Con fuerte golpeteo de los tacos, Hiram caminaba de un lado para otro de la pequeña habitación de David, su silueta recortándose contra la ventana panorámica que dejaba ver el cielo nocturno de Seattle. Levantó un papel al azar, una fotocopia cuyo texto ya estaba muy desvaído y leyó el título:
—«Agujeros Lorentzianos de Gusano Provenientes del Vacío Comprimido por la Gravedad». ¿Más teoría revientacerebros?
David estaba sentado en el sofá, irritado y molesto por la visita no anunciada de su padre. Entendía la necesidad de Hiram por tener compañía, por gastar su adrenalina, por escapar de la intensamente escudriñada pecera de pececillos dorados en que se había convertido su vida… Simplemente pasaba que habría preferido que Hiram no lo hubiera hecho en su espacio privado.
—Hiram, ¿quieres tomar algo? Café o…
—Una copa de vino vendría bien. No francés.
David fue a la heladera.
—Guardo un Chardonnay. Pocos de los viñedos californianos son casi aceptables. —Trajo las copas de vuelta al sofá.
—¿Así que —retomó Hiram— agujeros lorentzianos de gusano?
David se reclinó en el sofá y se rascó la cabeza.
—A decir verdad, nos estamos acercando a un callejón sin salida. La tecnología de Casimir parece tener limitaciones intrínsecas. El equilibro de las dos placas superconductoras del condensador, equilibrio entre las fuerzas de Casimir y la repulsión eléctrica, es inestable y se pierde con facilidad. Y las cargas eléctricas que tenemos que transportar son tan grandes que en los alrededores hay frecuentes descargas violentas. Tres personas ya han muerto en las operaciones de la cámara Gusano, Hiram, como ya sabes por las demandas de pago del seguro. La próxima generación de cámaras Gusano va a necesitar algo más robusto y, si tuviéramos eso, podríamos fabricar instalaciones para cámaras Gusano mucho más pequeñas y baratas, y propagar la tecnología mucho más allá.
—¿Y existe esa manera?
—Pues, quizá sí. Los inyectores de Casimir son una manera bastante aparatosa, propia del siglo XIX, de obtener energía negativa. Pero sucede que esas regiones pueden ocurrir en forma natural. Si al espacio se lo distorsiona suficientemente fuerte, al vacío cuántico y a otras fluctuaciones se las puede amplificar hasta… Bueno. Éste es un efecto cuántico sutil. Se lo denomina vacío comprimido. El problema es que la mejor teoría que tenemos dice que se necesita un agujero negro cuántico para que dé un campo suficientemente fuerte de gravedad. Y, por eso…
—Y, por eso, estás buscando una teoría mejor. —Hiram hojeó los papeles y quedó con la mirada fija en las notas manuscritas de David, las ecuaciones a las que unían flechas que formaban circuitos cerrados. Lanzó una mirada furibunda por toda la habitación.
—Y ni una sola pantalla flexible a la vista. ¿Sales mucho? ¿Alguna vez? ¿O te dejas llevar por el auto con control inteligente hacia el trabajo y de vuelta de él, con la cabeza puesta en un papel polvoriento o en otro? Desde el momento en que llegaste te metiste esa cabeza francoestadounidense que tienes en lo profundo de tu amplio y generoso culo, y es ahí donde quedó.
David se encrespó.
—¿Es eso un problema para ti, Hiram?
—Ya sabes cuánto dependo de tu trabajo. Pero no puedo dejar de sentir que no comprendes el verdadero sentido de lo que está pasando aquí.
—¿Sentido? ¿El sentido de qué?
—De la cámara Gusano. Que lo que es realmente importante de ella es lo que está haciendo ahí afuera. —Hizo un gesto señalando la ventana.
—¿En Seattle?
Hiram rio.
—En todas partes. Y esto antes de que ese asunto de la visión retrospectiva empiece en verdad a hacer sentir su influencia. —Pareció haber tomado una decisión. Depositó la copa—. Escucha: ven a hacer un viaje conmigo mañana.
