AL DESPERTAR
Despiertan todos en una cueva del monte Larrun
TIMOTEUS.—Todo esto no ha sido más que arte diabólico.
JAUN.—Quizá más borrachera que otra cosa.
BASURDI.—¿No hemos ido por los aires?
TIMOTEUS.—No.
BASURDI.—¿No hemos pasado por encima de Roma?
TIMOTEUS.—No.
BASURDI.—Pues ¿qué hemos hecho?
TIMOTEUS.—Estarnos aquí sin movernos.
MACROSOPHOS.—La especie afirmada por el sacristán me deja estupefacto y dubitativo.
BASURDI.—El sacristán es un mentiroso.
TIMOTEUS.—No, no soy un mentiroso. Lo que sucede es que yo veo claro en las argucias del Enemigo Malo, y vosotros estáis seducidos por él.
BASURDI.—Yo hablo de lo que he visto.
JAUN.—¡A ver, pongámonos de acuerdo! Yo tengo la impresión de que hemos viajado, de que hemos pasado por encima del mar, que estaba blanco de espuma.
MACROSOPHOS.—¿Cómo, blanco de espuma? Discrepo de la opinión del preopinante. Yo lo he visto verde.
BASURDI.—Yo lo he visto azul.
Timoteus—A mí me pareció más bien negro.
JAUN.—Lo que era negro era el caserío de Roma.
MACROSOPHOS.—¡Protesto! Negro, no; rojo, del color de la piedra.
BASURDI.—A mí me ha parecido amarillo