V

SORGUIÑ-ECHE

Jaun de Alzate ha dejado a las brujas de los contornos las ruinas de su molino de Errotazar, para que se reúnan allí. Errotazar está a orillas del Bidasoa, cerca de una regata.

El molino se llama ahora Sorguiñ-eche: casa de brujas.

Las ruinas de Errotazar tienen unas paredes grandes, negras, cubiertas de hiedras; una torre de madera y unos arcos encima del río.

De noche, los alrededores de Errotazar se transforman. Constituyen entonces, al decir de las gentes, un país de magia y de misterios, preñado de monstruos; un país alumbrado por una luna amarillenta y enferma. Todo allí es irregular y teratológico.

En el campo, de árboles y hierbas extravagantes, aparecen a cada paso duendes burlones y trasgos e insectos con cara de persona.

Hay cerca de las ruinas de Errotazar una ermita abandonada y un camino lleno de cruces de piedra, donde descansan grupos apiñados de cuervos pensativos, de mochuelos y de lechuzas, y una cruz de madera podrida, con su Cristo, con los brazos retorcidos y la expresión de terrible dolor.

En Errotazar, hacia el lado de tierra, hay, colgando, tres ahorcados, y debajo de ellos crecen espléndidamente unas mandrágoras con las deyecciones de los cadáveres. Abundan también allí los hongos rojos y venenosos, la amonita phalloides de aspecto sucio, la amonita muscaria, el beleño y la belladona.

En la entrada del molino, un murciélago, clavado por el ala, lanza horribles alaridos.

Se dice que en Errotazar se celebra el Sábado con grandes danzas; que las mujeres bailan desnudas, llevando cinturones de piel de gato atados a la cintura.

Esos días, en las casas, si oyen cantar el gallo a prima noche, echan un puñado de sal al fuego, porque el canto temprano del gallo indica claramente que pasan las brujas.