—¿Adónde?
—A la planta Boeing. —Le dio a David una tarjeta: mostraba un código de barras para conducción de vehículos por inteligencia artificial—. ¿A las diez de la mañana, en punto?
—Está bien. Pero…
Hiram se puso de pie.
—Me considero responsable de completar tu educación, hijo. Te mostraré la diferencia que representa la cámara Gusano.
Bobby trajo a Mary, su media hermana, al cubículo abandonado de Kate en la Fábrica de Gusanos.
Mary caminó alrededor del escritorio, tocando la pantalla flexible en blanco que estaba tendida ahí, los tabiques acústicos circundantes. Todo estaba clínicamente limpio, impoluto, monótono.
—¿Esto es todo?
—Se han sacado sus pertenencias personales. La Policía se llevó algunos objetos, material de trabajo. Al resto lo hemos empaquetado para mandárselo a su familia. Y, desde entonces, el personal del laboratorio forense estuvo arrastrándose por todas partes.
—Es como una calavera a la que los animales carroñeros hubieran lamido hasta dejarla monda.
Bobby hizo la mueca de una sonrisa.
—Agradable imagen.
—Tengo razón, ¿no?
—Sí, pero…
Pero, pensó, todavía permanecía un algo inefable de Kate en este escritorio anónimo, en esta silla, como si en los meses que ella había pasado aquí, de alguna manera hubiera dejado su impronta en este monótono trozo de espacio-tiempo. Se preguntaba cuánto tiempo tendría que transcurrir para que se desvaneciera esta sensación.
Mary lo estaba contemplando.
—Estar acá te está molestando, ¿no?
—Eres perceptiva… y franca hasta más no poder.
Mary sonrió de oreja a oreja, mostrando diamantes —supuestamente falsos— engarzados en los dientes de adelante.
—Tengo quince años. Ése es mi trabajo. ¿Es cierto que las cámaras Gusano pueden mirar hacia el pasado?
—¿Dónde oíste eso?
—¿Lo es o no lo es?
—… Sí.
—Muéstrame a la mujer.
—¿A quién?
—A Kate Manzoni. Nunca la conocí. Muéstramela. Tienes cámaras Gusano acá, ¿no?
—Por supuesto. Ésta es la Fábrica de Gusanos.
—Todo el mundo sabe que se puede ver el pasado con una de estas cámaras. Y tú sí sabes cómo operarlas… ¿o tienes miedo? Igual que como tuviste miedo de venir acá…
—Vete, si se me permite decirlo, a cagar. Sígueme.
Irritado ahora, condujo a su media hermana hasta el ascensor jaula que los habría de llevar hasta el puesto de trabajo, unos niveles más abajo.
David no estaba ahí ese día. El técnico que supervisaba le dio la bienvenida a Bobby y le ofreció ayuda. Bobby se aseguró de que el equipo estuviera en línea y no aceptó más colaboración. Se sentó en la silla giratoria que estaba delante del escritorio de David y empezó a preparar la ejecución del ciclo; sus dedos pulsaban con torpeza las poco conocidas teclas manuales que brillaban en la pantalla flexible.
Mary había sacado un taburete y se había sentado al lado de Bobby.
—Esa interfaz es repugnante. Este David debe de ser una especie de engendro que adora lo antiguo.
—Deberías hablar con más respeto, es mi medio hermano.
La muchacha resopló:
—¿Por qué debo tener respeto, nada más que porque el viejo Hiram no pudo dejar de tirar el chorro? De todos modos, ¿qué hace David todo el día?
—David está trabajando en una nueva generación de cámaras Gusano. Es algo que se llama tecnología de vacío comprimido. Acá está. —Tomó un par de referencias del escritorio de David y se las mostró a la muchacha, que hojeó las páginas con ecuaciones escritas en letra muy apretada.
—El sueño es que pronto podamos abrir agujeros de gusano sin necesidad de una fábrica llena de imanes superconductores. Mucho más baratos y pequeños…
—Pero seguirán estando en manos del Estado y de las empresas importantes, ¿no es así?
