Martes, día 2
SEMANA 47
LITERATURA
¿Debo compararte con un día de verano?
Tú eres más encantadora y templada:
Los vientos de tormenta hacen temblar los preciados capullos primaverales,
y no tarda el estío en llegar a su fin.
En ocasiones el ojo del cielo brilla demasiado cálido,
y a menudo se ve desvaída su tez dorada;
y toda la belleza deja alguna vez de serlo,
ajada por el azar o por el variable flujo de la naturaleza.
Pero tu verano eterno no se marchitará,
ni perderá esa belleza que tú posees,
la muerte no se jactará de haberte convertido en sombra.
Cuando hayas sido elevada a versos eternos:
mientras los hombres puedan respirar y los ojos ver,
vivirán éstos y te darán a ti la vida.
Las impresionantes obras teatrales de William Shakespeare a veces hacen olvidar que escribió 154 sonetos, muchos de los cuales son grandes logros de la literatura inglesa. Estos sonetos, que se publicaron por vez primera en 1609, constituyen una profunda reflexión colectiva sobre el amor, la poesía y la muerte; entre ellos, el 18 es el más famoso y citado.
Los lectores suelen dar por sentado que el «Soneto 18» se dirige a una joven, objeto del amor del autor; sin embargo, aunque no cabe duda de que se trata de un poema romántico, en realidad expresa el amor que Shakespeare sentía por un amigo, el mismo joven caballero sin nombre al que están dedicados los primeros 126 sonetos. Los primeros son sobrios y ofrecen al joven lecciones sobre la vida y el matrimonio. Sin embargo, los últimos resultan más apasionados y destilan alegría, decepción y celos de una intensidad más típica de una relación amorosa que de una amistad. Los expertos siempre han debatido sobre la identidad del joven y sobre la naturaleza de su relación con el escritor, pero todavía sigue siendo una incógnita. De hecho, ni siquiera se sabe con certeza si Shakespeare es el narrador.
El «Soneto 18» reflexiona sobre la belleza, la fugacidad y el duradero poder del arte. El narrador afirma que la belleza de la naturaleza, e incluso del sol, se marchita con el tiempo y con el paso de las estaciones; pero como la del joven queda registrada en el soneto, su «eterno verano jamás se desvanece». Incluso la muerte se siente impotente frente a la eternidad del soneto, porque el poema, a través de sus «versos eternos», otorga al joven una vida que perdurará «mientras el ser respire y tengan luz los ojos».
La forma de soneto que Shakespeare popularizó surgió en Italia en el siglo XIV de la mano de Dante Alighieri y Petrarca. En la mayoría de los sonetos italianos, los ocho primeros versos (octava) plantean una pregunta o un dilema que después se responde o comenta en los últimos seis versos (sexteto). Sin embargo, este esquema sufrió algunos cambios en su paso a Inglaterra: en lugar de dividirse en octeto y sexteto, los poetas británicos preferían tres cuartetos seguidos de un pareado final en el que la historia da un giro inesperado; así es como compuso Shakespeare sus sonetos.