15
CONFABULACIÓN

Bobby encontró la sala de entrevistas, ubicada en las entrañas de este antiguo edificio de tribunales, deprimente en extremo. Las paredes deslucidas daban la impresión de que no se las hubiera pintado desde principios de siglo y aun se distinguía el verde pálido propio de las reparticiones del Estado.

Y sería en esa sala que se habría de desollar, pedazo por pedazo, la vida privada de Kate.

Kate y su asesora letrada, una mujer excedida de peso y que no sonreía, estaban sentadas en duras sillas de plástico, detrás de una deslucida mesa de madera, sobre la que se agrupaban distintos dispositivos de grabación. A solicitud de Kate, Bobby mismo estaba sentado en una posición algo más elevada sobre un banco duro, en la de atrás de la sala, como único testigo de esta extraña representación teatral.

Clive Manning, el psicólogo designado por el tribunal que oficiaría de perito en el caso de Kate, se hallaba parado en el frente de la sala, pulsando una pantalla flexible que estaba fijada en la pared. Las imágenes de la cámara Gusano, tenuemente iluminadas y padeciendo de una distorsión tipo ojo de pescado, parpadearon cuando Manning buscó el punto de iniciación. Al final encontró el lugar que deseaba: era la imagen congelada de Kate con un hombre; estaban parados en una sala de estar atiborrada de objetos, evidentemente en medio de una acalorada discusión, gritándose entre sí.

Manning, alto, delgado, calvo, rondando la cincuentena, se quitó los lentes de metálico y con él se dio leves golpecitos rítmicos en los dientes: una pose que Bobby ya estaba encontrando irritante por el sonido molesto que producía, además de que los anteojos en sí eran ya una afectación anticuada.

—¿Qué es la memoria humana? —preguntó Manning. Miraba con fijeza el aire, como si hubiera estado dando una conferencia a un público invisible. Y quizá sí lo estaba haciendo—. Por cierto que no es un mecanismo pasivo de grabación, como un disco digital o una cinta. Es más que una máquina que narra cuentos. La información que proviene de los sentidos se descompone en trozos de percepción, los que se vuelven a descomponer para que se los almacene como fragmentos de memoria. Y a la noche, cuando el cuerpo descansa, a estos fragmentos se los extrae de su almacenamiento, se los rearma y se los vuelve a mostrar. Cada nueva lectura los graba con más profundidad en la estructura nerviosa del cerebro.

»Y cada vez que a un recuerdo se lo repasa o se lo vuelve a traer a la memoria, se lo modifica, le podemos agregar un poco de algo, quitar un poco de algo, manipular la lógica, llenar secciones que están borrosas, quizás hasta combinar sucesos esencialmente diferentes.

»En los casos extremos, nos referimos a esto denominándolo confabulación. El cerebro crea y vuelve a crear lo pasado, produciendo al final una versión de los sucesos que puede tener muy poco que ver con lo ocurrido en realidad. En primera instancia tengo la convicción de que es válido decir que todo lo que recuerdo es falso. —Bobby creyó oír una nota de temor reverencial que vibraba en la voz de Manning…

—Esto lo asusta —le dijo Kate con curiosidad.

—Yo sería un tonto si no estuviera asustado. Todos somos seres complejos, llenos de defectos, Kate, seres que caminan a los tropezones por la oscuridad. Quizá nuestra mente, diminuta burbuja transitoria de conciencia que se mueve a la deriva en este universo hostil y avasallante, necesita una sensación ampulosa de su propia importancia, de la lógica del universo, con el objeto de reunir la voluntad de sobrevivir. Pero ahora la cámara Gusano, sin piedad, ya nunca más nos permitirá eludir la verdad. —Quedó en silencio un instante; después le sonrió a Kate—. Quizá todos nos volveremos locos por la verdad. O, quizá, todos, despojados de lo ilusorio por fin, nos volveremos cuerdos y yo me quedaré sin trabajo. ¿Qué opina usted?