La pantalla flexible grande fijada en el tabique que tenían frente a ellos se encendió con un siseo de píxels. Bobby podía oír el gemido de los generadores que alimentaban los enormes y torpes inyectores de Casimir, en la fosa de abajo; percibir el olor penetrante del ozono, proveniente de los poderosos campos eléctricos y, a medida que las máquinas acumulaban su ingente energía, sentir, como siempre le ocurría, una oleada de excitación, de expectativa.
Y, para alivio de Bobby, Mary estaba en silencio, por lo menos en forma temporaria.
La tormenta estática de nieve se despejó y una imagen —un tanto fraccionada, pero reconocible de inmediato— llenó la pantalla flexible.
Estaban mirando desde arriba el lugar de trabajo de Kate, que se hallaba un par de pisos por encima de ellos ahí, en la Fábrica de Gusanos. Pero lo que veían ahora no era una cáscara que había quedado vacía, ahora. Una pantalla flexible estaba sesgada en ángulo de un lado al otro del escritorio y había datos que iban apareciendo por uno de sus extremos y desapareciendo por el otro, sin que nadie reparara en ellos. En uno de los rincones, un cuadro representaba lo que parecía ser una emisión noticiosa: una cabeza parlante con gráficos en miniatura. Había más señales de trabajo en proceso: una lata de gaseosa adaptada como portalápices, lápices y lapiceras desparramados sobre el escritorio con grandes blocks de papel oficio amarillo, un par de periódicos en papel doblados sobre sí y mantenidos en posición de lectura con un sostén.
Pero lo que era más revelador —y desgarrador— era el ambiente del lugar, las cosas y el desorden personales que definían a éste como el espacio de Kate y de ninguna otra persona: el café humeante en una taza con autocontrol de la temperatura, envolturas de papel estrujadas, un almanaque con pata de sostén, un reloj digital angular, feo, estilo década de 1990, un retrato con una foto personal (Bobby y Kate con el exótico fondo de Tierra de la Revelación), irónicamente unido con tachuelas a uno de los tabiques.
La silla estaba apartada del escritorio y todavía estaba girando con lentitud.
La perdimos por segundos, pensó Bobby.
Mary contemplaba la imagen sin quitarle los ojos de encima; estaba boquiabierta, fascinada por esa ventana hacia el pasado, como lo estaba todo el que miraba por primera vez.
—Estuvimos precisamente ahí. Es tan diferente. Es increíble.
… Y ahora Kate hizo su entrada desde bastidores a la imagen, tal como Bobby sabía que haría. Llevaba puesta una camisa larga sencilla y práctica, y un mechón de cabello colgaba sobre la frente, molestándole los ojos. Estaba con el entrecejo fruncido, concentrada, los dedos sobre el teclado aun antes de haberse sentado.
A Bobby le resultaba difícil hablar.
—Ya lo sé.
Las instalaciones de RV de Boeing resultaron ser una cámara equipada con hilera tras hilera de jaulas abiertas de acero. Quizá, casi un centenar, pensó David. Más allá de las paredes de vidrio, ingenieros vestidos con guardapolvo blanco se desplazaban entre bancos brillantemente iluminados de equipo de procesamiento electrónico de datos.
Las jaulas tenían suspensión cardánica para desplazarse en tres dimensiones, y en cada una de ellas había un traje parecido a un esqueleto, hecho de caucho y acero y provisto de censores y manipuladores. A David se lo sujetó con correas apretadas dentro de uno de esos trajes y tuvo que luchar contra la sensación de claustrofobia cuando los técnicos le pusieron los brazos y piernas en posición, pero sin posibilidad de moverlos. Con un ademán rechazó el aditamento genital, que era absurdamente enorme, con forma de matraz para destilación al vacío.
—No creo necesitar eso en este viaje…
Una técnica sostuvo en alto un casco delante de la cabeza de David. Era una masa de equipo electrónico con una oquedad. Antes de que se lo colocaran buscó con la mirada a Hiram, su padre estaba en una jaula del otro extremo, en una hilera a unas pocas filas por delante.
