Martes, día 2

SEMANA 32

LITERATURA



La tierra baldía

La tierra baldía (1922), de T. S. Eliot (1888-1965), es la gran pesadilla de la poesía del siglo XX, una obra que aúna en sí misma todo el miedo, la alienación y la desilusión que emergieron en Occidente al término de la Primera Guerra Mundial. Repleta de alusiones a los mitos budistas e hinduistas, Ovidio, la Biblia, san Agustín, las leyendas del rey Arturo, Dante y Shakespeare entre muchas otras, representa una intersección fascinante entre las creencias y rituales antiguos y las crisis existenciales del mundo moderno.

Al igual que otros muchos trabajos del período modernista, La tierra baldía es en gran medida una respuesta a la Primera Guerra Mundial. El sinsentido de la pérdida de millones de vidas humanas dejó a Europa tambaleándose, como lo hizo la conciencia de que toda esa brutalidad se había perpetrado por las máquinas y la tecnología hechas por el hombre. Para muchos, el mundo se había vuelto de repente inhumano y carente de espiritualidad, y la civilización parecía derrumbarse sobre sí misma.

En La tierra baldía, Eliot se pregunta de qué manera se podía alcanzar la redención y el renacimiento en un escenario de tal desolación. Desde sus primeras líneas, el poema está repleto de imágenes de esterilidad y sequía enfrentadas con los intentos de la naturaleza y la humanidad de renacer.

Abril es el mes más cruel: engendra

lilas de la tierra muerta, mezcla

recuerdos y anhelos, despierta

raíces inertes con lluvias primaverales.

La línea narrativa del poema salta de forma brusca entre varias voces, desorientando al lector como si hubiese sido arrojado entre una multitud de extraños o abandonado en un lugar desconocido. A pesar de que estas voces agoreras se dirigen a menudo directamente al lector, las identidades del orador se mantienen ocultas:

Y te enseñaré algo que no es

ni tu sombra que te sigue por la mañana

ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro;

te mostraré el miedo en un puñado de polvo.

La tierra baldía está muy influida por la leyenda del rey Arturo y por referencias al rey pescador, el que fuera un líder poderoso y que, herido o discapacitado, dejó sus dominios como una tierra yerma e infecunda. El rey pescador no se cura y su reino no renace hasta que el caballero Perceval no completa una serie de tareas. Eliot invierte la mayor parte de La tierra baldía en intentar discernir cómo el mundo moderno puede lograr un renacer parecido. Al final, vuelve a haber un hilo de esperanza, al parecer por casualidad, pero en el mejor de los casos se trata de una esperanza frágil, a la que el orador de los últimos versos del poema, al igual que el resto de la humanidad, puede aferrarse sólo con cierta sensación de resignación.