Kate, que llevaba un vestido negro de una sola pieza sin el menor adorno y estaba sentada con las manos apretujadas entre los muslos, los hombros encorvados, contestó:

—Opino que usted debe continuar con su espectáculo de «Desnudemos la Verdad».

Manning suspiró y se volvió a poner los lentes. Pulsó la esquina de la pantalla flexible y un fragmento del pasado de Kate empezó a representarse.

En la pantalla, Kate le había arrojado algo al tipo, que lo esquivó; el objeto chocó contra la pared y estalló produciendo salpicaduras.

—¿Qué había sido eso? ¿Un durazno?

—Según recuerdo —contestó Kate— fue un quinoto. Un poco pasado de maduro.

—Buena elección —murmuró Manning—. Necesita mejorar un poco la puntería, empero.

… imbécil. Todavía te estás viendo con ella, ¿no?

¿Y eso qué tiene que ver contigo?

Tiene todo que ver conmigo, pedazo de mierda. Por qué crees que voy a tolerar esto, es algo que no sé…

El hombre que aparecía en la pantalla se llamaba Kingsley, según se enteró Bobby. Él y Kate habían sido amantes durante varios años y habían vivido en pareja durante tres… hasta ese punto, el momento en que Kate finalmente lo había echado.

Mirar era difícil para Bobby. Sentía que estaba tomando parte del fisgoneo en la vida de esta mujer diferente, más joven, que en aquel entonces ni siquiera sabía que él existía y que tampoco le había contado los sucesos de aquella etapa de su existencia. En su mayoría los pasajes de la vida de Kate que registraba la cámara Gusano resultaban difíciles de seguir; la conversación era ilógica, tortuosa y reiterativa y las palabras estaban diseñadas para expresar las emociones de quien las empleaba, en vez de hacerlo para avanzar hacia el encuentro de una manera racional.

Más de un siglo de televisión y cine producidos sobre un guión habían sido una mala preparación para la realidad de la cámara Gusano. Pero este drama real era típico de la vida humana: desordenado, carente de estructura, confuso; donde los participantes andaban a tientas, como personas en una habitación a oscuras que buscaran la comprensión de lo que les estaba ocurriendo, de cómo se estaban sintiendo.

La acción se desplazó desde la sala de estar hasta un dormitorio catastróficamente desarreglado. Ahora Kingsley estaba metiendo ropa sin orden ni método en un bolso de cuero y Kate estaba agarrando más de las pertenencias de él y arrojándolas fuera de la habitación. Todo el tiempo sostenían un diálogo a los gritos.

Por fin, Kingsley salió con furia del departamento. Kate cerró la puerta violentamente detrás de él. Quedó rígida por un instante, con la mirada fija en la puerta cerrada, antes de hundir la cara en las manos.

Manning extendió la mano y pulsó la pantalla: la imagen se congeló en un acercamiento de la cara de Kate, oculta por las manos, aunque eran visibles las lágrimas que se escapaban por entre los dedos, el cabello en mechones enredados alrededor de la frente, el todo rodeado por una débil distorsión tipo ojo de pescado.

Manning dijo:

—Tengo la idea de que este incidente es la clave de su historia, Kate. De la historia de su vida, de quién es usted.

La verdadera Kate, sombría y sometida, miró a la joven de la pantalla con gesto inexpresivo.

—Me tendieron una trampa —dijo con tono tranquilo—, respecto de lo del espionaje a IBM. Fue sutil, más allá del alcance de la cámara Gusano inclusive. Pero de todos modos es cierto. Y es en eso en lo que nos deberíamos estar concentrando, y no en este psicoanálisis de mesa de café.

Manning retrocedió.