—Pareces estar muy alejado.
Hiram alzó una mano enguantada, dobló y estiró los dedos.
—No habrá diferencia alguna una vez que estés inmerso. —Su voz retumbó en el cavernoso salón—. ¿Qué opinas de esta instalación? Impresiona bastante, ¿eh? —Y guiñó un ojo.
David pensó en el Ojo de la Mente, el sencillo aparato por banda cefálica de Bobby: unos pocos centenares de gramos de metal que, al ponerse en interfaz directa con el sistema nervioso central, podía reemplazar todo estos aparatitos de Boeing para envolvimiento-contacto-total. Una vez más, según parecía, Hiram tenía un producto mejor.
Dejó que la técnica hiciera caer el casco sobre su cabeza y quedó suspendido en la oscuridad…
… que se fue aclarando con lentitud, como una bruma disipándose.
—Primeras impresiones —dijo Hiram secamente. Dio un paso hacia atrás, revelando un paisaje.
David miró en derredor: agua, un terreno en pendiente cubierto de guijarros, un cielo rojo. Cuando movía la cabeza con demasiada rapidez, la imagen se hacía añicos y centelleaba hasta convertirse en píxels, y podía sentir el momento difícil del casco.
El horizonte se curvó de manera bastante abrupta, como si se lo hubiera estado viendo desde una gran altura. En ese horizonte había colinas bajas, erosionadas, cuyas laderas podían verse reflejadas en el agua.
El aire parecía ser tenue y David sintió frío. Dijo:
—¿Primeras impresiones? Una playa en el momento de una puesta de sol… pero ése no es un sol que yo haya visto alguna vez.
El «Sol» era una bola de luz roja que iba descolorando hasta adoptar un color amarillo anaranjado en el centro. Estaba posado sobre un horizonte abrupto, libre de bruma, y estaba aplanado hasta adquirir la forma de una lente, posiblemente por la refracción. Pero era inmenso, mucho más grande que el Sol de la Tierra; se trataba de una cúpula al rojo vivo que cubría un décimo del cielo quizás. A lo mejor se trataba de una gigante, reflexionó, una estrella dilatada que está envejeciendo.
También el cielo era de un tono más fuerte que un cielo de puesta de sol: carmesí intenso en lo alto, escarlata alrededor de ese sol voluminoso, negro más allá. Pero incluso alrededor del sol, las estrellas brillaban: de hecho, según podía advertir David, se distinguían estrellas de brillo tenue a, través, del difuso limbo del sol en sí.
Precisamente a la derecha de ese sol había una constelación compacta que era perturbadoramente familiar: esa forma de W, sin duda alguna, era Casiopea, una de las figuras estelares de más fácil reconocimiento; lástima que había una estrella adicional a la izquierda de esa configuración que convertía la constelación en un burdo zigzag.
David dio un paso hacia adelante. Los guijarros crujían de manera convincente y podía sentir piedras agudas debajo de los pies; aunque se preguntaba si los puntos de presión que tenía en la planta de los pies coincidían con lo que veía en el suelo.
Dio unos pasos hasta el borde del agua. Sobre las rocas brillaba hielo y había témpanos de hielo en miniatura que se extendían hacia adentro del agua, aproximadamente a una distancia de un metro. El agua era plana, casi inmóvil y subía y bajaba con movimiento suave, con lentitud. Se inclinó e inspeccionó un guijarro: era duro, negro y estaba sumamente desgastado. ¿Basalto? Por debajo se veía el brillo de un depósito cristalino: sal quizás. Alguna estrella brillante que estaba detrás de David arrancó destellos amarillos blancos de la piedra, que hasta proyectaba una sombra.
Se irguió y lanzó la roca al agua, voló a mucha distancia, pero con lentitud. ¿Escasa gravedad? Finalmente chocó con el agua produciendo un débil chapoteo; gruesas ondas se extendieron en círculos lánguidos con centro en el punto de impacto.
