(Transcrito del original, sin correcciones)
[272D-15 y dorso]
[Mixto]
We had finished dining. In front of me my friend, the banker, great merchant and remarkable profiteer, was smoking in an unthinking way. Conversation, which had been dying away, lay now dead between us. I tried to call it back to life, in a chance manner, availing myself of an idea that has crossed my meditation. I turned, smiling, to him.
—Look here: they told me a few days ago that you were once an anarchist.
—Once isn’t right. I haven’t changed in that respect. I am an anarchist.
—Good heavens! You an anarchist! How can you be an anarchist? Unless you give the word some meaning which is quite different.
—From the common one? No, I don’t. I use the word in the usual sense.
—Do you mean to say then that you are anarchist in exactly the same sense as these trade union chaps are anarchists? So there’s no difference between you and these bomb or strike beggars?
—Oh, no 1: there is a difference. Of course there is a difference. But it’s not the sort of difference you might suppose. You suppose, for instance, that my social theories can't be the same as theirs?
—Oh, I see. In theory you’re an anarchist; in practice…
—In practice I’m as much an anarchist as in theory. And in practice I’m much more —oh ever so much more— of an anarchist than those chaps you mentioned. All my life shows 2 it.
—Eh?
—All my life shows 3 it, my boy. The fact is, you have never given these things a lucid attention. That’s why you think I’m talking nonsense, or fooling you all the time.
—But, man, I can’t make head or tail of what you’re saying! Unless, unless you think your life corruptive and anti-social and think anarchism is that.
—I’ve told you already that I think nothing of the kind. I mean: I’ve told you that by anarchism I mean only what is usually meant by the word.
—All right… I’m still at sea. Look here, man: do you mean to say that there’s no difference between your really anarchistic theories and the practice of your life —the practice of your life as it is now? Do you want me to believe that you have a life exactly like that of the chaps who are commonly called anarchists?
—No, that’s not the point. What I mean to say is that between my theories and the practice of my life there is no antagonism, but an absolute conformity. I know, of course, that my life doesn’t resemble the life of those bomb and trade union chaps. But it’s their life that is outside anarchism, outside their own ideas. Mine isn’t. In me —yes, in me, the banker, the great merchant, the profiteer, if you like— the theory and the practice of anarchism are joined and both right. You compared me to those bomb and anarchism are joined and both right. You compared me to those bomb and trade union fools just to point out that I am different from them. I am, but the difference is in this: they (yes, they and not I) are anarchists only in theory; I am an anarchist in both theory and practice. They are anarchists and fools, and I am an anarchist and not a fool. That is to say, old man, I am the real anarchist. They —the bomb and trade union men (I was once with them, but I left them exactly because I was really an anarchist— they are the rubbish of anarchism, the females of the great doctrine of freedom.
—Good Lord! I’ve never heard anything like that! That’s bewildering! But how do you fit your life. —I mean your life as a banker and a business man— into your anarchist theories? How do you fit it if you say that you mean by anarchist theories exactly what everybody (any common anarchist) means? And you say, on top of all that, that you’re different from them because you’re more of anarchist than they are, don’t you?
—Yes.
—I can’t understand you at all.
—But would you like to understand?
—Of course I would.
He removed from his mouth the cigar, which had gone out, lit it slowly, stared at the waning match, put it lightly on the ash-tray; then, turning to me his head, which had sunk for a moment said:
1 Variante superpuesta y manuscrita para «no»: «yes».
2 Variante puesta debajo y manuscrita para «shows»: «proves».
3 Variante superpuesta y manuscrita para «shows»: «proves».
(Transcrito del original, sin correcciones)
[272D-1]
[M.]
Pasó la mano horizontalmente, en un gesto de vaga caricia, sobre el bigote que sería poblado si no estuviera cortado al ras 4.
Y prosiguió hablando; y yo me distraje de él para escucharlo.
¡Le descubro5 un deseo, hombre, le descubro 6 un deseo!… Y reímos juntos —el banquero y yo*.
