Martes, día 2

SEMANA 10

LITERATURA



«Ozymandias»

Conocí a un viajero de una tierra antigua,

que dijo: «Dos enormes piernas de piedra y sin tronco

se yerguen en el desierto… cerca de ellas, en la arena,

yace medio enterrado un rostro hecho trizas, cuyo ceño,

sus labios fruncidos, su gesto despectivo de frío poder,

muestran que su escultor supo leer bien esas pasiones

que aún sobreviven, acuñadas en esos objetos inanimados,

a la mano que las creó y al corazón que las alimentó;

y en el pedestal, aparecen estas palabras:

¡Mi nombre es Ozymandias, Rey de Reyes,

contempla mi obra, tú, poderoso, y desespera!

Nada sobrevive a su lado. Alrededor de los restos desmoronados

de este colosal naufragio, desnuda e ilimitada

se extiende hacia la lejanía la solitaria y llana arena».

Percy Bysshe Shelley (1792-1822) fue uno de los más importantes poetas románticos ingleses de principios del siglo XIX. Estos artistas respondieron al racionalismo que había dominado el arte y la literatura durante la Ilustración en el siglo XVIII, celebrando en su lugar la sublimación de la naturaleza y el poder de la libertad, la pasión y las emociones humanas.

«Ozymandias» (1818) es un soneto de Shelley, que sigue el mismo esquema estricto de 14 versos que usaron Petrarca, Spenser, Shakespeare y otros durante el Renacimiento. Por lo general, un soneto se escribe en pentámetro yámbico: cada línea la componen cinco pies (unidades de dos sílabas que siguen un orden tónico-átono). Además, un soneto petrarquista, como lo es «Ozymandias», se divide habitualmente en dos partes: las ocho líneas de apertura (octava) y las seis finales (sexteto). A menudo la octava plantea una pregunta que responde el sexteto; en este caso, la primera dibuja una imagen sobre la que el segundo aportará luego una nota irónica.

El narrador de «Ozymandias» transmite una historia que ha escuchado sobre una estatua en su día grandiosa que ahora yace hecha añicos derrotada por el desierto. El «ceño» de la estatua y su «gesto despectivo de frío poder» transmite de forma arrogante el poder que una vez tuvo Ozymandias. Esa arrogancia alcanza su límite con su fanfarrona inscripción («contempla mi obra, tú, poderoso, y desespera»), que al instante es rebajada por la imagen de las vastas arenas que hace tiempo que enterraron esa «obra», rodeando la estatua de la nada más absoluta.

Shelley critica el poder político y su capacidad para sobrevivir al paso del tiempo, a la naturaleza y a la historia, algo típico del pensamiento romántico. El poema lleva implícita la insinuación de que el valor del arte es más duradero que cualquier autoridad política temporal. Después de todo, el poema y las imágenes que contiene han sobrevivido mucho más que el reinado de cualquier gobernante.

OTROS DATOS DE INTERÉS

1. «Ozymandias» fue inspirado por una estatua caída en el templo funerario de Ramsés 11, cerca de Luxor (Egipto). De acuerdo con el historiador de la antigüedad Diodoro, en su tiempo la estatua mostraba la inscripción «Rey de Reyes soy yo, Ozymandias. Si alguien quiere saber cuan grande soy y dónde estoy, que intente superar una de mis obras».