Hiram estaba parado a su lado. Llevaba un sencillo traje enterizo de ingeniero con el logo redondo de Boeing en la espalda.
—¿Ya descubriste dónde te encuentras?
—Es una escena de una novela de ciencia ficción que una vez leí. Una visión del fin del mundo.
—No —dijo Hiram—. No es ciencia ficción. Tampoco es un juego. Esto es real… el escenario lo es, por lo menos.
—¿Una visión de la cámara Gusano?
—Sí. Con un montón de mejoramiento e interpolación de RV, al que la escena responde de manera convincente si tratas de interactuar con ella como, por ejemplo, cuando recogiste esa piedra.
—Infiero que ya no estamos en el Sistema Solar. ¿Puedo respirar este aire?
—No, en su mayor parte es dióxido de carbono. —Hiram señaló las colinas redondeadas—. Todavía hay algo de vulcanismo aquí.
—Pero éste es un planeta pequeño: lo puedo ver por el modo en que se curva el horizonte. Y la gravedad es baja: la piedra que tiré… Entonces, ¿por qué este pequeño planeta no perdió todo su calor interno, como la Luna? …Ah, la estrella. —Señaló la cáscara incandescente que se alzaba sobre el horizonte—. Debemos de estar lo suficientemente cerca como para que las mareas mantengan fundido el núcleo de este mundito. Como lo, que está en órbita alrededor de Júpiter. De hecho, eso tiene que significar que la estrella no es la gigante que yo creí que era: es una enana, y estamos cerca de ella, lo suficientemente cerca como para que persista el agua en estado líquido… si es que ese lago o mar que hay allí es agua.
—Oh, sí, aunque no te recomiendo bebería. Y te confirmo: estamos en un planeta pequeño que está en órbita alrededor de una estrella enana roja. Aquí, el año sólo dura alrededor de nueve de nuestros días.
—¿Hay vida?
—Los científicos que están estudiando este sitio no han encontrado que hubiera vestigios del pasado. Una pena. —Hiram se inclinó y levantó otro guijarro de basalto: proyectaba dos sombras en la palma de su mano, una color gris y difusa, proveniente de la gorda estrella roja que estaba delante de ellos; y otra, más tenue pero más definida, proveniente de la fuente de luz que estaba detrás de ellos.
David se dio vuelta siguiendo con su vista este último haz de luz. En el cielo había una estrella doble, más rutilante que cualquier otra estrella, u otro planeta, que se viera desde la Tierra y, sin embargo, todavía reducida a puntos de luz debido a la distancia. Los puntos de luz le lastimaron los ojos y levantó la mano para protegerse la cara.
—Es bellísimo —comentó.
Volvió a darse vuelta y alzó la vista para mirar la constelación a la que provisoriamente había identificado como Casiopea, esa brillante estrella adicional acoplada sobre el extremo de la constelación.
—Sé dónde estamos. Las estrellas brillantes que hay detrás de nosotros son el par binario de Alfa del Centauro, las estrellas brillantes que están más cerca de nuestro Sol, a unos cuatro años luz de distancia…
—A cuatro coma tres, según se me dijo.
—Y entonces éste tiene que ser un planeta de Próxima del Centauro, la estrella más cercana de todas. Alguien hizo funcionar una cámara Gusano hasta tan lejos como Próxima del Centauro. A través de cuatro años luz. Es increíble.
—Excelente deducción. Te lo dije, no estás al corriente de las cosas, éste es el frente de vanguardia de la tecnología de la cámara Gusano. Este poder. Por supuesto, las constelaciones no han cambiado demasiado: cuatro años luz es muy poca cosa en la escala interestelar. Pero ese rutilante intruso que hay hacia arriba de Casiopea es un sol. Nuestro Sol.
David contempló el Sol, nada más que un punto de luz amarillo pálido, brillante pero no en grado excepcional… y, aun así, esa chispa de luz era la fuente de toda la vida que hay sobre la Tierra. Y el Sol, la Tierra y todos los planetas, y todo lugar que algún ser humano hubiera visitado, se podría haber eclipsado con un grano de arena.
