Nota de la autora
En el año 1980, Domingo Subías, el párroco de la pequeña localidad pirenaica oscense de Laspaúles, encontró, escondidos en la torre de la iglesia, unos documentos originales del antiguo Concejo con información del periodo comprendido entre 1576 y 1636. La mayoría hacen referencia al quehacer cotidiano de la gestión del Concejo —algo así como el antiguo Ayuntamiento— durante más de medio siglo: el arrendamiento de la carnicería y el molino; los usos de la montaña; el estanco de aguardiente; los vecinales y la dula o turno de pasto; el número de cabezas ganaderas por las que cada casa tenía que pagar; y los gastos comunales del municipio, como tocar las campanas, enviar mensajeros o comprar vino para las fiestas…
De los cientos de páginas (de gran valor sociológico y por ello transcritas y publicadas posteriormente), dos en concreto resaltan por su brutalidad: en una aparece el macabro listado de varias mujeres ahorcadas por brujas en 1592 y en otra el registro de tesorería con los gastos extra del campanero, el verdugo y la taberna los días de las ejecuciones. Solo eso, pues no se conservan ni los procesos ni los juicios.
El origen de esta novela debe encontrarse, por tanto, en esos dos folios, en esos nombres, en mi curiosidad innata y en mi relación con la montaña del Turbón, un lugar mítico en la comarca de la Ribagorza plagado de leyendas en un territorio mágico que se extiende por los valles de Benasque, Isábena y Lierp. Pero hay algo más, mucho más importante e inquietante. Cuando se habla de procesamientos por brujería, lo primero que nos viene a la mente es la despiadada acción del Consejo de la Suprema y General Inquisición. No creo ser muy osada al afirmar que muchas personas ignoran, como yo ignoraba hasta que comencé a interesarme por el tema, que la represión más cruel en la persecución por brujería se llevó a cabo por la justicia seglar en su afán por mantener el orden público en las poblaciones, y que esta continuó incluso mucho después de que la propia Inquisición rechazara ya en 1526 la pena de muerte para castigar a las brujas. Hubo lugares aislados en las montañas donde, por decirlo de alguna manera, los poderes locales siguieron tomándose la justicia por su mano. Las mismas preguntas que me surgieron cuando comencé a escribir Regreso a tu piel me han acompañado durante meses: ¿Qué pudo pasar en un lugar tan pequeño para que se ahorcase a tantas mujeres en dos meses? ¿Cuál fue el detonante?
En todas mis lecturas he encontrado una idea común que podría resumirse de la siguiente manera: las persecuciones de brujas eran sintomáticas de las ansiedades que surgían en épocas de transformación social intensa. Ansiedad y miedo: he aquí dos elementos que preceden y permiten las grandes manifestaciones del mal en la historia. En un contexto donde la religión tenía la misma importancia vital que ahora tiene la política, casi todos los juicios por brujería surgieron de acusaciones del pueblo por razones de magia maléfica…
Con estas dos premisas, comencé a leer e informarme sobre las décadas anteriores a los terribles sucesos de este Salem oscense: una larga época de guerra civil entre los partidarios de continuar con un sistema feudal y los defensores de seguir al rey Felipe II en el antiguo condado de la Ribagorza, que en la novela aparece con el nombre de Orrun. La parte histórica de esta novela está, por tanto, inspirada en hechos reales y creo que refleja y explica la atmósfera inmediatamente anterior a las ejecuciones; y si bien los nombres de los personajes del condado son ficticios, algunos están basados en personas que existieron.
Para quienes deseen ampliar información, y porque además considero justo mencionar el trabajo de todos aquellos que con sus estudios me han iluminado en esta novela, sugiero al lector la siguiente bibliografía:
—Para una aproximación general al tema de la brujería, el miedo, la vida y la muerte: El miedo en Occidente, siglos XIV al XVIII, de Jean Delumeau (1978, reedición Taurus 2002); La Inquisición Española: una revisión histórica, de Henry Kamen (1999); El abogado de las brujas: brujería vasca e Inquisición española, de Gustav Henningsen (1980, reedición Alianza Editorial 2010), sobre el inquisidor Alonso de Salazar y Frías en el caso de las brujas de Zugarramurdi, novelado por Nerea Riesco en Ars Magica (2007); La Inquisición española, de José Martínez Millán (2007); Las brujas y su mundo, de Julio Caro Baroja (1961); Los demonios de Loudun, de Aldous Huxley (1952); Las Brujas de Salem, de Arthur Miller (1952); Historia de la columna infame, de Alessandro Manzoni (escrito en 1842, con prólogo de Leonardo Sciascia en edición de 2008); «Prácticas testamentarias en el Madrid del siglo XVI: norma y realidad», de María del Pilar Esteves Santamaría (2010); «Miedo y religiosidad popular: el mundo rural valenciano frente al desastre meteorológico en la Edad Moderna», de Armando Alberola Romá (2011); «Arte de Bien Morir. Breve confesionario», de Rafael Herrera Guillén; «La muerte por entregas», de María Sánchez Pérez (2008). Muy revelador me resultó el artículo «Weather, Hunger and Fear: Origins of the European witch hunts in climate, society and mentality», de Wolfang Behringer (1995), quien analiza las causas de la inseguridad existencial del siglo XVI —clima, hambre y miedo— y sus terribles consecuencias.
