I
Abrazada con su madre
contemplaba triste Andrea
el entierro de su padre,
y alguien murmuró: —¡Qué fea!…—
Subiole al rostro el rubor,
arrugóse su entrecejo,
y, olvidando su dolor,
corrió á mirarse al espejo.
II
Un año después llorando,
y que su luto acababa
alegre considerando,
¡la madre á la hija así hablaba!…
—¡Hoy se cumple un año, Andrea!…
—¿Hoy?… ¡No recuerdo!… ¡Es extraño!…
¡Ah!, sí, sí… (¡Hoy hace un año
que un hombre me llamó fea!).