* * *
—Es bonita —dijo Mary.
Bobby no contestó.
—Realmente es una ventana hacia el pasado.
—No es tan mágica —dijo Bobby—. Cada vez que miras una película estás mirando el pasado.
—Oh, vamos —susurró la muchacha—, todo lo que puedes ver es lo que algún operador de cámara o editor decidió mostrarte. Y lo principal: incluso en un programa de noticias la gente a la que estás observando sabe que la cámara está ahí. Ahora, con esto, puedes mirar a cualquiera, en cualquier momento, en cualquier parte, ya fuere que una cámara estuviese o no presente. Tú miraste esta escena antes, ¿no?
—Tuve que hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque éste es el momento en que se supone que Kate cometió el delito.
—¿Robar secretos sobre realidad virtual de IBM? No me da la impresión de que esté cometiendo delito alguno.
Eso molestó a Bobby.
—¿Y qué esperabas que hiciera, ponerse un antifaz negro?… Lo siento.
—No importa. Sé que esto es difícil. ¿Por qué habría de hacerlo? Sé que estaba trabajando para Hiram, pero no era exactamente amor lo que sentía por él… Ah. Ella te amaba a ti.
Bobby desvió la mirada.
—El caso que arguye el FBI es que Kate quería quedarse con parte del mérito ante los ojos de Hiram. Entonces, Hiram podría aceptar su relación conmigo. Ése era el motivo que ella tendría, según el FBI. Por eso, esto. En algún momento Kate iba a decirle lo que había hecho.
—¿Y tú no lo crees?
—Mary, no conoces a Kate, eso simplemente no corresponde a su manera de ser. —Sonrió—. Créeme, si quiere tenerme, simplemente me toma, no importa lo que Hiram pudiera sentir. Pero hay pruebas contra ella: los técnicos recorrieron minuciosamente todo el equipo que ella usó, restauraron archivos suprimidos que mostraban que datos sobre los ciclos de ensayo de IBM habían estado presentes en la memoria que Kate usó.
Mary hizo un ademán amplio hacia la pantalla:
—Pero podemos mirar en el pasado. ¿A quién le importan los vestigios que quedan en una computadora? ¿Existe alguien que realmente la haya visto abrir un archivo monstruo cargado de datos y con el logotipo de IBM?
—No. Pero eso no prueba cosa alguna, no a los ojos de la fiscalía, por lo menos. Kate sabía lo de la cámara Gusano. Quizás hasta conjeturó que, al final, la cámara iba a tener facultades de visión retrospectiva y que, por eso, podía vigilar a Kate en forma retrospectiva, por lo que ella se cubrió.
Mary volvió a resoplar.
—Tendría que haber sido un genio desviado como para idear algo como eso.
—No conoces a Kate —repitió Bobby con frialdad.
—Y, de todos modos, todo esto son pruebas circunstanciales… ¿Es ésa la palabra correcta?
—Sí. De no ser por la cámara Gusano, en estos momentos ya estaría ante el tribunal. Pero ni siquiera pasó la instancia del juicio aún. La Corte Suprema se encuentra trabajando en un nuevo marco jurídico que rige la admisibilidad de las pruebas obtenidas con cámaras Gusano y, entre tanto, muchos casos, entre ellos el de Kate, se hallan en espera.
Con un teclear impulsivo, Bobby borró la pantalla.
—¿Esto no te preocupa? —preguntó entonces Mary—. ¿El modo en que todos ellos están usando la cámara Gusano?
—¿Todos ellos?
—Las grandes empresas, vigilándose unas a otras. El FBI, vigilándonos a todos nosotros. Tengo la convicción de que Kate es inocente. Pero es seguro que alguien de aquí sí espió a IBM con una cámara Gusano. —Con la certeza de su juventud, afirmó—: O todos deben tener la cámara Gusano o nadie la debe tener.
Bobby respondió:
—Puede ser que tengas razón. Pero eso no va a ocurrir.
—Pero esas cosas que me mostraste, la próxima generación, el concepto del vacío comprimido…
—Tendrás que encontrar a alguien más con quien puedas debatir.
