EN LA CALLE
SABIHONDUS.—Señores: hay que cantar una canción báquica, y suburbana. ¡A ver tú, Shaguit! Una canción vascónica y jocunda.
SHAGUIT.—Allá va:
Tra, la, la, la, la, len,
instante bat egon gaiten.
Tra, la, la, la, la, la, lu,
oraino ontsa gaituzu,
sarriño joanen dituzu,
joan behar eta ezin parti
erori eta ezin txuti,
txakurrak Guau!
Katuak Ñau!
Arnuak hontala eman du gaur.
(Tra, la, la, la, len, / Estemos en este sitio un instante. / Tra, la, la, la, la, la, lu, / hasta aquí vamos bien. / Pensamos marcharnos en seguida. / Tenemos que irnos y no podemos. / Se cae uno y no puede ponerse derecho. / El perro ¡Guau! / El gato ¡Ñau! / Hoy el vino nos ha dado por esto.)
BASURDI.—¡Hi… ju… ju… ju…!
JAUN.—Eres un cínico, Basurdi. ¡Calla! No llames la atención. Nos estamos desacreditando. ¿Qué dirán del señor de Alzate si le ven en este estado?
BASURDI.—Dirán que está borracho.
JAUN.—Y eso, ¿a ti no te importa nada?
BASURDI.—A mí, nada.
JAUN.—¿Ése es el respeto que tienes a tu amo?
BASURDI.—Aquí estamos de fiesta. ¡Qué diablo! Cada cual que se las arregle a su manera.
SABIHONDUS.—A ver…; otra canción un poco satírica y procaz.
BASURDI
Txitxarrua ta berdela,
txitxarrua ta berdela.
CHIQUI.—Amigo Basurdi: tienes una voz de becerro… muy mate…
SABIHONDUS.—Esa canción es vulgarísima y onusta. Cierto que las musas aman los cantos alternados: Amant alterna Carmena; pero no bajemos tanto. A ver tú, Shaguit, tú que estás en potencia propincua, a pesar de ser hombre ignaro, cántanos otra canción más obsoleta y menos consuetudinaria.
SHAGUIT
Oilarrak jotzian kukurruku,
orduan etxera joango gera gu;
batzuek hala, bertzeak hola;
erranagatik axolarik ez dugu.
Kukurruku!
Nor gara gu?
Alzatarrak gerade gu.
(Cuando el gallo cante el cucurucú, entonces iremos nosotros a casa: unos así, otros asá; no tenemos miedo de lo que se murmure de nosotros. ¡Cucurucú! ¿Quiénes somos? Somos de Alzate.)
JAUN.—Nos estamos desacreditando.
CORO DE ESPÍRITUS INVISIBLES.—¡Jaun! ¡Jaun! Tu alma va oscureciéndose y hundiéndose en el barro. No debes caer en los vicios embrutecedores; reflexiona; piensa: la vida no es revolcarse en los placeres como en un lodazal. El espíritu es un diamante que hay que pulimentar.
JAUN.—Voy a dejar esta cuadrilla de miserables borrachos y a meterme en casa. ¡Ya estoy!