—Puede que eso sea así… pero los temas de probatoria trascienden mi esfera de competencia. El juez me solicitó que presentara un marco para su estado psíquico en el momento del delito en sí. Motivo e intención: una verdad más profunda, incluso, que la que nos puede brindar la cámara Gusano. Y —dijo con tono acerado— recordemos que usted no tiene otra alternativa más que cooperar.

—Pero eso no altera mi opinión —dijo Kate.

—¿Qué opinión?

—La de que, al igual que todos los demás reducidores de cabezas que he conocido, usted es un imbécil.

La asesora letrada tocó el brazo de Kate, pero ésta se lo sacó de encima con un gesto brusco.

Los ojos de Manning brillaron, un fulgor duro, detrás de sus espejuelos. Bobby se dio cuenta de que ese hombre iba a disfrutar doblegando con su poder a esa mujer porfiada.

El psicólogo se volvió hacia su pantalla flexible y volvió a recorrer la breve escena de la ruptura.

—Permítame recordar lo que usted me dijo respecto de este período de su vida: había estado viviendo con Kingsley Román durante tres años, cuando usted decidió que trataran de tener un hijo. Usted sufrió un aborto espontáneo tardío.

—Estoy segura de que disfrutó mirando eso —dijo Kate con tono lúgubre.

—Por favor —dijo Manning, dolorido—. Usted manifestó que según lo acordado con Kingsley habrían de intentarlo otra vez.

—Nunca decidimos eso. Nunca lo discutimos de esa manera.

Manning parpadeó como un búho, mientras leía lo que tenía escrito en un anotador:

—Pero es que sí lo hicieron: el 24 de febrero de 2032 es el ejemplo más claro. Se lo puedo mostrar si quiere. —La miró por encima de los lentes—. No se alarme si sus recuerdos difieren de los del registro de la cámara Gusano. Es algo común. De hecho, hasta me atrevería a decir que es normal. La confabulación, ¿recuerda? ¿Puedo continuar?

»A pesar de la decisión manifestada, usted no queda embarazada. De hecho, regresa al empleo regular de anticonceptivos, por lo que la concepción es imposible de todos modos. Seis meses después del aborto, Kingsley comienza un amorío con una colega del trabajo. Una mujer llamada Jodie Morris. Y pocos meses después de eso, ese hombre es lo suficientemente descuidado como para dejar que usted lo descubra. —La volvió a estudiar—. ¿Recuerda lo que me dijo respecto de eso?

Kate dijo con renuencia:

—Le conté la verdad. Creo que Kingsley había decidido, en algún nivel de su mente, que lo del bebé era mi culpa. Y entonces él se desentendió del tema. Además, después del aborto, el trabajo estaba empezando a mejorar para mí. El Ajenjo… Creo que Kingsley estaba celoso.

—Y por eso él empezó a buscar en alguien más la atención que anhelaba.

—Algo así. Cuando descubrí lo que pasaba, lo eché.

—Él afirma que se fue.

—Pues entonces es un maldito mentiroso.

—Pero acabamos de ver el incidente —dijo Manning con gentileza—. No vi evidencia alguna de una clara toma de decisiones, de una acción unilateral por parte de cualquiera de ustedes dos.

—No importa qué muestra la cámara Gusano. Sé cuál es la verdad.

Manning asintió con la cabeza.

—No estoy negando que usted nos esté diciendo la verdad tal como la ve, Kate. —Le sonrió con su aire de búho, y se alzó ante ella con aire amenazador.

—Usted no está mintiendo. Ése no es el problema en absoluto. ¿No se da cuenta?

Kate fijó la mirada en sus manos, cuyos dedos estaban enlazados entre sí.

Pasaron a un cuarto intermedio. A Bobby no se le permitió estar con ella.

El tratamiento de Kate fue uno de los muchos experimentos que se llevaron a cabo mientras políticos, expertos en temas jurídicos, grupos de presión y ciudadanos preocupados trabajaban con ritmo febril para encontrar la manera de adaptar el pavoroso alcance histórico de la cámara Gusano —que todavía no era ampliamente conocido por el público— a algo que se asemejara al debido proceso jurídico existente y, lo que era aún más desafiante, a la justicia natural.

