XII

DISCUSIONES

Jaun, Arbeláiz y la Pamposha se han instalado en casa de Andria, hermana de Jaun, casada con el señor de Choriburu. A Basurdi le han mandado a un caserío próximo. Jaun nota que su hija, su hermana y su cuñado hablan siempre con misterio. Preocupado, se entera y averigua que todos se han hecho cristianos.

JAUN.—¿Así que os habéis hecho cristianos?

CHORIBURU.—Sí; nos hemos bautizado.

JAUN.—¿Mi hermana también?

CHORIBURU.—También.

JAUN.—¿Y Ederra, mi hija?

CHORIBURU.—Es de las cristianas más entusiastas de Easo.

JAUN.—¿Habéis catequizado a mi hija?

CHORIBURU.—Ha sido por su propia voluntad, puedes creerlo, por lo que ha entrado en el seno de la religión. Cuando venga de la misa pregúntaselo a ella.

JAUN.—Está bien. Está bien. ¡Nos hemos lucido!

CHORIBURU.—Tú ingresarás también en el catolicismo.

JAUN.—Yo, no; yo, no. ¿Qué quiere decir católico?

CHORIBURU.—Universal.

JAUN.—Yo no seré universal nunca: me contento con ser de Alzate.

CHORIBURU.—Cuando sepáis la verdad ingresaréis todos en la Iglesia. Vivís ahora en la idolatría, en un mundo lleno de errores y de vicios.

JAUN.—¿Qué errores? ¿Qué vicios hay en Alzate? ¿Me lo quieres decir?

CHORIBURU.—Adoráis al Sol, a la Luna, a las estrellas.

JAUN.—¿Y por qué no?

CHORIBURU.—Rendís culto a las bestias.

JAUN.—No es cierto.

CHORIBURU.—Tenéis al macho cabrío como dios.

JAUN.—Es un símbolo de un pueblo pastor. Vosotros los cristianos, ¿no tenéis el cordero?

CHORIBURU.—Sois bárbaros y atrasados.

JAUN.—En cambio, vosotros sois más hipócritas y más fanáticos que nosotros.

CHORIBURU.—Tiene contestación a todo este palurdo. Bueno; ahí tienes a tu hija, que vuelve de la iglesia. No la llames Ederra. Se llama ahora María.

(Entra Ederra)

JAUN.—¡Ederra, hija mía! ¿Es verdad que has abandonado nuestra creencia y te has hecho cristiana?

EDERRA.—Sí, padre, me he bautizado. Ahora me llamo María.

JAUN.—Para mí siempre serás Ederra. ¿Y por qué has dejado nuestras viejas tradiciones vascas?

EDERRA.—Porque me han enseñado la verdad.

JAUN.—¡La verdad!, ¡la verdad! Cada pueblo tiene su verdad. El catolicismo será la verdad de los forasteros, de los maquetos, pero no la nuestra.

EDERRA.—Padre, no blasfemes; tú no la conoces.

JAUN.—¡Yo no la conozco! Tampoco conozco la religión de los chinos; pero yo te digo que donde estén los dioses de los cristianos pueden ponerse Urtzi, Leheren y los demás dioses vascos.

EDERRA.—Todo eso es idolatría, padre. Los cristianos no tenemos más que un Dios, el único Dios, el Eterno, el Omnipotente. Hoy vendrá el padre Mamertus y te explicará los principios y los misterios de la religión nuestra, de la religión verdadera.

JAUN.—¿Cómo? ¿Vuestra religión tiene misterios? Yo creí que la verdad no tenía misterios.

EDERRA.—Tú te convencerás, padre. Voy a rezar por tu conversión.