Sé que á tus ojos, bien mío,
no soy lo que tú á mis ojos;
sé que mi amor, si no enojos,
al menos te causa hastío.
Sé que aun que yo amor te rindo
con el pecho lacerado,
siempre que estás á mi lado
te fastidias de lo lindo.
Y pues sé tanto y aun más
que no puedes figurarte,
y pues sé, por otra parte,
que tú nunca me amarás;
no te pido tu querer,
ni quiero que amor me implores:
yo no quiero que me adores,
sino que me lo hagas ver.
Cuando á una cita responda,
para no armarte quimera
toseré por la escalera,
y si hay alguien, que se esconda.
Tú mitigarás mi hastío
contándome tus recelos,
o bien fingiéndome celos,
o llamándome ¡ángel mío!
Y en cambio serás ¡mi gloria!,
y aplacaré tu rigor
con juramentos de amor
aprendidos de memoria.
Y aunque el fuego nos alumbre
del amor sólo un invierno,
le llamaremos eterno,
según es uso y costumbre.
1872