Quedaron sentados en silencio durante algún tiempo.
Después, Mary dijo:
—Si yo tuviera un visor en el tiempo, lo usaría en toda ocasión. Pero no lo usaría para mirar una y otra vez cosas de mierda. Yo miraría cosas buenas. ¿Por qué no mirar hacia atrás un poquito más, llegar hasta aquellos momentos en que fuiste feliz con ella?
Por algún motivo eso no se le había ocurrido a Bobby, y se sintió disgustado.
Mary insistió:
—Y bien, ¿por qué no?
—Porque eso se fue. Está en el pasado. ¿Qué sentido tiene mirar hacia atrás?
—Si el presente es una basura y el futuro es peor, el pasado es todo lo que te queda.
Bobby frunció el entrecejo. La cara de su medio hermana, al igual que la de su madre, era pálida, serena y sus ojos azules llenos de franqueza miraban directamente a los ojos del interlocutor.
Bobby comprendió.
—Extrañas a tu padre.
—Por supuesto que lo extraño —dijo Mary con una chispa de enojo—. Quizá las cosas son diferentes en el planeta, cualquiera que fuere, del que vienes. —En ese momento se suavizó su mirada—. Me gustaría verlo. Nada más que un ratito.
No debí haberla traído acá, pensó Bobby.
—Quizá más tarde —contestó con delicadeza—. Vamos. El clima está agradable. Vayamos al golfo de Puget. ¿Alguna vez saliste a navegar?…
Le tomó varios minutos de persuasión conseguir que la muchacha saliera.
Más tarde, luego de recibir una llamada de David, se enteró de que algunas de las referencias y notas manuscritas sobre agujeros de gusano por vacío comprimido estaban faltando de la oficina de su hermano David.
—En realidad era Disney —dijo Hiram como al pasar, parado ahí, bajo la luz de Próxima—. En sociedad con Boeing instalaron una instalación gigantesca para cámaras Gusano en el antiguo edificio de armado de automóviles que está en Cabo Cañaveral. En otras épocas se armaban cohetes allí. Ahora envían cámaras espía a las estrellas. Todo un cambio, ¿no? Por supuesto, mayormente alquilan sus instalaciones virtuales a los científicos, pero la gerencia de Boeing permite que el personal juegue aquí durante la hora del almuerzo. Ya están divisando a todos los planetas y lunas del Sistema Solar, sin abandonar la calidez que les brinda el aire acondicionado que tienen en su laboratorio.
—Y Disney gana con todo eso. La Luna y Marte parecen ser sitios factibles para convertirse en parques temáticos a los que irán viajeros virtuales con cámaras Gusano. Me contaron que los emplazamientos de salida de las Apolo y Viking gozan de particular popularidad; y compiten con ellos los antiguos Lúnojod soviéticos que son una atracción por sí mismos.
Y, pensaba David, no hay duda de que Nuestro Mundo tiene que ver en todo esto.
Hiram sonrió.
—Estás muy callado, David.
David exploraba sus emociones, sentía una admiración entremezclada con cierto temor.
Levantó un puñado de rocas y lo dejó caer, su lento rebote en un ambiente de poca gravedad no era del todo auténtico.
—Esto es real. Debo de haber leído cien obras dramáticas de ficción, mil estudios teóricos, sobre las misiones a Próxima. Y ahora estamos aquí. Es el sueño de un millón de años pararse aquí y ver esto. Es probable que sea un sueño lo suficientemente magnífico como para liquidar finalmente los vuelos espaciales. Qué lástima. Pero es todo lo que es: un sueño. Todavía nos hallamos en ese frío hangar de las afueras de Seattle. Al mostrarnos el destino del viaje, sin exigirnos el desgastante viaje, la cámara Gusano nos convertirá a todos en un planeta de seres perezosos cuya única actividad gimnástica será cambiar de canal de televisión con el control remoto.
—¿No crees que eres un tanto irritable?