En esencia, de pronto se había vuelto drásticamente más fácil establecer la verdad física.

La conducción de los pleitos en los tribunales también parecía probable que se transformara de modo drástico. Con seguridad los juicios no iban a ser tanto una disputa entre dos partes: iban a ser más justos, a depender mucho menos del aspecto del sospechoso o de la calidad de sus asesores letrados. Cuando la cámara Gusano fue accesible en los niveles federal, estadual y condal, algunos comentadores preveían ahorros de miles de millones de dólares anuales: habría juicios más cortos, más aceptaciones de culpabilidad a cambio de penas más leves, más conciliaciones civiles.

Y los juicios importantes de lo futuro quizá se habrían de concentrar en lo que quedaba más allá de los hechos desnudos: motivo e intención. Por eso es que al caso de Kate se le había asignado un psicólogo como Manning.

Entre tanto, mientras los servicios encargados de hacer cumplir la ley, armados con cámaras Gusano se ponían a trabajar diligentemente en casos no resueltos, una inmensa cantidad de casos nuevos se dirigía hacia los tribunales. Algunos miembros del Congreso habían propuesto que para acelerar la velocidad de esclarecimiento, se debía declarar una amnistía general para los delitos de menor gravedad que se hubiesen cometido hasta el último año calendario completo previo a la invención de la cámara Gusano: es decir, una amnistía a cambio de desistir de la protección que otorgaba la Quinta Enmienda[5]] en el caso en cuestión. De hecho, gracias a la cámara Gusano se había vuelto tan poderosa la reunión de pruebas, que los derechos que tutelaban la quinta enmienda fueron susceptibles de discusión. Pero esto estaba demostrando ser sumamente controvertido: la mayoría de los estadounidenses no se sentía cómodo con la pérdida de la protección que les daba la Quinta Enmienda.

Las recusaciones por violación del derecho a tener vida privada eran aún más contenciosas, y el responsable de esto era que, incluso ahora, no existiese una definición del derecho a la vida privada que contase con aceptación generalizada, ni siquiera dentro de Estados Unidos.

El derecho a la vida privada no se mencionaba en la constitución. La Cuarta Enmienda de la Declaración de Derechos y Garantías hablaba de un derecho con respecto a la intrusión por parte del Estado… pero les dejaba un amplio margen de maniobra a aquellos funcionarios que deseaban investigar a los ciudadanos. Por cierto, a los ciudadanos virtualmente no les daba protección alguna contra otras instituciones, corporaciones, la prensa, e inclusive, contra otros ciudadanos. A partir de una verdadera confusión de leyes dispersas en los niveles estadual y federal, así como de una masa de casos en el derecho consuetudinario que sentaban precedente, lentamente había surgido una cierta aceptación en común del significado de vida privada: por ejemplo, el derecho de que a alguien se «lo dejara a solas», de que ese alguien estuviera libre de interferencias, que no fueren las razonables, provenientes de fuerzas exteriores a ese alguien.

Pero a todo esto lo desafiaba la cámara Gusano.

A las salvaguardas jurídicas que rodeaban el uso de la cámara Gusano las estaban promoviendo los organismos encargados del cumplimiento de la ley y los de investigaciones, tales como el FBI y la Policía, como equilibrio compensatorio de la pérdida de vida privada y de otros derechos. Por ejemplo, a los registros hechos con cámara Gusano para ser destinados a fines de aplicación jurídica se los tendría que tomar en circunstancias controladas, y probablemente por observadores adiestrados y con la debida constancia otorgada por escribano público. Eso no era probable que fuese a representar un problema, ya que cualquier observación que se hiciera con esa cámara siempre se podía repetir tantas veces como se precisara, nada más que con establecer un nuevo enlace de agujero de gusano con el incidente en cuestión.

