Siempre en todo su reflejo
fuerza es que el humano vea:
todo cuanto nos rodea
se nos convierte en espejo.
Dentro nosotros existe
la alegría ó la tristeza
de que á la naturaleza
nuestro espíritu reviste.
La flor que hollada verás,
sin saber por qué razón
te inspirará compasión,
y si tienes callos, más.
Los favores del sol cantas
con el alma agradecida
y él ni sabe que dé vida
a fotógrafos y plantas.
(Porque el sol, aunque te asombre,
ignora completamente
que alumbre en la tierra á un ente
que se haga llamar el hombre.
¡Si ignora nuestra existencia
hasta el insecto que zumba
sobre la cuna ó la tumba
con igual indiferencia!)
De nuestra esencia impregnamos
y damos nuestras pasiones
a todas las creaciones
que hacemos ó que aceptamos.
Quien vive siempre entre pena
y remordimiento y dudas
no sabe ver más que á Judas
en el cuadro de la Cena.
Miro á Cristo, y siempre en sus
ojos mi frialdad he visto;
y era todo fuego el Cristo
de Teresa de Jesús.
En todo estamos nosotros
copiados con perfección:
el hombre y la mujer son
lo que piensan de los otros.
Juzga que le aman el joven,
piensa el malo que le dañan,
cree el falso que le engañan,
teme el ladrón que le roben.
Y siguiendo estos juicios
sé que en los demás adoro
mis virtudes, ó deploro
amargamente mis vicios.
En ella, en mi dulce amada,
sólo á mí mismo me veo,
aunque á veces el deseo
multiplique mi mirada.
Y en verdad tanto es así,
tanto vivo yo en mi bella,
que hasta cuando pienso en ella
pienso que ella piensa en mí.
Si ella mi esperanza trunca
si ella me ha dado su fe,
ésta es cosa que no sé,
ni supe, ni sabré nunca.
Nunca el secreto maldito
de lo íntimo, de la esencia,
podrá arrancar nuestra ciencia
del seno del infinito.
Y en aislamiento profundo;
sin creer en nada ni á nadie,
la luz que mi mente irradie
me hará más oscuro el mundo.