Tenía el tamaño de una casa pequeña, pesaba nueve mil toneladas y se desplazaba a cincuenta mil kilómetros por hora. A su paso sobre el parque nacional Grand Tetón, un turista alerta fotografió el bólido incandescente y su larga estela de vapor. En menos de dos minutos, la bola de fuego atravesó la atmósfera terrestre y volvió a perderse en el espacio.
Si se hubiera producido un pequeño cambio en la órbita durante los miles de millones de años que llevaba girando en tomo al sol, habría podido caer sobre cualquiera de las grandes ciudades del mundo con una potencia explosiva cinco veces superior a la de la bomba que destruyó Hiroshima.
El suceso tuvo lugar el 10 de agosto de 1972.