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ESPACIO-TIEMPO

El caos interior no amainaba.

Bobby trató de distraerse. Retomó actividades en las que antes se había deleitado. Pero incluso la aventura virtual más extravagante parecía superficial, evidentemente artificial, predecible, incapaz de atrapar su interés.

Parecía necesitar gente, aun cuando escapara con miedo de quienes estaban cerca de él. Era una polilla que temía la llama de la vela, pensó, carente de la capacidad de soportar el fulgor que las emociones entrañaban. Así aceptaba invitaciones que tal vez de otro modo ni habría considerado; hablaba con gente que nunca antes había necesitado.

El trabajo ayudaba, con sus exigencias constantes y rutinarias que la atención demanda, con su implacable lógica de reuniones y horarios y asignaciones de recursos.

Y era un momento de ajetreo. Las bandas cefálicas para RV de Ojo de la Mente estaban saliendo de los laboratorios de ensayo y se acercaban al estatus de producción en masa. El equipo de técnicos de Bobby había resuelto, de modo repentino, un último defecto técnico: la tendencia de las bandas a causar sinestesia en los usuarios; una confusión en el ingreso de información sensorial debido a la diafonía entre los centros cerebrales. Eso era motivo de una larga celebración: sabían que el renombrado laboratorio de investigaciones Watson, de IBM, había estado trabajando en exactamente el mismo problema. Quien primero resolviese la cuestión de la sinestesia sería también el primero en llegar al mercado, y llevaría una neta ventaja que se prolongaría mucho tiempo. En ese momento parecía que Nuestro Mundo había ganado esa carrera en particular.

Por lo tanto el trabajo era absorbente. Pero Bobby no podía trabajar veinticuatro horas por día, pero tampoco podía dedicar su tiempo a dormir, ya que cuando estaba despierto, su mente, libre de cadenas por primera vez, corría tumultuosa y sin control.

Cuando su auto guiado por inteligencia artificial lo llevaba a la Fábrica de Gusanos, Bobby se encogía de miedo ante el tráfico que avanzaba veloz. Un artículo de un diario insignificante, sobre perversos asesinatos y violaciones en la recién desatada guerra por el agua en el mar de Aral, lo conmovía hasta hacerlo derramar amargas lágrimas. Una puesta del Sol en el golfo de Puget, percibida a través de una capa interrumpida de esponjosas nubes negras, lo colmaba de admiración reverencial ante el simple hecho de estar vivo.

Cuando se encontró con su padre, el miedo, el aborrecimiento, el amor, la admiración, tironearon de él. Todos los sentimientos por sobre el vínculo más profundo e indestructible.

Pero a Hiram lo podía enfrentar. Kate era diferente. La necesidad que sentía y que surgía como una oleada imparable, de acariciarla, de poseerla, de devorarla de algún modo, era completamente avasalladora. En compañía de ella quedaba sin habla, tan despojado del control de su mente como de su cuerpo.

De un modo o de otro Kate sabía cómo se sentía él y, en silencio, lo dejaba solo. Bobby sabía que ella iba a estar esperándolo cuando estuviera listo para enfrentarla y reanudar la relación.

Pero, al menos, con Hiram y Kate podía entender por qué se sentía como se sentía, podía investigar una relación causal, podía poner rótulos provisorios a las violentas emociones que lo sacudían. Lo peor de todo eran los cambios de humor que parecía padecer sin causa discernible alguna.

Solía despertar llorando sin motivo. O si no, en medio de un día de placeres mundanos, se descubría lleno de un alborozo indescriptible, como si repentinamente todo tuviera sentido.

Su vida de antes parecía lejana, carente de textura, como un boceto plano y sin colores hecho a lápiz. Ahora estaba inmerso en un nuevo mundo de color y textura y de luz y sensaciones, en el que las cosas más simples como el brotar de una hoja al comenzar la primavera, el destello de la luz matutina sobre el agua, la curva suave de la mejilla de Kate, podían estar envueltas por una belleza que jamás había sabido que existiera.

