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FUEGO AMIGO

Pocas personas alcanzan a conocer con antelación el segundo exacto en que se producirá su muerte, y la mayoría de ellas renunciaría con mucho gusto a tal privilegio. La tripulación de la Goliat tuvo mucho tiempo —demasiado— para poner en orden sus asuntos, para despedirse de los suyos y para serenar el ánimo ante lo inevitable.

A Robert Singh no le sorprendió la petición de sir Colin Draker. Era lo que podía esperarse del científico y resultaba muy coherente. También era una distracción que sería bien recibida durante las escasas horas que quedaban.

—He consultado con Fletcher y está totalmente de acuerdo. Tomaremos el trineo y nos alejaremos mil kilómetros en la dirección desde la que se acerca el misil. Desde allí podremos transmitir a la Tierra información exacta de lo que suceda. Seguro que la información será muy valiosa ahí abajo.

—Una idea excelente, pero no sé si el transmisor del trineo tendrá potencia suficiente…

—No hay problema. Podemos enviar señal de vídeo en tiempo real a la cara oscura de la Luna o a Marte.

—¿Y después?

—Los escombros pueden alcanzarnos al cabo de un minuto, más o menos, pero no es probable que nos golpee algún fragmento. Calculo que los dos seguiremos admirando el espectáculo hasta que nos aburra. Entonces reventaremos los trajes espaciales.

Pese a la gravedad de la situación, el capitán Singh no pudo reprimir una sonrisa. La legendaria flema británica no estaba extinguida del todo y todavía tenía su utilidad.

—Existe otra posibilidad: el misil podría arrollar el trineo a su paso.

—No hay peligro de que suceda tal cosa. Conocemos su trayectoria aproximada y nos mantendremos a una prudente distancia.

Singh tendió la mano al geólogo.

—Buena suerte, Colin. Casi estoy tentado de acompañarlos, pero el capitán debe permanecer en la nave…

Hasta el penúltimo día, la moral se había mantenido sorprendentemente alta. Robert Singh estaba muy orgulloso de su tripulación. Sólo uno de los hombres se sintió tentado de anticipar lo inevitable, pero la doctora Warden lo había disuadido de ello tras una charla discreta.

De hecho, todo el mundo estaba en mucho mejor estado psicológico que físico. Los obligados ejercicios en gravedad cero habían sido abandonados alegremente, pues habían dejado de tener sentido. A bordo, nadie esperaba tener que soportar de nuevo la gravedad.

También dejaron de preocuparse por la línea, y Sonny se superó a sí mismo elaborando platos que hacían la boca agua y que en circunstancias normales la doctora Warden habría prohibido al instante. Aunque no se molestó en comprobarlo, la doctora calculó que el aumento medio de masa era de casi diez kilos.

Es un fenómeno muy conocido que la inminencia de la muerte incrementa la actividad sexual, por razones biológicas fundamentales que en esta ocasión no venían al caso, pues no habría una siguiente generación que continuara la estirpe.

Durante aquellas últimas semanas, la tripulación de la Goliat, lejos de guardar las distancias, se lanzó a experimentar con las más variadas combinaciones y permutas. Nadie a bordo tenía la menor intención de andarse con remilgos ante la inminencia de la noche fatídica.

Y por fin, de pronto, llegó el último día… y la última hora. A diferencia de la mayor parte de la tripulación, Robert Singh se dispuso a afrontarla a solas con sus recuerdos.

Pero ¿cuál escoger, de los miles de horas de evocaciones que tenía almacenados en chips de memoria? Los recuerdos estaban ordenados cronológicamente, así como por localidades, lo cual facilitaba el acceso a cualquier incidente. El último problema de su vida sería seleccionar el adecuado. Por alguna razón que no lograba explicarse, la elección parecía de una importancia vital.

Podía volver a Marte, donde Charmayne ya les había explicado a Mirelle y a Martin que no volverían a ver a su padre. Sí, él ya pertenecía a Marte. Y lo que más lamentaba era que nunca llegaría a conocer a su hijo pequeño en carne y hueso.

No obstante, el primer amor era siempre irrepetible. Nada de cuanto sucedía más tarde en la vida podía cambiar eso jamás.

Se despidió por última vez, se ajustó el casquete a la cabeza y se reunió de nuevo con Freyda, Toby y Tigresa en las costas del océano Indico.

No lo perturbó ni siquiera la onda de choque.