Fabio; consejos me pides
que sirvan para guiarte
en las mundanales lides,
y consejos voy á darte;
¡ojalá no los olvides!…
¿Será así? No. ¡Quién ignora
la gran verdad que atesora
el verso, que tanto envidio,
aquel de Video meliora
sed[1]… etcétera, de Ovidio!…
Aunque olvides los demás,
sigue siempre este consejo:
no quieras á nadie más
que aquel que dentro verás
cuando mires á un espejo.
Sé bondadoso, sé humano,
sé, sobre todo, sencillo,
y lleva, cual todos, llano
el corazón en la mano…
y la mano en el bolsillo.
Cree en Dios y en la mujer.
¡Es tan cómodo el creer!
Aquel que se arroja al mar,
si fé no alcanza á tener
nunca aprenderá á nadar.
No sea libre tu opinión;
ponla antes, si bien la tratas,
hoy bajo la advocación
de San Éxito, patrón
de las personas sensatas.
Quien más grita que es sagrada,
santa la vida privada,
es fácil tenga esa vida,
imparcialmente juzgada,
más que privada, prohibida.
Eso es cierto, pero tú
no te metas en dibu—
ni en saber vidas age—
como dijo el otro, y ve
de enviarlos á Belcebú.
Si no lo hicieres tu error
hará que algún mal te alcance,
pues siempre anhela en tal trance
tener un lance de honor
quien tiene un honor… de lance.
Si fuese tu consejera
la pobreza con que lidio,
no la creas si dijera:
«Sé honrado de tal manera
que no vayas á presidio».
«Has de estudiar la moral
en el código penal».
«Ten por axioma profundo
que el mal, hoy por hoy, no es mal
hasta que lo sabe el mundo…».
Tu propio ser estudiar
te recomiendo, y no en vano;
estúdiate á ti y llegar
podrás pronto á despreciar
a todo el género humano.
Emplea la adulación,
pero nunca á manos llenas;
un simple ¡oh!, de admiración
basta á embriagar seis docenas
de reyes de la creación.
En fin: haz por ser virtuoso
de una manera agradable;
no quieras hacer el oso;
sé con todos bondadoso
y aprende á tirar el sable.