Voy a entrar en la cuarta parte de mi leyenda, para lo cual he ideado un cierto aparato científico, filosófico y religioso… Parece que esto no os hace mucha gracia y teméis que mi obra derive francamente hacia la pesadez y el aburrimiento. ¿Qué queréis? Yo no sé hacer otra cosa. Id al cinematógrafo.
Sí, id al cinematógrafo. Allí podréis contemplar jovencitas tímidas y, al mismo tiempo, atrevidas; galanes irreprochables con gabanes también irreprochables; traidores con máscara y traidores sin máscara; indios galopantes como la tisis; padres crédulos y cándidos: todo arreglado a vuestro gusto por el folletín. Yo también tengo afición por el folletín, pero no por ése. Id al cinematógrafo.
Sí, id al cinematógrafo. Yo, como digo, voy a poner en la cuarta parte de mi Leyenda un aparato científico y religioso deducido de mis estudios sobre la magia, el arte angélica o arte notoria, la alquimia, la astrología, la quiromancia, la geomancia, la necromancia, la hidromancia, la catoptromancia… Veo que fruncís el ceño. Está bien. Id al cinematógrafo. Es lo mejor que podéis hacer. Yo concluiré para dos amigos y para mí La leyenda de Jaun de Alzate.