VII

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DECISIÓN DEL MANDO

La decisión había sido unánime a bordo del Air Force One: veinte vidas no podían pesar más que tres mil millones. Sólo quedaba por resolver una cuestión: ¿era necesario un segundo referéndum?

La votación en el primero había sido un «sí» abrumador. El 85 % de la raza humana había preferido correr el riesgo de enfrentarse a un Kali fragmentado que a un impacto de todo el asteroide. Al tomar tal decisión se daba por sentado que la Goliat se habría retirado a lugar seguro antes de que la bomba fuera detonada.

—Ojalá pudiéramos mantener el Asunto en secreto, sobre todo después de lo que han pasado el capitán Singh y su tripulación, pero eso es imposible, por supuesto. Es preciso celebrar el referéndum.

—Me temo que el consejero tiene razón —asintió Power, que presidía la sesión—. Es inevitable, tanto desde un punto de vista práctico como moral. Cuando apuntásemos la bomba en lugar de desviarla, no habría modo de mantener el secreto.

Y aunque salváramos al mundo, nuestros nombres pasarían a la historia como nuevos Poncio Pilatos.

Aunque una parte de los miembros del consejo no entendió la referencia, todos se mostraron de acuerdo. Horas más tarde, los consejeros recibieron la seguridad de que no era necesario el segundo referéndum.

—Tal vez imaginen —dijo sir Colin Draker— que esto es más fácil para mí, que entro ya en mi segundo siglo de vida, pero se equivocan. Tengo muchos proyectos.

»El capitán Singh y yo hemos estudiado el tema y estamos de acuerdo. La decisión es sencilla. Nuestra situación es desesperada, pero aún podemos escoger cómo queremos que nos recuerde el mundo.

»La bomba de un gigatón se dirige hacia Kali. La decisión de hacerla estallar se tomó hace semanas. Que todavía estemos aquí cuando llegue ha sido de mala suerte.

»Alguien tendrá que asumir la responsabilidad en la Tierra. Imagino que el Consejo Mundial estará reunido ahora mismo y que en cualquier momento recibiremos un mensaje que diga: “Lo sentimos, muchachos, pero éste es el final.” Sólo espero que no añadan: “Esto nos duele aún más que a vosotros.” Aunque, bien pensado, tendrían toda la razón. Nosotros no nos enteraremos, pero ahí abajo se sentirán culpables durante el resto de su vida.

»En fin, podemos ahorrarles ese trance. Lo que el capitán y yo sugerimos es que aceptemos la realidad de la situación y aceptemos lo inevitable con buen ánimo. Suena mejor en latín, pero hoy en día nadie domina la lengua de los romanos: Morituri te salutamus.

»Y quisiera añadir una cosa más. Cuando mi compatriota Robert Falcon Scott agonizaba en su camino de regreso del Polo Sur, la última anotación que hizo en su diario fue: “Por el amor de Dios, ocupaos de los nuestros.” Es lo menos que puede hacer la Tierra.

Como había sucedido a bordo del Air. Force One, la decisión a bordo de la Goliat fue rápida y unánime.