[272D-dorso]
[M.]
¿Cómo sería este hombre de joven? Lo miré, como tantas veces lo he mirado, pero esta vez de nuevo. Su estatura media, de hombre alto y fuerte, no se notaba, estando él sentado. La cara sería grosera si no estuviese, por encima de los ojos un poco cansados y de las cejas espesas, la amplitud de la frente. Percibí por primera vez, al fijarme en el cigarro encendido, sus manos secas, un poco más largas de lo que su tipo físico normalmente consentiría. Dejé de mirar porque él iba a hablar.
[272D-2]
[M.]
Alrededor de nosotros el restaurante se callaba, ya casi desierto. Habíamos hablado mucho, y largamente, pero ahora la conversación, que se había venido enfriando, yacía inerte entre nosotros.
Intenté reanimarla con un recuerdo que de repente me surgió, con respecto a él. Erguí la cabeza y lo miré sonriendo, doblemente calmo, quieto.
Fue esto: me dijeron que en sus tiempos ud. fue anarquista.
[272D—3]
[M.]
¿Sabe lo que me recuerda el estado actual de Rusia?
—¿Qué?
4 Variante superpuesta para «al ras»: «pequeño».
5 Variante superpuesta para «le descubro»: «descubro en ud».
6 ídem.
* El segundo párrafo se presenta separado del primero por una línea horizontal, a todo lo largo de la hoja, no siendo obviamente su continuación.
—Un colegio de jesuitas. Los jesuitas tienen al menos la explicación de la religión: los otros no. Los comunistas son los jesuitas sin excusa*1.
—Mire que un niño come mucho.
Ni pensé en sonreír.
—¿De qué se ríe usted?
—Ese socio con el que ud. anduvo fue el tal que le dio la mano, y…
—Fue; no había otro. ¿Y entonces?
—Nada.
—¿Ud. encuentra falta de escrúpulos?
—Yo no iba a decir tanto…
—No lo iba a decir, pero ya lo estaba pensando… Pues claro que fue falta de escrúpulos.
[272D-4 y dorso]
[M.]
Mire, mi amigo: las ideas que se piensan válidas, también es porque se las siente. Nada vive en este mundo —ni la más abstracta de las ideas— si no está arraigado en el corazón. ¿Amor intelectual por la humanidad? ¿Sentimiento abstracto de justicia?
Mande todo eso [a] pasear; y ni paseará porque no tiene piernas para eso7.
¿Noción de justicia? Todos la tenemos. ¿Y qué justicia hacemos nosotros? ¡Palabras de cura!, todos decimos eso. ¿Y cómo va nuestra caridad? Mi viejo, entre que la gente se convenza de una cosa y sentir que se convenció de ella hay una gran distancia. Y en esa distancia está todo. Está aquel todo donde no estamos nosotros… 8
Les hago un favor. Los llamo, por caridad, seudo-anarquistas. ¡Porque anarquista, mi amigo, soy yo!
Y, con un resto de gestos triunfal, pidió la cuenta*2.
[M.]
Es verdad:
—Me dijeron aquí hace días algo gracioso con respecto a ud.
—¿Qué era?10 Algo bueno no era, naturalmente.
*1 Véase variante de este texto, 272D-i2, donde, con un desarrollo mucho mayor, se retoma la referencia a la Revolución Rusa. El texto estaba destinado a ser insertado, en la versión de 1922, a continuación de la frase: «También ¿qué podía esperarse de un pueblo de analfabetos y de místicos?…» (p. 10).
7 Al comienzo de la página existe un esbozo de poema que comienza: «Concluid, señora, que el buen día es oscuro» y una referencia a Shakespeare.
8 Variante, en la secuencia de la línea y entre paréntesis rectos, para la última frase: «Está todo, sí, incluso nosotros».
9 Variante superpuesta para «resto de gesto»: «gesto aún».
*2 Texto que, visiblemente, constituiría un nuevo final para el cuento.
