Perdonadme si antes de comenzar la representación de mi obra aparezco en el tablado, haciendo las veces de Prólogo, a dirigiros un saludo. Yo soy el autor de La leyenda de Jaun de Alzate, soy un poeta aldeano, poeta humilde, de un humilde país, del país del Bidasoa.
El objeto principal de mi Leyenda es cantar esta tierra y este río. Nuestra comarca es pequeña y sin grandes horizontes, es verdad; mi canto será también pequeño y sin grandes horizontes. No lo siento. Tengo más simpatía por lo pequeño que por lo enorme y lo colosal.
Os voy a presentar, con un ligero aparato escénico, cómico, Único, fantástico, escenas vascas de la comarca mía con La leyenda de Jaun de Alzate.
Como hombre de campo, no poseo conocimiento del arte teatral, no sé mover los muñecos en el retablo y no espero congregar a un verdadero público, pero quiero creer que ese público existe, para ser tradicionalista en literatura y comenzar mi obra con un prólogo.
Así, pues, amable y enteléquico público, aunque no tengas realidad objetiva, como decimos los filósofos, voy a darte algunas explicaciones acerca de esta leyenda. Yo la llamo leyenda, pero verdaderamente no sé lo que es, no he pensado en ningún modelo al escribirla, y voy componiéndola a la buena ventura, echando en el saco todo lo que me viene a la imaginación. Mi héroe es Jaun de Alzate, o sea el señor de Alzate. Los Jaun de Alzate eran de los más antiguos parientes mayores del país vasco: venían de una familia tan vieja como el monte Larrun.
Una ligera digresión etimológica.
Alzate, en vascuence, quiere decir abundancia de alisos, y el aliso es un árbol mágico en la mitología centroeuropea. Del aliso procede la mujer, como el hombre procede del fresno. Contra esta etimología alisal se pronuncia un amigo vascófilo que supone que la palabra vasca, alza, alfa, debía de representar primitivamente la idea genérica del árbol, como la sánscrita alka, muy semejante a ella, significa también el árbol en general, y entonces Alzate valdría tanto como abundancia de árboles o arboleda.
Ahora una pequeña divagación genealógica.
Según un genealogista, el primer Alzate se llamaba Eguzki (Sol), y su madre, Ilargi (Luna). Otro investigador añade que un abuelo de nuestro héroe, en su juventud, mató a un dragón que se escondía en una cueva del monte Labiaga. Apoyándose en estos datos, ha habido erudito que ha considerado a Jaun de Alzate como un mito solar. No lo creemos: para nosotros (y hablamos en plural, como si fuéramos muchos), para nosotros, Jaun de Alzate vivió, tuvo una existencia real en el mundo de los fenómenos.
¿Quién era Jaun de Alzate? Jaun de Alzate, en su tiempo, fue un guerrero esforzado y un sabio, un hombre noble, de un noble espíritu.
Hoy el solar de Alzate está aniquilado. Tres casas blancas como tres palomas en el nido de un águila ocupan el sitio de la vieja torre, a orillas de Lamiocingo-erreca, el arroyo de las Lamias, que marcha a desembocar en el Bidasoa.
De la antigua casa y castillo de Jaun sólo quedan unos muros ruinosos y una escalera cubierta de musgo que baja al arroyo.
Durante mucho tiempo la casa de Alzate estuvo desmantelada, con los paredones negros, tapizados de hiedra, los tejados llenos de líquenes y parietarias, las ventanas rotas, con guirnaldas de enredaderas silvestres, y las chimeneas caídas. Sus habitaciones bajas, con los suelos y los techos agujereados, sirvieron de morada a los mendigos, a los gitanos y a los paragüeros ambulantes; los desvanes, a las ratas, a los mochuelos y a las lechuzas…
El recuerdo de Jaun de Alzate desapareció hace tiempo de la memoria de las gentes; su figura se perdió en la oscuridad del tiempo, como el agua de Lamiocingo-erreca se pierde en el Bidasoa y, después, en el Océano; pero el poeta humilde ha salvado esta historia, la ha recogido en el mar de los papeles viejos y pergaminos polvorientos y la va a presentar a vuestros ojos con algunas interpolaciones más o menos caprichosas.
