18
PERCEPCIÓN RETROSPECTIVA

Después de seis meses, el caso de Kate todavía estaba retenido.

Bobby hacía llamadas varias veces por semana para ver al agente especial Michael Mavens, del FBI. Mavens constantemente rehusaba verlo.

Entonces, de manera repentina y para sorpresa de Bobby, Mavens lo invitó a venir al Departamento Central del FBI en Washington, D. C. Bobby arregló apresuradamente la plaza en un vuelo.

Lo halló a Mavens en la oficina de éste: una pequeña caja anónima que carecía de ventanas y era sofocante. Mavens estaba sentado detrás de un escritorio atestado de papeles, con los pies apoyados sobre una pila de cajas con carpetas; se había quitado la chaqueta y llevaba la corbata suelta, mientras miraba un noticiario en una pequeña pantalla flexible. Con un ademán le indicó a Bobby que permaneciera en silencio.

La noticia que estaban pasando se refería al alcance de las actividades del escuadrón de la verdad de los ciudadanos, que llegaba hasta los rincones más sombríos del pasado ahora que, en respuesta a un clamor poderoso e inmediato, las facultades de retrospección de las cámaras Gusano por fin se habían hecho accesibles al uso privado.

En medio de la investigación del sucio pasado del prójimo, entre la contemplación con admiración o sorpresa o vergüenza de cómo habían sido ellos mismos cuando eran más jóvenes, las personas habían empezado a dirigir la mirada impía de las cámaras Gusano hacia los ricos y poderosos. Se había producido un aluvión nuevo de renuncias a cargos públicos y a instituciones y empresas prominentes, cuando se exhumaron diversos delitos cometidos en el pasado. Se estaba dando a conocer toda una serie de antiguos atropellos. Una vez más se revolvían las brasas del antiguo escándalo relativo al conocimiento que las compañías fabricantes de cigarrillos tenían —en verdad, más que conocimiento, manipulación— de los efectos tóxicos y adictivos de los productos que elaboraban. La complicidad y la obtención de utilidades que tuvieron las compañías más grandes del mundo en la Alemania nazi, habían sido aun más amplias de lo que se había imaginado; muchas compañías todavía seguían operando y algunas de ellas eran estadounidenses; la justificación de que se había dejado sin completar la desnazificación con el objeto de ayudar a la recuperación económica después de la guerra parecía ser, vista a la distancia, dudosa. La mayor parte de los fabricantes de computadoras en verdad habían tomado recaudos inadecuados para proteger a sus clientes, cuando los microprocesadores en frecuencia de microonda habían aparecido en el mercado durante la primera década del siglo, lo que desembocó en una enorme cantidad de casos de cáncer…

Bobby dijo:

—Esto da por tierra con las predicciones agoreras respecto de cómo nosotros, la gente común y corriente, no íbamos a ser lo suficientemente maduros como para manejar una tecnología tan poderosa como la del visor retrospectivo: todo esto me parece una actitud bastante responsable.

Mavens gruñó:

—Puede ser. Aunque todos estamos usando las cámaras Gusanos para las cosas baladíes también. Por lo menos, esos ciudadanos que actúan como cruzados no se limitan a fustigar al Estado. Siempre pensé que las grandes empresas representaban una amenaza para la libertad mucho mayor que la que nosotros hubiéramos podido significar. De hecho, los del Estado somos los únicos que los mantenemos bajo control.

Bobby sonrió.

—En Nuestro Mundo tenemos una serie de denuncias por el conflicto de las microondas. Todavía se está fijando el monto de las demandas por compensación.

—Toda la gente se está disculpando con toda la gente. ¡Qué mundo!… Bobby, tengo que decirle que sigo sin creer que podamos lograr mucho progreso con el caso de Ms. Manzoni. Pero podemos hablar sobre ello, si usted lo prefiere. —Mavens daba la impresión de estar agotado y tenía ojeras, como si hubiera estado sin dormir.

—Si no hay progresos, ¿por qué estoy aquí?

Mavens parecía sentirse desdichado, incómodo, un tanto fuera de lugar. Había perdido la intrépida certeza juvenil que Bobby recordaba de él.

—Debido a que tengo tiempo a mi disposición, que me llegó en forma súbita. No, no estoy suspendido, en caso que usted lo piense. Digamos que es un período sabático. Uno de mis antiguos casos fue sometido a revisión. —Miró fijamente a Bobby—. Y…

—¿Qué?

—Quiero que vea lo que la cámara Gusano nos está haciendo realmente. Tan sólo una vez, un ejemplo. ¿Recuerda el asesinato de Wilson?

—¿Wilson?