10 Variante superpuesta: «¿Con respecto a mí?».
—Ni bueno ni malo. Simplemente, lo encontré gracioso. Me dijeron que ud. en sus tiempos fue anarquista.
—Está equivocado, pero lo que está equivocado es el «fue». Fui anarquista y soy anarquista.
—¡Eso es mejor todavía!… Entonces ud… Ah, ya comprendo: ud. es anarquista teórico. A ud. la doctrina anarquista le parece buena, pero o la halla inviable en la práctica, o por lo menos inviable para ud., en su vida de banquero y gran comerciante.
—No es nada de eso. Soy anarquista en11 teoría y soy anarquista en la práctica. Soy banquero y gran comerciante no a pesar de ser anarquista, sino porque soy anarquista.
—Ahora sí que no entiendo nada. Ud. establece entre su anarquismo y su negocio una relación, por así decir, de causa a efecto*.
[272D-6y7]
[M.]
—No es por así decir: es precisamente así. Me hice banquero y gran comerciante en obediencia, obediencia consciente y orientada12, a mis principios anarquistas.
Quedé boquiabierto. Me pasé la mano lentamente por la cabeza, como para quitarme un velo de asombro, y conseguí hablar.
—Pero vea: esto así es un embrollo cualquiera. Lo más natural es una cosa que muchas veces ocurre en discusiones: una cuestión de definiciones.
—¿De definiciones?
—Sí: estamos hablando de anarquismo sin definir la palabra. No nos entendemos, o por lo menos, yo no lo entiendo. Lo más seguro es que ud. entienda por anarquismo una cosa, y que yo entienda otra. Dígame ud. lo que entiende por anarquismo.
—Por anarquismo entiendo aquella doctrina social extrema que cuestiona13 que no debe haber entre los hombres otras diferencias o desigualdades sino las naturales, ni pesar sobre los hombres otras penas u otros males sino los que la propia Naturaleza da… La abolición, por consiguiente, de todas las castas, de la aristocracia, del dinero, de todas las convenciones sociales que promueven la desigualdad. La abolición, también, de todas las convenciones sociales contra la Naturaleza, las patrias, las religiones, el casamiento… ¿No era esto lo que ud. entendía por anarquismo?
—Oh, hombre, por desgracia para mi criterio, era justamente eso. Dígame: ¿estoy loco?
El banquero rió.
—¿Y ud. quiere curarse? Si quiere yo lo curo. El tratamiento es un poco largo.
11 Variante superpuesta para «en»: «en la».
* El texto está encabezado por el título El banquero anarquista, seguido de dos indicaciones: «perfeccionar el argumento de mutua influencia» y «aumentar el argumento extraído». Tal como 272D-2, constituye otra variante para el primer párrafo de la versión de 1922 (p. 5), continuando en 272D-6 y 272D-7.
12 «orientada», palabra dudosa, con variante superpuesta: «predeterminada».
13 «cuestiona», palabra dudosa, con variante superpuesta: «proclama».
Pero da resultado.
—¿El tratamiento? ¿Qué tratamiento?
—Voy, si ud. quiere, a explicarle todo eso: explicarle cómo me volví anarquista, explicarle cómo por ser anarquista me volví gran comerciante y banquero, gran comerciante y hasta, como ud. sabe, acaparador, continuo, por eso mismo y fiel a mis principios anarquistas. Lleva un rato decirlo pero ud. queda convencido. Por eso le dije que el tratamiento era un poco largo pero daba resultado. ¿Quiere escuchar?
—¡Eh, sí quiero! Diga, diga…
[272D-8]
[Mixto]
—Nací, como ud. sabe, de lo que en lenguaje burgués se llama «gente humilde», esto es, de gente pobre de clase trabajadora. Cuando se es pobre pero con aire burgués se dice «buena gente». Cuando se es trabajador pero autosuficiente se dice «gente del pueblo». Yo nací como humilde.