—Sobre el contexto histórico, los conflictos en Aragón y en el condado de la Ribagorza y la celebración de Cortes en Monzón en 1585 con la presencia del rey Felipe II: La rebelión aragonesa de 1591, de Jesús Gascón Pérez (2000); Aragón en el siglo XVI: Alteraciones sociales y conflictos políticos, de Gregorio Colás Latorre y José Antonio Salas Ausens (1982); Historia del Alto Aragón, de Domingo J. Buesa Conde (2000); Historia del Condado de Ribagorza, de Manuel Iglesias Costa (2001); Historia de Ribagorza, desde su origen hasta nuestros días, de Joaquín Manuel de Moner y de Siscar (1878); Valle de Lierp: un bello enclave pirenaico, de José María Ariño Castel y Fernando Sahún Campo (2008); Bardaxí: cinco siglos en la historia de una familia de la pequeña nobleza aragonesa, de Severino Pallaruelo (1993); «Lupercio de Latrás, bandolero y espía», de Carlos Bravo Suárez (2005, blog); El Señorío de Concas, de Manuel Agud Querol (1951); «Relación del viaje hecho por Felipe II, en 1585, a Zaragoza, Barcelona y Madrid», de Henrique Cock (edición de 1876 por Morel-Fatio y Rodríguez-Villa); «Felipe II y el Monzón de su tiempo», de Amalia Poza Lanau y Joaquín Sanz Ledesma (1998, en Cuadernos CEHIMO n.o 25); «Ribagorza a finales del siglo XVI. Notas sobre Antonio de Bardaxí y Rodrigo Mur», de Pilar Sánchez (1992); Fueros, Observancias y Actos de Corte del Reino de Aragón, edición facsimilar de la de Pascual Savall y Dronda y Santiago Penén y Debesa, realizada en 1991 con ocasión del IV centenario de la ejecución de D. Juan de Lanuza, justicia de Aragón, en 1591; y los artículos y colecciones documentales aportados por Manuel Gómez de Valenzuela, especialmente aquellos sobre los estatutos de desaforamiento contra hechiceras y brujas.
—Sobre brujería en Aragón: imprescindible toda la obra del estudioso y experto Ángel Gari Lacruz acerca de la brujería e inquisición en Aragón y en los Pirineos, y los libros de María Tausiet, entre los cuales resalto el espléndido trabajo Ponzoña en los ojos: brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI, del año 2000. Menciono como útiles también los trabajos de José Antonio Fernández Otal, de 2006, «Guirandana de Lay, hechicera, ¿bruja? y ponzoñera de Villanúa (Alto Aragón), según un proceso criminal del año 1461» y de Manuel López Dueso, «Brujería en Sobrarbe en el siglo XVI» (1999). Carmen Espada Giner tiene dos versiones noveladas de procesos por brujería, editados en 1997 y 1998 respectivamente: Dominica la Coja (juicio real de 1534) y La vieja Narbona (juicio real de 1498). De muy reciente aparición es el libro La mala semilla: Nuevos casos de brujas, de Carlos Garcés Manau (2013). A partir de documentación en su mayor parte inédita, este autor centra su trabajo en las historias de brujas ocurridas en el norte de España entre 1461 y 1662 y muestra que Aragón fue, después de Cataluña, la zona de España donde más víctimas causaron las cazas de brujas. Garcés Manau incluye una lista de ciento veinte mujeres ajusticiadas, la mayoría de las cuales fueron ahorcadas tras ser juzgadas en los propios municipios. Por último, en 1999 se publicó una edición facsimilar del manuscrito encontrado en Laspaúles y posteriormente su contenido, transcrito y ordenado de forma cronológica por Artur Quintana y Walter Heim, fue publicado en la revista de Filología Alazet del Instituto de Estudios Altoaragoneses.
