IX

LAS SIRENAS

Venimos del Valle de Bertizarana, en donde estamos representadas en los escudos de las casas, con medio cuerpo de mujer y medio de pez, con un espejo en una mano y un peine en la otra

A pesar de ser completamente marinas, nos hemos amoldado a la vida terrestre: hemos olvidado los palacios de roca, de espuma y de esmeralda, donde cantábamos nuestras canciones antiguas y misteriosas, viejas como el mundo, y olvidado también la danza tumultuosa de las olas verdes, las vagas islas de nubes, el tronar del rayo y el silbido del viento.

Ya se acabaron nuestras carreras locas en la grupa de los delfines y de los tritones.

Ahora cantamos con las ondinas, acompañadas por el rumor de las fuentes, y en las márgenes de los arroyos entre las cañas, los nenúfares y los juncos. Tenemos grutas cubiertas por cortinas de clemátides, perfumadas por el sándalo, y allí solemos tendernos perezosamente.

Algunos nos dicen pérfidas y engañadoras; no lo somos más que vuestras mujeres. Así, un antiguo poeta castellano ha escrito:

Solamente con cantar

diz que engaña la serena;

mas yo no puedo pensar

cuál manera de engañar

a vos no vos venga buena.

MACROSOPHOS.—¿Qué son?

JAUN.—Son sirenas.

MACROSOPHOS.—¿Sirenas con alas?

JAUN.—No.

MACROSOPHOS.—Las verdaderas sirenas tienen alas. Cabeza, pecho y brazos de mujer; el resto, de pájaro

JAUN.—Pues éstas son falsificadas o se les han olvidado las alas.