II

LAS VIEJAS DE ALZATE

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Dicen que Jaun, nuestro patrón, ya no sale de casa.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Añaden que se pasa la vida leyendo, y que sabe tanto, que hace unas curas maravillosas.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Eso aseguran, aunque yo lo dudo, porque dicen que todo lo aprende leyendo. Yo no creo que en los libros se pueda aprender gran cosa.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Yo tampoco.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Yo no sé leer, pero eso es lo que creo.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—A mí me parece lo mismo.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Aseguran algunos que Jaun se quiere hacer cristiano.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—¡Qué atrocidad!

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Yo ya he dicho que ese Jaun no vale nada. ¡Hacerse cristiano!

LA ABUELA DE ZARRATEA.—En nuestro tiempo no éramos así, ¿verdad?,

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Ya lo creo que no. ¿Tú te harías cristiana?

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Yo, nunca. Antes morir.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Ese Macrosophos es el que le está metiendo tonterías en la cabeza a Jaun, y Prudencio, el rector de Vera, viene a catequizarle.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Y luego Arbeláiz no trabaja por nuestra religión. El fuego sagrado en el círculo de piedras del bosque, en Gentil-arri, está abandonado; el caballo que se consagra al Sol se muere de hambre y se le pueden contar los huesos. El otro día mismo estaba comiéndose una alpargata.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¿Una alpargata?

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Sí.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—¡Qué horror! Yo cuando le vi se comía un sombrero de paja, que al fin y al cabo es una comida más sana.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Es un escándalo. Ese Arbeláiz es un falso.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Le viene de familia. Su padre era tan falso como él.

ARBELÁIZ.—No sé por qué hablan estas viejas de lo que no les importa. ¡Asquerosas! Si pudiera, cogería un fajo de ramas de resina y les pegaría fuego a estas brujas.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Yo traigo aquí en el delantal cuatro huevos y voy a venderlos a una tienda.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Yo he cogido un poco de maíz del caserío.

LA ABUELA DE ZARRATEA.—Cambiaremos los huevos y el maíz por un poco de thantha.

LA ABUELA DE OLAZÁBAL.—Es lo que se me había también ocurrido a mí, ¡porque con estas humedades!…

LA ABUELA DE ZARRATEA.—¡Y luego con las penas y los desengaños que una ha tenido!