Sonreí. Él continuó.
—Cuando digo «pobre», quiero decir realmente pobre, una familia en que no se gana lo bastante para el sustento, y mucho menos para lo también mayormente necesario, o que puede ser necesario, como remedios. Cuando se es trabajador, pero se gana lo bastante para todo eso, ya se está en lo que yo llamo autosuficiente.
—Es el sentido lógico de la palabra, pero no es el usual.
—Pues no. Es por eso que le estoy explicando.
Sacó un cigarro de la cigarrera, le cortó bruscamente la punta, lo encendió con una rápida caricia, y después de meditar abstractamente un poco, mientras exhalaba la primera bocanada, me encaró con una especie de decisión intelectual.
—Nací, como le dije, de gente pobre. Entre padre y madre, hijos, y la mujer y el hijo de uno de ellos, éramos once en casa. Sólo cinco de nosotros trabajábamos: mi padre, yo y dos hermanos míos, pues los otros eran pequeños, y mi cuñada, que era costurera. Me estoy refiriendo, es claro, a la época en que comencé a volverme anarquista. (Incliné la cabeza). Con sólo cuatro trabajando, y ninguno ganando más que lo suficiente para alimentarse y vestirse decentemente sólo a sí mismo, puede ud. calcular cómo se vivía, se comía y se vestía en aquella casa. Pues era así que vivíamos, yo y la familia, cuando comencé a tener cabeza para pensar*.
[272D—9]
[Mixto]
—No comprendo. ¿Sin diferencia entre los propios trabajadores? ¿Usted quería que un aprendiz ganase tanto como un oficial, o un tipo que trabaja diez horas gane tanto como uno que trabaja siete?
* Texto que podría eventualmente sustituir la parte del diálogo del banquero que comienza por «Oiga. Yo nací del pueblo…» (p. 6).
—No es eso. Yo era tipógrafo. Y sabía que cualquiera de los oficiales de peluquero del negocio al lado de la tipográfica ganaba más que yo, por lo menos en ese momento, y sin contar propinas. No comprendía, dentro o fuera del sistema burgués, en qué el trabajo de un tipógrafo tenía menos valor, social o humano, que el trabajo de un peluquero. Ni entendía por qué es que, en buena ley, yo, tipógrafo, tenía que ganar más, porque lo ganaba, que un cavador de zanjas. Bien sé que económicamente eso se explica fácilmente; pero económicamente es lo que me sublevaba. Una economía que producía esos resultados era, para mí, y todavía lo es, una injusticia y una tiranía.
—Los obreros no siempre ven ese aspecto de la cuestión. Quiero decir, no siempre llevan el espíritu de observación hasta ese punto.
—Bien sé, pero lo llevé yo. Estúpido nunca fui, gracias a Di…, gracias a no sé qué…
Sonreímos ambos.
—Yo comprendí, es claro, que todo eso eran defectos del sistema burgués; que no era por culpa del peluquero que yo ganaba menos, ni por mi culpa que el cavador ganaba menos que yo. El sistema burgués, en sus distintos engranajes, protegía al peluquero más que a mí, y a mí más que al cavador. El mismo sistema que protegía a la modista más que a mi cuñada costurera, a mi patrón más que a mí, y al agricultor más que al peón de campo…
»Colmado de pensar todos los días —todos los días y todas las noches— en estas injusticias, me volví un profundo sublevado. Tampoco era fácil pensar en otra cosa. Era suficiente despertar para oír las lamentaciones de mi madre y las quejas de mi padre —casa donde no hay pan, mi viejo…—, era suficiente sentarme a la mesa para encontrar argumentos, desde las mismas quejas y trifulcas hasta lo que había encima de la mesa, lo que había para cinco y tenía que alcanzar para once… Era suficiente esto y todo lo demás… Era suficiente el tener que andar casi siempre con una camisa que en el mejor caso estaba medio rota y en el peor sucia, o tener que pasar un invierno entero sin que hubiera manera de conseguir un sobretodo, a no ser que dejase de dar el dinero en casa y hacerme pasar hambre no sólo a mí sino también a los otros, que no tenían culpa. Por fin, todo esto, y todo esto todos los días… *
[272D-10]
[Mec.]