—Ciudad de Nueva York, hace unos años. Un adolescente de Bangladesh… había quedado huérfano como consecuencia de las inundaciones de 2033.

—Lo recuerdo.

—La oficina de reubicación de las Naciones Unidas le había encontrado a este refugiado en particular, llamado Mían Shanf, un hogar adoptivo en Nueva York. Una pareja de edad madura, sin hijos, que ya antes había hecho una adopción —una niña, Barbara— y la había criado muy bien… en apariencia.

El desarrollo de los hechos pareció ser simple: a Mian lo mataron en su hogar. Mutilado, antes y después de que se lo matara; en apariencia, se lo había violado. El padre fue el sospechoso principal. —Hizo una mueca que se parecía a una sonrisa—. Los miembros de la familia siempre lo son.

»Trabajé en el caso. El personal forense fue ambiguo en la expresión de sus hallazgos y los mapas psíquicos de Wilson no exhibían una propensión especial hacia la violencia, ya fuese sexual o de cualquier otra índole. Pero tuvimos suficientes pruebas como para que se lo declarara culpable. Philip George Wilson fue ejecutado mediante una inyección letal el 27 de noviembre de 2034.

—Pero ahora…

—Debido a la exigencia que se le impone al tiempo de uso de la cámara Gusano para casos nuevos e irresueltos, la revisión de casos cerrados como el de Wilson tuvo baja prioridad. Pero ahora el público, que se puso en línea con estas cámaras, está buscando por sí mismo y está empezando a promover agitación para que se vuelva a abrir casos antiguos: los amigos, la familia, hasta los convictos mismos.

—Y ahora le toca al caso Wilson.

—Sí. —Mavens sonrió a medias—. Quizás usted pueda entender cómo me estoy sintiendo: verá, antes de la cámara Gusano nunca podía estar seguro de cuál era la verdad en un caso cualquiera dado. No existe testigo que sea ciento por ciento confiable. Los perpetradores saben cómo mentir en los exámenes psiquiátricos. Yo no podía conocer lo que había ocurrido, a menos que hubiera estado ahí.

»Wilson fue el primer criminal convicto al que se ejecutara como consecuencia de mis investigaciones. Yo sabía que había hecho lo mejor que podía para llegar a la verdad. Pero ahora, años después del hecho, he podido ver el supuesto crimen de Wilson por primera vez… y descubrí la verdad sobre el hombre a quién yo envié a la inyección.

—¿Está seguro de que me lo tiene que mostrar?…

—Estará en el dominio público muy pronto. —Mavens torció la pantalla flexible hacia Bobby para que éste pudiera ver, y empezó a teclear para llamar una grabación.

La pantalla se encendió para mostrar un dormitorio: había una cama amplia, un ropero y estantes; en la pared había carteles animados de estrellas del rock y de los deportes y afiches de películas. Un adolescente estaba tendido boca abajo sobre la cama. Era delgado, vestía una camiseta de manga corta y pantalones de denim y estaba apoyado sobre los codos leyendo libros y mirando una pantalla flexible de colores primarios, mientras mordisqueaba un lápiz. Era moreno y su cabello era una mata negra como el azabache.

Bobby preguntó:

—¿Ése es Mian?

—Sí. Un muchacho brillante, que vivía tranquilo y se esforzaba mucho. Acá está haciendo sus tareas para la escuela. Shakespeare, casualmente. Tiene trece años, aunque supongo que parece un poco menor… bueno, ya no va a envejecer más. Dígame si quiere que detenga esto.

Bobby hizo un movimiento breve con la cabeza, para que prosiga. Estaba resuelto a llegar hasta el final. Esto era una prueba, pensó, una prueba de su nueva humanidad.

La puerta se abrió hacia afuera, dando paso a un hombre maduro y corpulento.

—Aquí viene el padre, Philip George Wilson. —Wilson llevaba una botella de gaseosa, la abrió y la puso sobre la mesa de luz. El muchacho miró a su alrededor y dijo unas palabras.

Mavens explicó:

—Sabemos lo que dijeron: qué estás estudiando, a qué hora vuelve mamá a casa, bla, bla. Nada de importancia; tan sólo un diálogo común y corriente.

Wilson despeinó afectuosamente el cabello del muchacho y salió de la habitación, Mian se lo volvió a alisar y regresó a su tarea.

Mavens congeló la imagen: el muchacho se convirtió en una estatua, la imagen de la cual titilaba levemente.

