello, escrita en una vitela, la palabra Abracadabra, siguiendo las instrucciones de Serenus, antiguo médico y partidario de Basílides, el gnóstico alejandrino, en sus versos, que comienzan diciendo: «Inscribis chartae quod dicitur Abracadabra» formando un triángulo, no hace efecto ninguno.
MACROSOPHOS.—¿Ninguno?
JAUN.—Ninguno. Y tan inútil es poner la palabra Avigazirtor en un pergamino nuevo antes de salir el sol.
MACROSOPHOS.—Así que, según tú, las filacterias ¿no tienen acción?
JAUN.—No tienen acción. He tomado un trozo de pergamino rojo y he escrito: Omnis spiritus laudet Dominum. Receta infalible de la magia para conseguir lo que se quiera. Se la he dado a Basurdi, le he encargado luego que hiciera tres o cuatro cosas; no ha hecho ni una de ellas.
MACROSOPHOS.—Quizá Basurdi ha dicho alguna oración cristiana que ha invalidado el efecto mágico de la filacteria.
JAUN.—No sabe ninguna oración, ni cristiana ni no cristiana. Si no ha hecho nada de cuanto le he encargado ha sido por holgazanería natural, pura y sin mezcla de otra cosa.
MACROSOPHOS.—¿Qué más pruebas has verificado?
JAUN.—He metido en una redoma el corazón de una gallina negra, de un murciélago y de una rana: medio de hacerse invisible, según los mágicos; he hecho que lleven la redoma unos y otros en la mano derecha.
MACROSOPHOS.—¿Y nada?
JAUN.—Nada. Se les seguía viendo lo mismo. He cogido hierba en la noche de San Juan y he visto que se seca como todas las demás, y que no cura ninguna enfermedad. He probado si la aguja que sirve para coser la ropa de un muerto, puesta en una mesa, impide comer a las gentes que se sientan en ella, y no tiene la menor acción.
MACROSOPHOS.—¡Es extraño!
JAUN.—He comprobado que el pan cocido en la víspera de Navidad se seca lo mismo que el cocido en otro día, y que el llenar los viernes las barricas de sidra es igual que llenarlas el lunes o el sábado. He trasplantado el perejil hace más de un año, y no he muerto.
MACROSOPHOS.—No me choca. Ésa es una superstición popular.
JAUN.—He cortado la cabeza de un murciélago con una moneda de plata, la he puesto en un agujero, la he tenido durante tres meses, la he pedido dinero, y nada. Todo es mentira, y lo que no es mentira es un juego como vuestros silogismos y vuestra lógica. Únicamente es verdad la matemática.
MACROSOPHOS.—Eso quiere decir que no me necesitas.
JAUN.—Ésa es una consecuencia exacta que deduces sin necesidad de silogismo.
MACROSOPHOS.—Está bien. Me voy. Me encontraba cansado de vivir aquí.
JAUN.—Me alegro. Así los dos estaremos contentos.