—El ideal del anarquista es la libertad, la igualdad por la libertad, y la fraternidad por la igualdad en la libertad. Fíjese bien: lo que hay de igualdad en el sistema anarquista no acompaña a la libertad, proviene de ella. Para que pueda haber un sistema intermedio entre el sistema burgués y el anarquismo, y para que por él se pase suavemente hacia el anarquismo, ese sistema intermedio.
* Como se puede ver, el diálogo del interlocutor del banquero no continúa ninguno de sus diálogos en la versión de 1922, por lo que se debe conjeturar que otro nuevo texto, del que éste sería a su vez la continuación, se perdió o ni llegó a ser pasado por escrito.
Tiene que contener más libertad que el sistema burgués. Si no fuera así, no es un paso hacia el anarquismo, sino una simple sustitución del sistema burgués por otra cosa, o equivalente, si no hay acrecentamiento de libertad, o peor, si hay decrecimiento. Sustituir el sistema burgués por un sistema equivalente es tomarnos el trabajo de realizar esfuerzos, y tal vez hasta de derramar sangre y causar angustia, para quedar exactamente en lo mismo. Es como si gastáramos dinero y trabajo para mudarnos de una casa que queda lejos del Bajo, porque queda lejos del Bajo, a otra casa, del otro lado de la ciudad e igualmente lejos del Bajo.
Pero lo peor es que no apareció todavía ningún sistema que pueda ser considerado intermedio entre el capitalismo y el anarquismo, que no sólo sea superior en materia de libertad al capitalismo, sino que siquiera le sea equivalente. El socialismo y el comunismo se basan en la idea de igualdad, despreciando la de libertad. Son peores tiranías que el sistema burgués que, al menos, basándose en el individualismo, siempre se basa en una cosa que envuelve en germen la libertad. El socialismo y el comunismo vuelven al Estado omnipotente, y a los hombres iguales bajo ese monstruoso Rey Absoluto, que ni siquiera tiene cuerpo para que podamos matarlo. Con el socialismo y el comunismo el burgués pierde y el trabajador no gana.
El burgués se vuelve esclavo, lo que no era; el obrero, quedando igual al burgués, continúa siendo, con otro dueño, el esclavo que era. En el sistema burgués, un trabajador siempre podía, por trabajo o suerte, o cualquier otra razón, conseguir dinero, ir ascendiendo, hasta alcanzar un cierto grado de libertad, aquella libertad que el dinero puede dar. En el régimen socialista o comunista, no hay esperanza. Es la perfecta realización del infierno sobre la Tierra, y en el Infierno, por lo que parece, son todos iguales.
Ya ve ud., que yo no podía aceptar el socialismo o el comunismo, en cualquiera de las distintas formas de uno y de otro, como pasos hacia el anarquismo, por la simple razón de que ir hacia atrás no es el método más simple de ir hacia adelante. El hecho, mi viejo, es que socialismo y comunismo son regímenes de odio y, dígase en elogio de la humanidad, los regímenes de odio no pueden durar.
—Regímenes de odio, ¿cómo?
—El objetivo del socialismo y del comunismo no es elevar al trabajador sino rebajar al burgués. El trabajador queda en la misma, si no peor, como ya le dije. Lo que el burgués pierde, el obrero no lo gana. El anarquismo, por el contrario, es un régimen de amor, y nadie quiere oprimir a quien ama.
[272D-11 y dorso]
[Mixto]
—Está bien, comprendo. ¿Pero no habría otro tipo de sistema intermedio, realmente intermedio, entre el capitalismo y el anarquismo?