Hasta había sugerencias de que la gente debía estar preparada para someterse a una forma de vida tipo documental, la que concedería a las autoridades, de manera efectiva, el acceso legal a cualquier incidente del pasado de una persona, sin necesidad de efectuar procedimientos formales de antemano. Asimismo, también constituiría un poderoso escudo contra las acusaciones falsas y la apropiación ilícita de la identidad.

Pero, a pesar de las protestas de los activistas por la pérdida de los derechos, toda la gente parecía aceptar que, en lo concerniente a su uso en la investigación de delitos y en el procesamiento, la cámara Gusano había venido y se iba a quedar, sencillamente era demasiado poderosa como para que no se la tomara en cuenta.

Algunos filósofos argumentaron que esto no estaba mal. Después de todo, los seres humanos habían evolucionado para vivir en pequeños grupos en los que todos conocían a todos y raramente se topaban con extraños. No fue sino hasta hace poco, en términos de evolución, que a la gente se la había forzado a vivir en comunidades más grandes, como las ciudades, donde tenían que vivir apretujados con amigos y extraños por igual. La cámara Gusano estaba brindando un regreso a las antiguas maneras de vivir, de pensar en otra gente y de interactuar con ella.

Pero eso representaba un escaso consuelo para quienes temían que la necesidad que sentían de tener su propiedad cercada, o sea, un espacio definido dentro del cual pudieran lograr privacidad, anonimato, vivir de manera reservada e íntima con los seres queridos, ya no podría ser posible jamás.

Y ahora, cuando se profundizaban las capacidades de visión histórica de la cámara Gusano, ni siquiera el pasado constituía un refugio.

A mucha gente la había lastimado, de un modo o de otro, la revelación de la verdad. Mucha de esa gente culpaba, no a la verdad o a sí mismos, sino a la cámara Gusano y a quienes la habían impuesto al mundo.

Hiram mismo seguía siendo el blanco más evidente.

Al principio, eso era lo que Bobby sospechaba. Hiram casi había gozado su mala reputación (cualquier forma de renombre era buena para los negocios). Pero la andanada de amenazas, intentos de asesinato y sabotaje lo habían desgastado. Hasta habían iniciado contra él acciones judiciales por difamación, ya que la gente afirmaba que Hiram de alguna manera estaba adulterando lo que la cámara Gusano mostraba sobre esa gente, sobre sus seres queridos, sobre sus enemigos o sobre sus héroes.

Hiram había tomado la costumbre de vivir bajo la luz. Su mansión de la Costa Oeste estaba inundada con la luz proveniente de reflectores, a los que alimentaban importantes generadores. Hasta dormía bajo una brillante iluminación. Ningún sistema de seguridad era a prueba de errores de operación pero, por lo menos, Hiram podía asegurar que cualquier persona que lograra penetrar sería visible para las cámaras Gusano del futuro.

Así vivía Hiram, rodeado por cantidad de luces, solo, sometido a constantes cuestionamientos, aborrecido.

El horrendo proceso se reanudó.

Manning consultó su libreta.

—Permítame exponer algunos de los hechos: verdades históricas incontrovertibles, todas adecuadamente observadas y certificadas por escribano público. Primero, el amorío de Kingsley con Ms. Morris no fue el primero que tuvo durante el lapso que vivió con usted: hizo un intento de conquista, breve y en apariencia insatisfactorio, con otra mujer, que se inició un mes después de que usted y él se conociesen. Y luego otro, seis meses después…

—No.

—En total parece haber tenido seis relaciones consumadas con otras mujeres, antes de que usted le pidiera explicaciones por lo de Jodie. —Sonrió—. Si le sirve de consuelo, también engañó a otras parejas, antes y después. Este hombre parece ser algo así como un adúltero en serie.

—Eso es ridículo. Me habría enterado.