—Permítame decirle lo que creímos que había pasado después, tal como lo reconstruimos allá por 2034:

»Wilson regresa a la habitación. Hace una especie de propuesta indecorosa al muchacho. El muchacho lo rechaza. Así que Wilson lo ataca. Quizás el muchacho se defiende; de haber sido así, no le hizo daño alguno a Wilson. Wilson tiene un cuchillo que, dicho sea de paso, nunca encontramos. Corta y desgarra la ropa de Mian. Lo mutila. Después de matar al muchacho cortándole la garganta, puede haber tenido contacto sexual con él o puede haberse masturbado: encontramos salpicaduras del semen de Wilson sobre el cuerpo.

»Y después, con el cuerpo inerte en brazos, cubierto de sangre, grita 911 al motor de búsqueda.

—No me dirá en serio que hizo esto.

Mavens se encogió de hombros.

—La gente actúa de manera extraña. Los hechos concretos son que no había manera de que alguien entrara o saliera del departamento, con excepción de las ventanas y puertas, que estaban cerradas con llave y ninguna de las cuales había sido violentada. Las cámaras de segundad del vestíbulo nada mostraban.

»No teníamos más sospechosos que Wilson y un montón de pruebas contra él. Nunca negó lo que había hecho. Creo que, quizás, él mismo creía que lo había hecho, aun cuando no lo recordara en absoluto.

»Nuestros expertos estaban divididos: tenemos psicoanalistas que dicen que saber que había cometido ese acto aberrante fue demasiado para la psiquis de Wilson y no lo pudo soportar, así que lo reprimió, salió del episodio y volvió a algo parecido a la normalidad. Pero también tenemos cínicos que dicen que estaba mintiendo, que sabía con exactitud lo que estaba haciendo y que, cuando se dio cuenta de que no podía salir airoso en la resolución del crimen, fingió problemas mentales para asegurarse una sentencia más leve. Y tenemos neurólogos que dicen que es probable que padeciera de una forma de epilepsia.

Bobby dio el pie para el remate de esta exposición.

—Pero ahora conocemos la verdad.

—Sí. Ahora, la verdad. —Mavens pulsó la pantalla flexible y se reanudó la grabación.

En el rincón del dormitorio había una tapa enrejada para el sistema de aire acondicionado: la tapa saltó de su marco repentinamente, dejando la boca de ventilación abierta. El muchacho, Mian, se puso de pie enseguida, con aspecto de estar sobresaltado y retrocedió hasta el rincón opuesto.

—Hasta ese instante, Mian no había gritado —dijo Mavens en voz baja—. Si lo hubiera hecho…

En ese momento una figura se arrastró hacia afuera de la boca de ventilación: era una muchacha, vestida con un ajustado traje de esquiar hecho de spandex. Parecía tener dieciséis años; pudo haber (sido algo mayor. Sostenía un cuchillo. Mavens volvió a congelar la imagen. Bobby frunció el entrecejo.

—¿Quién diablos es ella?

—La primera hija que habían adoptado los Wilson. Se llama Barbara: recordará usted que la mencioné. Acá tenía dieciocho años y había estado viviendo lejos del hogar desde hacía unos dos años. —Pero seguía teniendo el código de seguridad para ganar acceso al interior del edificio.

—Sí. Vino disfrazada. Después penetró en los conductos de aire, que en un edificio de esa antigüedad eran del tipo grande y muy amplio.

»Usamos la cámara para hacer el seguimiento de la muchacha unos años más allá en el pasado: resulta ser que la relación con su padre era un poco más compleja de lo pensable.

»Se llevaban bien cuando Barbara vivía en el hogar. Después que se fue a la universidad tuvo algunas experiencias malas. Quiso volver al hogar. Los padres discurrieron sobre el asunto pero la alentaron para que se quedara fuera de casa, para que se volviera independiente.

»Quizás estuvieron equivocados al proceder así, quizás estuvieron en lo correcto. Pero tuvieron buena intención.

»La muchacha volvió a su casa de todos modos, una noche en que la madre había salido. Se metió subrepticiamente en la cama donde dormía el padre y practicó sexo oral con él. Ella fue la iniciadora, pero él no la detuvo. Después, el padre se sintió lleno de culpa. El muchacho, Mian, estaba durmiendo en la habitación de al lado.

—Entonces tuvieron una riña…

—No. Wilson estaba angustiado, avergonzado, pero trató de mantener la sensatez. Volvió a enviar a la hija a la universidad y habló sobre olvidar todo lo que había pasado; era algo que no se volvería a repetir. Quizá realmente creía que el tiempo cerraría las heridas. Pues bien, se equivocó.

Lo que no había entendido eran los celos de Barbara. La muchacha se había convencido de que Mian la había desplazado en el afecto de sus padres y que él era la causa de que a ella se la hubiera enviado lejos del hogar.

—Claro. Entonces ella trata de seducir al padre, de encontrar otra manera de volver…

—No fue exactamente así. —Mavens pulsó la pantalla flexible y el pequeño drama volvió a desarrollarse una vez más.

