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PLAN DE CONTINGENCIA

Aunque el venerable espacioplano, llamado todavía Air Forcé One, era más viejo que la mayoría de los hombres y mujeres sentados en torno a la mesa de conferencias de su histórico salón, había sido mantenido con amoroso cuidado y aún seguía perfectamente operativo. Sin embargo, rara vez se utilizaba; era la primera ocasión en que se reunía a bordo el Consejo Mundial en pleno. Los tecnócratas que actuaban como cerebros —humanos— del planeta, normalmente trataban sus asuntos por circuitos de telecomunicaciones, pero esta cuestión se salía de lo normal y el Consejo nunca había hecho frente una responsabilidad tan abrumadora.

—Todos ustedes tienen el resumen del informe de mi personal técnico —expuso el director general de Energía—. No ha sido fácil encontrar los planos y proyectos de construcción, pues casi todos fueron destruidos deliberadamente. Sin embargo, los principios generales son bien conocidos y el museo imperial de la Guerra, en Londres (del que no había oído hablar en mi vida), posee un modelo completo de veinte megatones…, desactivado, por supuesto. No será problema reproducirlo a mayor escala, si conseguimos a tiempo los materiales necesarios. ¿Materias primas?

—Con el tritio no hay problema, pero el plutonio y el uranio 235 para armamento… Nadie ha necesitado esos materiales desde que dejamos de utilizar explosiones nucleares en minería.

—¿Qué hay de la idea de rescatar alguno de esos reactores y depósitos de residuos enterrados?

—La hemos estudiado, pero manipular esos depósitos sería demasiado complicado. Tendremos que empezar desde el principio.

—¿Se podrá hacer?

—Sinceramente, con el tiempo de que disponemos… No lo sé. Haremos cuanto podamos.

—Bien, tendremos que confiar en que sea suficiente. Eso nos lleva al sistema de transporte. ¿Cómo está el asunto?

—Está muy claro. El carguero más pequeño hará el trabajo…, en vuelo automático, por supuesto. Aunque la alternativa tal vez habría seducido a alguno de mis antepasados kamikazes.

—Entonces sólo nos queda tomar una decisión: ¿merece la pena intentarlo o no hará más que empeorar las cosas? Si conseguimos impactar en Kali con una potencia de mil megatones, es posible que el asteroide se parta en dos fragmentos.

Si intervenimos a tiempo, la rotación de Kali hará que ambos fragmentos se separen de modo que pasen de largo, uno a cada lado de la Tierra. O puede que sólo impacte una de las mitades, lo cual representaría al menos la salvación de bastantes millones.

»Pero también podemos convertir Kali en una masa de metralla, de fragmentos, que siga desplazándose en la misma órbita. Muchos de ellos se consumirían en la atmósfera, pero otros muchos no. Qué es mejor, ¿una única megacatástrofe en un punto, o cientos de catástrofes más pequeñas cuando los fragmentos lluevan por todo un hemisferio?

Ocho hombres y mujeres permanecieron sentados en silencio, deliberando sobre el destino de la Tierra. Por fin, uno de los miembros del Consejo preguntó:

—¿Cuánto tiempo tenemos para tomar una decisión?

—Dentro de cincuenta días sabremos si la Goliat ha conseguido desviar a Kali, pero no podemos quedarnos sentados mano sobre mano hasta entonces. Si la operación Desvío fracasa, sería demasiado tarde para hacer nada. Propongo que lancemos el misil lo antes posible. Siempre podemos abortar la misión, si resulta innecesaria. ¿Votamos?

Todas las manos, salvo una, se fueron levantando lentamente.

—¿Sí? ¿Tiene alguna reserva, consejero?

—Me gustaría clarificar algunas cuestiones legales. En primer lugar debería celebrarse un referéndum mundial, porque el tema afecta a la ley de Derechos Humanos. Afortunadamente hay mucho tiempo para hacerlo.

»La segunda cuestión, que puede parecer poco importante en comparación con la supervivencia de la mayor parte de la raza humana, es si podrá alejarse a tiempo la Goliat cuando explosionemos el asteroide.

—Desde luego. Serán advertidos con suficiente antelación, aunque no podemos garantizar una seguridad absoluta: incluso a un millón de kilómetros cabe la posibilidad de un impacto desgraciado, pero el peligro será insignificante si la nave escapa hacia la Tierra, en dirección contraria a la que lleva el misil.

—Eso me tranquiliza. Cuente con mi voto. Sigo confiando en que el plan resulte innecesario, pero cometeríamos una negligencia imperdonable si no contratáramos una póliza de seguros para el planeta.