Y Bobby, el frágil yo que navegaba por la superficie de este oscuro océano interior, iba a tener que aprender a vivir con la nueva, compleja y desconcertante persona en la que se había transformado de pronto.

Ése fue el motivo por el que fue a buscarlo a su hermano.

Obtenía un gran bienestar de la presencia impasible y paciente de David: esa figura parecida a la de un oso, con su espeso cabello rubio, encorvada sobre sus pantallas flexibles, sumergida en su trabajo, satisfecha con su lógica y su coherencia interna, garrapateando notas con sorprendente delicadeza. La personalidad de David era tan maciza y sólida como su cuerpo; al lado de él, Bobby se sentía evanescente, una voluta de humo y, no obstante, sutilmente calmo.

Una tarde de un frío inoportuno estaban sentados, con sendas tazas de café sostenidas por las manos ahuecadas para calentarse con el calor de la bebida, aguardando los resultados de otro ciclo de ensayos de rutina: un nuevo agujero de gusano había tironeado de la espuma cuántica, extendiéndose más lejos que cualquier otro antes de él.

—Puedo entender a un teórico que desea estudiar los límites de la tecnología de los agujeros de gusano —dijo Bobby—. Llevar los conocimientos tan lejos como se pueda. Pero ya hemos logrado el gran descubrimiento. Con seguridad lo que es importante ahora es la aplicación.

—Por supuesto —dijo David con tono apacible—. De hecho, la aplicación lo es todo. Hiram tiene la meta de hacer que la generación de agujeros de gusanos pase de ser un acto de magia de la física de alta energía, que sólo se pueden permitir los Estados y las corporaciones, a algo mucho más pequeño, de fácil fabricación y con un volumen físico reducido al nivel de miniatura.

—Como las computadoras —resumió Bobby.

—Exactamente. No fue sino hasta que la miniaturización y el desarrollo de la PC que las computadoras estuvieron en condiciones de saturar el mundo, hallando nuevas aplicaciones, creando nuevos mercados… transformando nuestra vida, en suma. Hiram sabe que no mantendremos el monopolio para siempre, tarde o temprano alguien más va a presentar un diseño independiente de cámara Gusano. Quizás, hasta uno mejor. Y la miniaturización y la reducción de costos es algo que indudablemente va a venir a continuación.

—Y el futuro de Nuestro Mundo —dijo Bobby— es, sin duda, ser el líder del mercado, de todos esos generadores pequeños de agujeros de gusano.

—Ésa es la estrategia de Hiram —dijo David—. Tiene la visión de que la cámara Gusano habrá de reemplazar todos los demás instrumentos de recolección de datos: cámaras, micrófonos, sensores científicos, hasta sondas médicas. Si bien no puedo decir que estoy esperando con ansia el advenimiento de la endoscopia por agujero de gusano…

»Pero tal como te dije, estudié un poco de administración de empresas, Bobby: las cámaras Gusano producidas en masa serán un bien de consumo y podremos competir nada más que en el precio. Pero estoy convencido de que con la delantera técnica que llevamos, Hiram puede abrir infinitas oportunidades para sí a través de la diferenciación; presentando aplicaciones que nadie más en el mercado pueda ofrecer. Y eso es lo que estoy interesado en explorar. —Sonrió ampliamente—. Es en eso que le digo a Hiram que se está invirtiendo su dinero aquí.

Bobby estudió a su hermano, tratando de concentrarse en él, en Hiram, en la cámara Gusano, tratando de entender.

—Tan sólo quieres saber, ¿no? Eso es lo máximo para ti.

David asintió con la cabeza.