La leyenda de Jaun de Alzate es una leyenda de la Edad Media, a la que quizá no haya sabido dar el autor un carácter medieval. Transcurre en Alzate y en Easo. Cierto que yo tengo pocos datos de lo que ocurría en Alzate y en Easo en plena Edad Media, pero me fío de la intuición. ¿Quién sabrá si acierto o si yerro? Nadie, probablemente.
Alguno dirá: Aquí hay enormes anacronismos. Seguramente. Así, por ejemplo, se habla en la primera parte de mi Leyenda de la recolección del maíz, a pesar de que la mayoría asegura que esta planta viene de América. Podría haber puesto, en vez de la recolección del maíz, la del mijo, semilla cultivada por los antiguos vascos; pero unos comedores de mijo me hubieran dado la impresión de que nuestros ascendientes eran jilgueros, o canarios.
Puesto en la pendiente de los anacronismos, me he dejado deslizar por ella sin protesta. También en esto me fío de la intuición.
Ahora, como los antiguos contaban en el prólogo los argumentos de sus obras, yo lo podría hacer aquí, pero no creo que con ello excitara vuestra curiosidad. Intuición también. Así, pues, no relataré de antemano las incidencias del destino de mi personaje, sino que las indicaré a medida que se vayan desenvolviendo en el tiempo.
He compuesto y escrito mi obra a la ligera, en ratos cortos de alegría y en ratos largos de dolor: a veces, con un poco de risa; a veces, con un poco de llanto; así es triste y alegre, más triste que alegre, pero siempre cambiante, como esos días locos de nuestra tierra: nublados, lluviosos y con algunos rayos de sol…
Antes de que llegue la época en que las presas y los saltos de agua hayan desfigurado definitivamente el Bidasoa, el pequeño río de nuestro pequeño país; antes que los postes sustituyan a los árboles y las paredes de cemento a los setos vivos, y los tornillos a las flores; antes de que no queden más leyendas que las de las placas del Sagrado Corazón de Jesús y las de la Unión y el Fénix Español, quiero cantar nuestra comarca en su estado natural y primitivo, y expresar, aunque sea de una manera deficiente y torpe, el encanto y la gracia de esta tierra dulce y amable.
No, no es que yo sea de las momias aspirantes a la inmovilidad del mundo; no es que yo forme parte de la cofradía de los badulaques que quieren despreciar la Ciencia, la Ciencia admirable que crea, que imagina y que inventa —la única religión de Europa—; pero sí soy de los que abominan de la industrialización estólida hecha a beneficio de maestros de obras y de contratistas.
Antes, pues, de que nuestra comarca haya perdido todo su carácter y todo su encanto, voy a presentar ante vuestros ojos unas escenas vascas de época remota con La leyenda de Jaun de Alzate…
Ciertamente nuestro rincón del Bidasoa no tiene brillante cultura, ni esplendorosa historia; no hay en él grandes montes, ni grandes valles, ni magníficas ciudades; pero no por eso dejan de cantar los ruiseñores en las enramadas las noches de verano y las alondras en los prados las mañanas de sol.
Para nosotros, los entusiastas de esta tierra, es el país del Bidasoa como una canción dulce, ligera, conocida, siempre vieja y siempre nueva.
Este clima mudable y cambiante se armoniza con el tono de nuestro espíritu; su versatilidad nos halaga y nos distrae, y la preferimos, con mucho, a la inmovilidad pomposa de otras tierras y de otros climas.
Sí; nuestro país es un país humilde, pero es un país sonriente e ingenuo, y cuando el sol de otoño lo ilumina con su luz dorada, cuando en las tardes de domingo los campesinos bailan en las plazas de los pueblos al son del silbo y del tamboril, para ti, poeta, es un país encantador…
Yahora, para seguir siendo tradicionalista en literatura, dejadme concluir con una invocación de esas que son el tópico acostumbrado de todos los prólogos antiguos:
¡Oh, Lamias! ¡Oh, Sirenas! ¡Oh, Espíritus de los bosques! ¡Oh, viejo Thor, el del caldero! ¡Dad a mi voz ronca un poco de dulzura y armonía! ¡Dad frescura a mi imaginación, ya cansada; dadme un poco de aliento, porque quiero presentar ante vuestros ojos unas escenas vascas de época remota con La leyenda de Jaun de Alzate!…