VII

EL CONJURO

LA MADRE BRUJA. —Conjuro te, Sabella, quce faciem habes multiris et renes piscis, caput tennes in nube et pedes in mari, septem ventos bajulas, dcemonibus imperas

JAUN.—¡Ya estamos con el latín otra vez! ¿Es que no sabéis hacer los conjuros en vascuence?

CHIQUI.—¡Qué quieres! Los vascos son tan tradicionalistas, que a veces saben lo que han hecho sus padres, pero nunca lo que hicieron sus abuelos. Antes había grandes maestros de magia y de brujería en Biarritz, en Guethary y en Saínt-Pée, pero han olvidado su ciencia. Habrá que comprarles un Malleus maleficorum. ¿Le dejamos a la madre que concluya su conjuro?

JAUN.—Bueno, que lo concluya.

LA MADRE BRUJA.—Ya está hecho el conjuro. Ya vienen.

(Van apareciendo como sombras, en la pared, gnomos y diablillos, feos y ridículos, echando fuego por la boca, en forma de murciélagos, búhos, lechuzas, vampiros, larvas, dragones, ranas montadas en peces voladores, y van diciendo todos sus nombres.)

LOS DIABLILLOS

Vientre negruzco, Barriga triste,

Culo de pavo, Piel de león,

Ojo de gato, Cuerno de cabra,

Cresta de gallo, Pie de cabrón.

CHIQUI.—Éstos son diablillos vulgares y de poca respetabilidad.

LOS DIABLOS. (Importantes, con un aire melancólico de maestros de escuela hambrientos.)

Samiaxas, Leutias, Bucella,

Barnaza, Sabella,

Agios, Celin, Celes, Potas,

Ibris, Palamitis, Agiotas,

Authos, Anostro, Nostro, Bay,

Afren, Oscazo, Uba, Glay,

Actiova, Baleztaco, Caudebat,

Easas, Celsus, Saudebat,

Acaos, Asmodeo, Cedón,

Achas, Alex, Zabulón.

JAUN.—Todo eso me parece una estólida fantasmagoría. Yo veo únicamente sombras chinescas en las paredes.

CHIQUI.—Es que tú eres demasiado intelectual. (A los demás.) ¿No habéis visto vosotros a los diablos?

BASURDI.—Yo, sí.

MACROSOPHOS.—Yo, también.

CHIQUI.—¿Tú, Timoteus?

TIMOTEUS. (Saliendo de su estupor.) Ab hoste maligno, libéranos Domine. ¡Fuera! ¡Fuera, espíritus malignos! ¡Corramos! ¡Salgamos de aquí! Mil monstruos horribles pasan por el aire, y los vapores de la pez y del azufre no nos dejan respirar. ¡Corramos! ¡Satán nos acecha!

CHIQUI.—Estos cristianos son la cobardía hecha carne. Tienen un miedo al infierno verdaderamente ridículo. El sacristán no duda de lo que ve.

JAUN.—Dejadle marchar, si tiene tanto miedo.

CHIQUI.—¿Tú no lo tienes?

JAUN.—¿Yo? Ninguno. Esto me parece una farsa, más o menos divertida.

CHIQUI.—¡Una farsa! ¡La obra del demonio! (Por lo bajo.) Este Jaun es un hombre templado.