CHIQUI.—Quizá alguno de vosotros me conozca; quizá, no. Soy un poco gnomo y un poco diablo. Estoy empleado desde hace tiempo en la cueva de Zugarramurdi, y he venido a Easo con la misión de vigilar a Jaun de Alzate, no sea que mi hombre vaya a tener la humorada de hacerse cristiano. Estoy aquí con un compañero diablo que, verdaderamente, es un tanto cerril y que vigila a Basurdi, y a quien haré hablar para que le conozcáis. ¡Eh, tú, Martín, habla!
MARTÍN ZIQUIN.—No sé por qué quieren que hable yo ante la gente. No sé por qué; aquí estamos, como sabéis, en Easo, ciudad vasca romanizada, y los cristianos van a celebrar, primero, las olerías y, después, la Navidad. Al mismo tiempo, los vascos celebran el solsticio del Sol, la Fiesta de Joel, y mi sabio colega Chiqui y yo, naturalmente, como diablos que somos, nos ponemos a favor de los idólatras y en contra de los cristianos. Las fiestas aquí son un poco movidas. Chiqui y yo excitamos a la gente al pecado. No hay gran necesidad. En las tabernas se cultiva la chopera mejor que en la orilla de los ríos. En el baile se hace cada zirri que tiembla el credo. Las chicas de este pueblo son así, templaditas —como el agua hirviendo—. Algunos chuscos las comparan con las patatas, muy frescas, al parecer, pero que cuando se calientan hay que dejarlas en el plato, porque abrasan. Nuestra misión, como ha dicho mi honorable colega el doctor Chiqui, es hacer que Jaun y su criado no se bauticen. Chiqui cultiva, con este fin, a Jaun; y yo, a Basurdi. En fin, ya me conocéis, y para conocerme más, ahí va mi canción:
Martin Zikin
Erregeren sorgin
tipula eta gatz
ipurdian hatz.
(Martín el sucio, brujo del rey, cebolla y sal y picor en el trasero.)
UNO DEL PÚBLICO.—¡Qué asqueroso!
UNA VIEJA.—¡Qué escándalo! ¿Creo que ha dicho trasero, verdad?
OTRA VIEJA.—Sí; ha dicho trasero.
UNA VIEJA.—Aquí va a venir el fin del mundo.
EL JEFE DE POLICÍA.—Esto es una inmoralidad. Agentes, ¡ojo a las manos de los espectadores… y de las espectadoras! La Sociedad de Padres de familia nos vigila. Las Damas católicas nos olfatean. Si Martín Ziquin vuelve a pronunciar la palabra trasero se le zampa en la cárcel, por muy diablo que sea.