XXIII

EN ZALAÍN

JAUN.—¡Basurdi!

BASURDI.—¿Qué?

JAUN.—Llama en este caserío y pregunta si hay algo que comer.

BASURDI.—Voy.

(Entra Basurdi en el caserío y sale poco después)

ARBELÁIZ.—¿No hay vino?

BASURDI.—No; no había más que un poco de sidra.

JAUN.—¿Y dónde está?

BASURDI.— Me la he bebido yo.

JAUN.—Eres un asno.

MACROSOPHOS.—No hay que hablar mal de los asnos. Ammonio tenía un asno tan erudito que dejaba el pienso para oír versos hexámetros.

BASURDI.—Tú, sin duda, eres de esos asnos eruditos; yo soy de los otros.

CHIQUI.—No está mal, Basurdi. ¿Así que queréis un poco de vino?

ARBELÁIZ.—¡La sidra es tan mala para los viejos!

CHIQUI.—Yo traeré un poco de vino. Dadme la jarra.

(Chiqui finge hacer un agujero en un tronco de árbol y sacar de allí el vino; pero llena la jarra con su bota. Beben todos.)

CHIQUI. (A Martín Ziquin.) Este viejo pecador de Jaun está ya en su casa, y no volverá a Easo. No hay miedo de que se bautice. Seguirá fiel a Urtzi Thor. Creo que por ahora podemos dejarle.

MARTÍN ZIQUIN.—Lo mismo creo yo.

CHIQUI.—Pues nada, media vuelta, y ¡hala!

(Los dos diablos desaparecen, y Jaun, en compañía de Arbeláiz, de Macrosophos, de Shaguit y de Basurdi, llega a Alzate y recorren todos la calle del barrio al trote de sus caballos.)