¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos
ya no son para mí,
lo que llama misterios sobrehumanos
el vulgo baladí.
Sólo la ciencia á mi ansiedad responde,
y por la ciencia sé
que no existe ese dios que siempre esconde
el último porqué.
Sé que soy un mamífero bimano
(que no es poco saber)
y sé lo que es el átomo, ese arcano
del ser y del no ser.
Sé que el rubor que enciende las facciones
es sangre arterial;
que las lágrimas son las secreciones
del saco lacrimal;
que la virtud que al bien al hombre inclina
y el vicio, sólo son
partículas de albúmina y fibrina
en corta proporción;
que el genio no es de Dios sagrado emblema,
no, señores, no tal:
el genio es un producto del sistema
nervioso cerebral,
y sus creaciones de sin par belleza
sólo están en razón
del fósforo que encierra la cabeza,
¡no de la inspiración!
Amor, misterio, bien indefinido,
sentimiento, placer…
¡palabrotas vacías de sentido
y sin razón de ser!…
Gozar es tener siempre electrizada
la médula espinal,
y en sí el placer es nada ó casi nada,
un óxido, una sal.
¡Y aun dirán de la ciencia que es prosáica!
¿Hay nada vive Dios,
bello como la fórmula algebraica
C = π r 2 ?
¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos
ya no son, para mí
lo que llama misterios sobrehumanos
el vulgo baladí…
Mas ¡ay!, que cuando exclamo, satisfecho:
¡todo, todo lo sé!…
siento aquí, en mi interior, dentro mi pecho
un algo… un no sé qué…