—Si lo hay, no lo conozco. Pero ud. verá, en el transcurso de mi exposición, que no veo necesidad de tal sistema… Vamos ahora al otro caso, el de, poniendo de lado al anarquismo por inviable o provisoriamente inviable, admitir un sistema anticapitalista menos radical que el anarquismo, pero con viabilidad o viabilidad inmediata o cercana. El socialismo y el comunismo, ya le mostré que no sirven; y si no sirven como sistemas de transición, mucho menos sirven (¡caramba!, da frío pensar en eso) como sistemas definitivos. De modo que lo que resta por examinar es si el anarquismo será viable, o si será viable en un tiempo relativamente cercano.
Comencemos por dejar de lado esa historia de lo «relativamente cercano». Lo que queremos es el bien de la humanidad, por la libertad: lo que queremos es trabajar para establecer el sistema que le dará ese bien. Hasta aquí está en nuestra mano. No está en nuestra mano, sino en la operación de las leyes naturales, el determinar la hora en que ese objetivo se realice. Por consiguiente, lo que tenemos que examinar es si es viable el sistema anarquista.
Comencemos por definir lo que viene a ser eso de viabilidad. No se entiende evidentemente, en el caso del anarquismo, su viabilidad en nuestro tiempo, con estas costumbres y maneras —maneras de actuar, de sentir y de pensar—, todas producto del sistema burgués. Eso equivaldría a preguntar si el anarquismo es viable dentro del sistema burgués. Se trata de saber si el anarquismo no contraría la naturaleza humana. Si no la contraría, es viable; si es viable, algún día, si permanentemente trabajamos por él, él ha de llegar.
La naturaleza humana se compone de dos elementos: los instintos naturales, como el de conservación y el sexual, y los instintos sociales, que se resumen en esto: en tener, con todos los otros hombres, una aspiración común. Tener, con todos los hombres, una aspiración común es —notará ud— la base del sentimiento religioso —dando al término, es claro, su sentido lato—, que es el más alto sentimiento humano, el de la fraternidad en un ideal común.
Cuando los hombres se vayan convenciendo de que la libertad es el supremo bien, y de que sólo en la libertad podemos ser iguales y amarnos como hermanos, porque lo seremos, el ideal anarquista habrá alcanzado el estadio religioso. Ahora, cuando un ideal o una aspiración alcanza el estadio religioso fatalmente vence, como lo prueba la historia de todas las religiones; y fatalmente vence porque se encuentra de acuerdo con lo que es, al mismo tiempo, el más alto y el más profundo, el más humano y el más puro de los sentimientos humanos, porque se encuentra, en suma, de acuerdo con la humanidad en sí misma, con la humanidad entera. ¿Se duda de que ese convencimiento se pueda dar, por gradualmente que sea, en todos los hombres? ¿Por qué? El propio sistema capitalista, porque es individualista, muestra la conveniencia y la belleza de la libertad, y porque es opresor, muestra su necesidad y la necesidad de remover las injusticias que la oprimen. ¿Les llevará tiempo a los hombres alcanzar ese convencimiento? Sin duda. Pero porque el convencimiento está de acuerdo con la propia naturaleza humana, puede llegar; como está de acuerdo con el instinto religioso, que traduce la aspiración en acción, puede vencer; como es estimulado, positiva y negativamente, por el régimen social en que vivimos, tiene con qué alimentarse y poderse formar. De acuerdo así con la naturaleza humana fundamental, pues no le impide ningún instinto natural, y de acuerdo también con la naturaleza humana superior, pues se adapta con su espíritu religioso, el anarquismo es enteramente viable.
Se detuvo un momento en lo que ya era un discurso. Estaba un tanto cansado. Señaló con un dedo la copa, mirando hacia el criado. Éste la llenó de coñac. Rehusé con la cabeza que llenara la mía. El banquero bebió de un trago. Pensó un poco. Se me ocurrió una objeción y la expuse.