—Un comentario aparte merecen los libros que el personaje fray Guillem portaba en su hatillo cuando viajó de la tierra baja a las montañas. Este párrafo en principio iba dentro del texto de la novela, pero finalmente decidí no incluirlo y guardarlo para esta bibliografía. Fray Guillem llevaba, pues, la biblia con una flor de lis incrustada en oro que su madre le había regalado al ser ordenado sacerdote; los Manuales del Inquisidor básicos, a saber, el Malleus Malleficarum de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger (1486 aprox.), el Directorium Inquisitorum de Nicolás Aymerich (1376 aprox.) y el Formicarius de Johannes Nider (escrito en 1435-1437 aprox., publicado en 1475) como fuentes de consulta para cualquier comprensión de la naturaleza del mal, la brujería y el satanismo; las Cuestiones Espirituales sobre los Evangelios de todo el año de Juan de Torquemada, para facilitar el conocimiento de la Escritura a los poco familiarizados con la especulación teológica; las Instrucciones a los Confesores de Carlo Borromeo para que le iluminase en su aplicación de los preceptos del Concilio de Trento; varios opúsculos de sermones, sin olvidarse de los de san Bernardino de Siena y santo Tomás de Aquino; unos apuntes sobre los eruditos dominicos de la Escuela de Salamanca, pues siempre encontraría un rato para las reflexiones de Francisco de Vitoria sobre los problemas morales de la condición humana; el De Statu et Planctu Ecclesiae, del franciscano Álvaro Pelayo, para estar alerta de los peligros de las mujeres y el pecado de la relajación en sus obligaciones como fraile; y, por último, una copia del exitoso Ars Moriendi, de un desconocido dominico, ilustrado con varios útiles grabados sobre el momento final de una persona.
—Aunque tanto la investigación como la trama de la novela han seguido una línea histórica más que antropológica, como se refleja en los capítulos del pasado, la estrategia narrativa para dar un salto de siglos en el tiempo ha sido algo tan misterioso, atrayente y controvertido como son las regresiones hipnóticas. Aquí ya debe ser el lector quien ponga a prueba su credibilidad y se deje guiar por el personaje de Neli para abrir su mente a la posibilidad de la reencarnación, la regresión de vidas pasadas, la progresión de vidas futuras y la supervivencia del alma humana. Unas lecturas para comenzar, escritas por psiquiatras profesionales conocidos por su investigación sobre la reencarnación, podrían ser: Muchas vidas, muchos maestros, de Brian Weiss (1988); Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación, de Ian Stevenson (1992); Vida después de la vida, de Raymond Moody (1975); Vida antes de la vida: Los niños que recuerdan vidas anteriores, de Jim B. Tucker (2005); Las trece vidas de Cecilia, de Ramón Esteban Jiménez (2001); El viaje del alma: Experiencia de la vida entre las vidas, de José Luis Cabouli (2006). Y El vagabundo de las estrellas, la última novela que escribió Jack London (1915), en la que el protagonista, convicto por asesinato en la cárcel de San Quintín e inmovilizado en una camisa de fuerza a la espera de la pena de muerte, soporta su tormento físico viajando a otro plano de existencia en el cual puede recorrer sus vidas pasadas.
Que las aisladas y solitarias tierras de la montaña eran lugares de brujas es algo que ha permanecido en la memoria de los habitantes de estos valles, como muy bien recoge Carmen Castán en su precioso libro Cinco Rutas con los cinco sentidos por el Valle de Benasque y la Ribagorza (2011), en el que, como la autora misma dice, nos ofrece una visión no solo de lo tangible, sino también de lo que nos ha llegado gracias a la tradición oral. Cuando era pequeña, en la casa de mi familia materna, al pie de la cara sur del impresionante Turbón, mi abuela recordaba que algunos habían escuchado a las brujas tocar el violín en los barrancos y que cuando los vecinos iban a los huertos a regar o a por verduras, llevaban un rosario que los protegiese para colocarlo sobre las ropas que las brujas, a quienes les gustaba andar desnudas, dejaban sobre las piedras.
La aparición de documentos que prueban los terribles sucesos relacionados con la brujería en pequeños municipios corrobora que en ocasiones las leyendas suelen tener su origen en algo real y concreto, que luego la imaginación remodela y el tiempo reconvierte.
Detrás de todas esas historias de brujas que muchos hemos oído, sin embargo, se esconden sucesos locales verdaderamente dramáticos, algunos de los cuales salen a la luz muchos siglos después, como si las voces de esas mujeres injustamente ajusticiadas —y ejecutadas legalmente— desearan traspasar las barreras del tiempo y regresar para ser escuchadas.