»Mian, al reconocer a su hermana adoptiva, se sobrepuso a la conmoción y avanzó. Pero, con velocidad sorprendente, Barbara saltó hacia él. Le aplicó un golpe en la garganta con el codo, lo que dejó al muchacho tomándose el cuello con desesperación, boqueando por aire.

—Astuta —señaló Mavens con tono profesional—, ahora Mian no puede gritar pidiendo ayuda.

Barbara empujó al muchacho poniéndolo de espaldas y se puso a horcajadas sobre él. Le agarró las manos, las retuvo sobre la cabeza de él y empezó a acuchillarle la ropa.

—No parece tan fuerte como para hacer eso —comentó Bobby.

—No es la fuerza lo que importa: es la decisión. Mian no podía creer, ni siquiera en este mismo momento, que esta muchacha, una muchacha a la que consideraba su hermana, le fuera a hacer daño en serio. ¿Lo creería usted?

Para estos momentos, el pecho del muchacho estaba desnudo. Barbara llevó el cuchillo hacia abajo…

Bobby interrumpió secamente:

—Suficiente.

Mavens pulsó un botón y la pantalla flexible se borró, para profundo alivio de Bobby.

Mavens dijo:

—El resto son detalles. Cuando Mian estuvo muerto lo apoyó contra la puerta y llamó a gritos a su padre. Wilson vino corriendo.

Al abrir la puerta, el cuerpo tibio de su hijo cayó en sus brazos. Y ahí fue cuando llamó al motor de búsqueda.

—Pero el semen de Wilson…

—Barbara lo había conservado, después de esa noche en que le hizo sexo oral, en un encantador criofrasquito que la muchacha había extraído de un laboratorio médico. Había estado planeando todo, aun desde fecha tan lejana como ésa. —Se encogió de hombros—. Todo salió bien. Venganza, la destrucción del padre que, tal como ella lo veía, la había desdeñado. Todo funcionó, por lo menos hasta el advenimiento de la cámara Gusano. Y, por eso…

—Y por eso se condenó al hombre equivocado.

—Ejecutó.

Mavens pulsó la pantalla flexible e hizo aparecer una imagen nueva: era la de una mujer cuarentona, rubia. Estaba sentada en una oficina deprimente y despintada. Tenía la cara contraída por el dolor.

—Ésta es Mae Wilson —explicó Mavens—, la esposa de Philip, la madre de los dos hijos adoptados. Ya se había resignado a la muerte del hijo, resignado a lo que consideraba el espantoso crimen perpetrado por su marido. Hasta se había reconciliado con Barbara, había hallado consuelo en ella. Ahora —en este mismo momento— tuvo que enfrentar una verdad mucho más espantosa.

Bobby se sentía incómodo enfrentado a este horror, a este dolor en carne viva. Pero Mavens congeló la imagen.

—Ahí mismo —murmuró—. Fue ahí mismo cuando le partimos en dos el corazón. Y eso es mi responsabilidad.

—Usted hizo las cosas lo mejor que pudo.

—No. Pude haber hecho mejor las cosas. La muchacha, Barbara, tenía una coartada pero, al mirarla en forma retrospectiva, es una coartada que pude haber destruido. Había otros detalles pequeños: discrepancias en los horarios, la distribución de la sangre. Pero no vi todo eso. Eso es lo que la cámara Gusano es: es una máquina de la verdad.

Bobby movió la cabeza en gesto de desacuerdo.

—No. Es una máquina de percepción retrospectiva.

—Tiene que ser justa para que la verdad reluzca —dijo Mavens—. Sigo creyendo en eso. Claro que creo en eso. Pero, a veces, la verdad hiere más allá de las convicciones. Como a esta pobre de Mae Wilson. ¿Y sabe qué? La verdad no la ayudó: no le devolvió a Mían ni a su marido. Todo lo que hizo fue arrebatarle a la hija también.

—Todos vamos a tener que pasar por eso, de una forma o de otra, vernos forzados a enfrentar cada error que hayamos cometido. —Puede ser— dijo Mavens en voz baja. Sonrió y pasó el dedo por el borde del escritorio. —He aquí lo que la cámara Gusano hizo por mí. Mi trabajo ya no es más un ejercicio intelectual, enigmas tipo Sherlock Holmes. Ahora me siento todos los días y me pongo a observar la decisión, el salvajismo, el… el frío cálculo. Somos animales, Bobby. Bestias, debajo de estos limpios trajes con que nos vestimos—. Sacudió la cabeza sin dejar de sonreír y pasó el dedo por el escritorio, para atrás y para adelante, para atrás y para adelante.