Juan tenía un diamante de valía,
y, por querer saber lo que tenía,
la química estudió, y ebrio, anhelante,
analizó el diamante.
Mas ¡oh, qué horror!… Aquella joya bella,
lágrima, al parecer, de alguna estrella,
halló, con rabia y con profundo encono,
que era sólo un poquito de carbono…
Si quieres ser feliz, como me dices,
no analices, muchacho, ¡no analices!…