—Ud. dice que si una aspiración social alcanza el estadio religioso, forzosamente vence, y me citó la historia de todas las religiones. Acepto el argumento, pero le hago notar lo siguiente: cualquier religión, después de vencer, ¿impuso realmente, o conservó realmente, la aspiración que la había formado? Fíjese en el cristianismo. Alcanzó el estadio religioso, venció, es verdad. ¿Pero lo que se realizó fue cristiano? ¿La civilización cristiana estuvo y está de acuerdo con los principios cristianos? ¿La paz, el amor entre los hombres, la caridad, la castidad, todo eso que está en el cristianismo, a ud. le parece que ha sido muy sobresaliente en la vida de la civilización cristiana?
—No me parece. Y presumo que ud. quiere decir que, alcanzando el anarquismo el estadio religioso, y realizándose de esa manera, malogrará, al realizarse, sus propios principios y aspiraciones exactamente como el cristianismo, en su realización malogró los suyos.
—De eso se trata.
—Pero, mi amigo, el cristianismo se malogró al realizarse porque es una religión antinatural, antinatural porque contraría casi todos los instintos humanos, y antinatural porque es sobrenatural. Y lo sobrenatural es antinatural de dos maneras: porque es sobrenatural, y porque sobre lo sobrenatural, que es invisible e inverificable, es imposible obtener la creencia y el acuerdo de todos los hombres. ¿A ud. no le parece más fácil que nosotros dos coincidamos en que este coñac es bueno, porque lo podemos probar, que en la idea que nos hagamos de la cara del francés que lo fabricó? Pues es mucho más fácil, mucho más natural y mucho más Q conseguir que los hombres aspiren a la libertad, que saben lo que es, que a un cielo o a un Dios del que no pueden tener en verdad idea alguna. Por otro lado, yo cité el hecho histórico de que siempre haya vencido una aspiración cuando alcanza el estadio religioso, simplemente para probar la viabilidad del anarquismo cuando alcance ese estadio. No comparé al anarquismo con ninguna religión, ni podría compararlo. El anarquismo es la irreligión natural, puesta por la Naturaleza en el corazón de los hombres. Empleo las frases religiosas, ud. entiende, pero les pongo un signo menos. Y así está claro.
—Si ud. hubiera dicho «el estadio místico», en lugar de «el estadio religioso», yo no hubiera hecho objeción alguna.
—Es verdad. Tiene ud. mucha razón. De hecho es eso lo que yo debería haber dicho. ¿Pero ud. comprende, no es verdad?
—Ahora, perfectamente*1.
[272D-12]
[Mixto]
No tenía escrúpulos. ¿Por qué había de tener escrúpulos? ¿Cómo puede tener escrúpulos quien está trabajando por la liberación de la humanidad?
Casi tuve ganas de reír, pero mi risa murió antes de pensar en nacer14. El banquero hablaba calurosamente y con evidente sinceridad.
Y en un gesto aún triunfal pidió la cuenta.
—Un colegio de jesuitas. Un jesuita debería retorcerse de rabia de ver cómo allí se realizó en serio la tal historia de, ¿cómo es que se llama?…, del
perinde ac cadaver. Los jesuitas, al menos, tienen la excusa del Otro Mundo. Los comunistas, hijo, son los jesuitas sin excusa. Hay intelectuales, profesores, estudiantes avanzados, y otras personas así que son socialistas y comunistas… Y ésos, en general, ni son de la tal «gente humilde» ni pasaron hambre ni… —Ahora deje eso, hombre, deje eso. ¿Usted considera que yo, yo que sé cómo se forma, cómo se forma en serio, un sublevado, usted considera que yo creo en la sinceridad de esos mierdas? Si un tipo cree en una cosa como el comunismo o el anarquismo sin haber pasado por lo que yo pasé. Que uno u otro se considere sincero, está bien: también hay mucha gente que se considera inteligente y no lo es, y que se considera buena y no lo es, y que se considera bonita y no lo es. ¡Bromas, mi amigo! Hay que pasar por cosas que a uno lo sublevan para llegar a ser un sublevado. No siendo así, sólo siendo un santo, porque sólo un santo puede tener, sólo por el corazón y sin que sea por la experiencia, amor a la humanidad.