—Pero usted es un ser humano también. Puedo mostrarle incidentes en los que las pruebas de la infidelidad de Kingsley estaban claramente al alcance de usted y, sin embargo, usted miró para otro lado, tratando de darle una explicación racional sin siquiera estar consciente de lo que estaba haciendo. Confabulación…

Kate dijo con indiferencia:

—Ya le conté cómo fue: Kingsley empezó a engañarme; el aborto arruinó nuestra relación.

—Ah, el aborto, el gran suceso causal en su vida. Pero temo que no fue así en absoluto. Las pautas de conducta de Kingsley quedaron bien establecidas desde mucho antes de conocerla a usted y apenas se las alteró el incidente del aborto. Usted también ha dicho que está convencida de que el aborto le dio el incentivo para trabajar con más fuerza en el desarrollo de su propia carrera.

—Sí. Eso es obvio.

—Eso es un tanto más difícil de establecer pero, una vez más, puedo demostrarle que la trayectoria ascendente de su carrera empezó algunos meses antes del aborto. Una vez más, usted estaba mejorando en su trabajo de todos modos; el aborto realmente no cambió cosa alguna. —La estudió—. Kate, usted fabricó una especie de cuento alrededor del aborto. Usted quería creer que eso era importante más allá de sí mismo. El aborto fue una prueba horrible que usted tuvo que soportar… pero, en realidad, no cambió demasiado las cosas. Percibo que usted no me cree.

Kate nada dijo.

Manning juntó las yemas de los dedos de una mano sobre su mentón.

—Pienso que usted ha estado acertada y errada a la vez acerca de sí misma. Pienso que el aborto que padeció sí le cambió la vida, pero no de la manera bastante superficial en que usted cree que se la cambió. No la obligó a trabajar con más intensidad ni produjo fisuras en su relación con Kingsley. Pero la muerte de su hijo sí la hirió profundamente. Y pienso que a usted ahora la impulsa el miedo de que eso pudiera suceder otra vez.

—¿Miedo?

—Por favor, créame que no la estoy juzgando. Tan sólo estoy tratando de explicar. Su actividad de compensación es su trabajo. Quizás este miedo más profundo la impulsó a conseguir mayores logros, mayor suceso. Pero también la ha vuelto obsesiva. Únicamente fue su trabajo lo que la ha distraído de lo que usted considera que es una terrible oscuridad en el centro de su ser. Y, por eso, se siente impulsada a llegar cada vez más lejos…

—Exacto. Y ésa es la razón por la que utilicé los agujeros de gusano de Hiram para espiar a sus competidores. —Sacudió la cabeza en gesto de negación—. ¿Cuánto le pagan por todo esto, doctor?

Manning caminó con paso regular y lento delante de su pantalla flexible.

—Kate, usted es uno de los primeros seres humanos que tiene que soportar este… mmm…, este choque con la verdad… pero no habrá de ser el último. Todos vamos a tener que aprender sin las confortantes mentiras que nos musitamos a nosotros mismos en la oscuridad de nuestra mente…

—Soy capaz de establecer relaciones sentimentales, incluso duraderas y estables. ¿Cómo cuadra eso con el retrato que trazó de mí, una víctima del trauma producido por conmoción?

Manning frunció el entrecejo, como si la pregunta lo hubiera dejado perplejo.

—¿Se refiere al señor Patterson? Pero es que ahí no hay contradicción. —Fue hasta donde estaba Bobby y, con una disculpa susurrada, lo estudió.

—En muchos sentidos, Bobby Patterson es uno de los adultos con más rasgos infantiles que yo hubiera encontrado jamás. Él es, en consecuencia, el encaje perfecto para el… mmm… agujero en forma de niño que hay en el centro de su personalidad. —Se volvió hacia Kate—. ¿Se da cuenta?

Kate se quedó mirándolo, la cara completamente sonrojada.