—No, no lo creo. Hiram, antes de la cámara Gusano dedujimos la existencia de este planeta de Próxima, a partir de desplazamientos minúsculos de la trayectoria de la estrella. Calculamos cuáles debían de ser las condiciones de su superficie; leímos detenidamente los análisis espectroscópicos de su borrosa luz, para ver si podíamos deducir de qué estaba hecho; nos esforzamos por fabricar nuevas generaciones de telescopios que nos brindaran un mapa de su superficie. Hasta soñamos con fabricar naves que pudieran llegar hasta aquí. Ahora tenemos la cámara Gusano y ya no necesitamos hacer deducciones, ni esforzarnos, ni pensar siquiera.
—¿Y eso no es algo bueno?
—¡No! —contestó David con brusquedad—. Es como cuando un niño se apresura a buscar las respuestas en la parte de atrás de un libro de ejercicios. La cuestión, ¿ves?, no son las respuestas en sí, sino el desarrollo mental de que disfrutamos al esforzarnos por obtener esas respuestas. La cámara Gusano va a liquidar toda una gama de ciencias, como la planetología, la geología, la astronomía. En las generaciones venideras nuestros científicos se limitarán a contar y clasificar, igual que como lo hacía un coleccionista de mariposas del siglo XVIII. La ciencia se habrá de transformar en taxonomía.
—Te olvidaste de la historia.
—¿La historia?
—Tú fuiste quien descubrió que una cámara Gusano puede extenderse cuatro años luz, así como, con la misma facilidad, extenderse cuatro años en el pasado. Nuestra comprensión del tiempo es insignificante en comparación con la que tenemos del espacio, pero es seguro que se habrá de desarrollar. Y entonces sí que todo se va a ir al demonio.
»Piensa en ello. Hasta ahora podemos retroceder días, semanas, meses. Podemos espiar a nuestra esposa, vernos a nosotros mismos en el retrete, los policías pueden hacer el seguimiento de delincuentes en el momento de cometer el hecho. Pero todo esto es nada, trivialidades personales. Cuando podamos retroceder años, entonces estaremos hablando de abrir la Historia… ¡Y eso será la lata de gusanos!
»Hay gente ahí afuera que ya está preparando el terreno. Debes de haber oído sobre los Doce Mil Días, un proyecto jesuita bajo las órdenes del Vaticano: completar la historia del desarrollo de la Iglesia, de primera mano; remontándose hasta Cristo mismo. —Hiram hizo una mueca a modo de sonrisa—. Gran parte de los sucesos no serán agradables de ver. Pero el Papa es astuto: es mejor que la Iglesia encare este proyecto en primer lugar antes que algún otro. Aun así, hará que el cristianismo se deshaga como un castillo de arena, al que seguirán las demás religiones.
—¿Estás seguro?
—Maldición, sí. —Los ojos de Hiram refulgían bajo la luz roja—. ¿Acaso Bobby no denunció que Tierra de la Revelación era un fraude ideado por un delincuente?
En realidad, pensó David, aunque Bobby ayudó, fue un triunfo de Kate Manzoni.
—Hiram, Cristo no era Billybob Meeks.
—¿Estás seguro? ¿Crees que podrías soportar averiguarlo? ¿Podría tu Iglesia sobreponerse a eso?
… Quizá no, pensó David. Pero debemos esperar fervientemente a que sí pueda.
David se dio cuenta de que Hiram había tenido razón al obligarlo a salir de su celda académica, casi monástica, para ver todo esto. Había sido un error suyo esconderse, trabajar en la cámara Gusano sin tener la menor percepción de sus consecuencias ulteriores. Tomó la firme resolución de sumergirse en la aplicación de la cámara, así como en su teoría.
Hiram miró lo poco que quedaba del sol que se ocultaba.
—Creo que está haciendo frío. A veces nieva aquí. Vamos. —Empezó a operar los invisibles botones de abortamiento que había en su casco.
David atisbo la astilla de luz que era el distante Sol e imaginó a su alma regresando a casa, volando desde esta desolada playa hasta aquella calidez primordial.