EL PESCADOR DE CAÑA
¡Tranquilo! ¡Tranquilo! Soy enormemente tranquilo. Espero a la trucha y al salmón horas y horas sin impacientarme. Miro el corcho cómo flota en el agua, y tengo el cerebro acorchado y los nervios lo mismo.
El agua que pasa me cuenta mil historias vagas que se me olvidan al momento. Los remolinos del río me dicen sus múltiples y confusos secretos, que quedan flotando en mi alma contemplativa, dulce y rutinaria.
¡Tranquilo! ¡Tranquilo! Soy enormemente tranquilo.