—Pero, finalmente, siempre hay un Kropotkin, un Tolstoi…
—Y un Jesucristo, podía ud. agregar. Pero ésos son para mí de la especie de los santos. Y fíjese, ¿cuántos Kropotkin o Tolstoi considera ud. que andan por ahí dando vueltas por el mundo? Hombre, si el mismo Cristo era de gente humilde y, naturalmente, también pasó las suyas.
—Usted al menos no anda creyendo algo muy habitual entre sus correligionarios. Ud. acepta la existencia histórica de Cristo.
—Ni la acepto ni la dejo de aceptar. Me estoy sirviendo de argumentos que ud. pueda comprender, como si ud. fuese inglés y no hablase otra lengua, yo le estaría diciendo lo mismo en inglés*2.
*1 Es evidente que la página 272D-11 continúa la 272D-10. Todo este texto se presenta como variante de la respuesta del banquero a la pregunta: «¿Por qué escogió ud. esa fórmula extrema y no se decidió por cualquiera de las otras… de las intermedias?…» (p. 7).
14 Más adelante, en la misma página, variante para la última parte de la frase: «pero mi risa no llegó a ser generada».
*2 Se encuentran, claramente, tres secuencias distintas: un primer párrafo que remite al último diálogo de 27*0-3 y que no «encaja» en ningún momento de la versión de 1922; una frase aislada, variante de la última frase del cuento; la parte final, que continúa en la página 27*0-13, remitiendo también a 272D-3, y que se presenta como agregado, para ser insertado después de la referencia a la Revolución Rusa (p. 10).
[272D-13]
[Mixto]
—¿Entonces a qué atribuye ud. ese comunismo de los «intelectuales» y otros por el estilo?
—Quién sabe. La razón no ha de ser la misma para todos. En unos ha de ser a causa de esa porquería que se llama esnobismo. En otros será por aquello de que es la manera más moderna de vincularse con la religión. Los restantes, esos que parece que nacen para esclavos, y tienen como los rusos el ansia de que los manden, por influencia de compañías o de lecturas. Los más viejos y los más jóvenes a causa de la parte sexual del asunto. El amor libre, eso ya lo noté entre los anarquistas, fue siempre una teoría muy querida por los impotentes y por los onanistas.
—Y las mujeres, por lo que parece…
—Ah, eso…
—Hay una señora aquí cerca, en una mesa —le advertí rápidamente…
El banquero estuvo callado un momento, que aprovechó [para] encender de nuevo el cigarro.
—Continuemos con su exposición —le recordé.
El banquero asintió con la cabeza. Después de unos momentos prosiguió15.
—La tiranía es siempre la tiranía —dijo el banquero—. ¿Para qué diablos sustituir la tiranía social del sistema burgués por la tiranía de Estado del sistema socialista o del sistema comunista? Eso es pasar un preso de la celda 23 a la celda 24.
—La celda 24 puede ser más confortable —lo atajé sonriendo.
—Es posible, pero el único verdadero confort es la libertad. Vamos, déjeme continuar, o antes déjeme responder a su objeción… ¿Dice ud. por qué no opté yo por cualquier sistema intermedio entre el sistema burgués y el anarquismo? Ahora bien, eso puede entenderse de dos maneras: tomar a ese sistema intermedio como sistema definitivo y preferirlo al anarquismo, puede ser más viable o menos inviable; o tomar a ese sistema intermedio perfeccionamientos, a alcanzar finalmente el estadio anarquista. Ahora le voy a responder a ambas hipótesis…
15 Entre este párrafo y el diálogo siguiente, aparece destacada la frase: «No sé lo que ud. iba a decir, pero basta lo que ya se le escapó».