EL AVENTURERO
Soy el aventurero vasco, ni español ni francés; sirvo al que me paga, y le sirvo fielmente.
No me importan las ideas ni las patrias; no tengo más patria que mi caserío y, después, el ancho mundo.
¡Viva! ¡Viva la aventura! ¡Viva el azar!
Todas mis propiedades se compendian en una espada colgada al cinto y en una gran confianza en mi estrella.
Pienso hacer mi fortuna dando estocadas a derecha e izquierda, de mosquetero o de dragón, a favor de Dios o del Diablo.
¡Viva! ¡Viva la aventura! ¡Viva el azar!
Carlos V o Francisco I, Juan de Austria o el condestable de Borbón, el Papa o Lutero, Pizarro o Pedro de Ursúa: todos me parecen bien si me llevan al éxito; lo mismo me da ser marinero que soldado; lo mismo cristiano que turco. Lo único que no quiero es trabajar oscuramente.
¡Viva! ¡Viva la aventura! ¡Viva el azar!
Como soy aventurero me gustan los viajes. Sueño con que algún día encontraré un tesoro y me haré rico, en que seré inca o reyezuelo, y tendré mujeres y esclavos.
¡Viva! ¡Viva la aventura! ¡Viva el azar!
Si pierdo un brazo o una pierna en la guerra, pasaré mi vida fumando en un cuartel de inválidos; si me matan, iré a la fosa con un redoble de tambor, y el pensar en ello no me entristece.
¡Viva! ¡Viva la aventura! ¡Viva el azar!