—Eso supongo. La mayor parte de la ciencia no es más que trabajo de gruñones: trabajo tenaz y reiterativo, realización interminable de ensayos y comprobaciones. Y debido a que se deben eliminar las hipótesis falsas, en ese momento el trabajo es, en realidad, más destructivo que constructivo. Pero, en ocasiones, sólo unas pocas veces, en el caso de una vida afortunada, es probable que exista un momento de trascendencia.

—¿Trascendencia?

—No toda la gente lo expresaría así, pero así es como yo lo siento.

—¿Y no importa que dentro de quinientos años nadie leyera tus trabajos de investigación?

—Preferiría que eso no fuera cierto. Quizá no lo sea. Pero la revelación en sí es lo importante, Bobby. Siempre fue así.

En la pantalla flexible que tenían a sus espaldas se produjo una ráfaga cromática de píxels en forma de estrella, acompañada por un tono suave parecido a un leve tintineo.

David suspiró.

—Pero hoy no, parece.

Bobby atisbo por encima del hombro de su hermano que en uno de los extremos de la pantalla se veía una rápida sucesión de números.

—¿Otra inestabilidad? Es como en los primeros tiempos de los agujeros de gusano.

David pulsó un teclado, disponiendo la realización de otro ensayo.

—Pues esta vez somos algo más ambiciosos. Nuestras cámaras Gusano ya pueden alcanzar cada rincón de la Tierra, cruzando distancias de miles de kilómetros. Lo que ahora estoy intentando es extraer y estabilizar agujeros de gusano, que se extiendan intervalos significativos en el espacio-tiempo de Minkowski; de hecho, decenas de minutos luz.

Bobby alzó la mano, pidiendo un respiro.

—Ya conseguiste que me perdiera. Un minuto luz es la distancia que recorre la luz en un minuto, ¿no es así?

—Sí. Por ejemplo, el planeta Saturno se encuentra a unos mil millones y medio de kilómetros de nosotros. Eso significa alrededor de ochenta minutos luz.

—¿Y queremos ver Saturno?

—Por supuesto que queremos. ¿No sería maravilloso tener una cámara Gusano que explorara el espacio profundo? No más sondas defectuosas, no más misiones de años de duración. Pero la dificultad radica en que los agujeros de gusano que abarcan intervalos tan grandes son extremadamente raros en la efervescencia probabilística de la espuma cuántica. Y estabilizarlos plantea un desafío, en un orden de magnitud más complicado que antes… Pero no imposible.

—¿Por qué intervalos y no distancias?

—Jerga de los físicos. Lo siento. Un intervalo es como una distancia, pero en el espacio-tiempo, que es espacio más tiempo. En realidad no es más que el teorema de Pitágoras. —Tomó un block de hojas tamaño oficio y empezó a garrapatear—: Supon que vas al centro comercial y caminas unas cuadras hacia el este y otras hacia el norte. Después puedes calcular la distancia que recorriste de esta manera: —Sostuvo el block en alto:

(distancia) al cuadrado = (este) al cuadrado + (norte) al cuadrado

—Caminaste describiendo un triángulo rectángulo. El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de… —Hasta ahí sé—. Pero los físicos piensan en el espacio y el tiempo como en una sola entidad, en la que el tiempo es una cuarta coordenada, además de las tres del espacio. —Escribió en su block una vez más:

(intervalo) al cuadrado = (separación del tiempo) al cuadrado-Reparación del espacio) al cuadrado

—A esto se lo denomina la métrica correspondiente a un espacio-tiempo de Minkowski. Y…

—¿Cómo puedes hablar de una separación en el tiempo del mismo modo en que hablas de una separación en el espacio? Mides el tiempo en minutos, pero el espacio en kilómetros.

David movió la cabeza con un gesto de aprobación.

—Buena pregunta. Hay que usar unidades en las que a tiempo y espacio se los haga equivalentes. —Estudió a Bobby, para ver si su hermano lo entendía—. Basta decir que si se mide el tiempo en minutos y el espacio en minutos luz, todo funciona de maravillas.

—Pero en esto hay algo más que no está tan bien. ¿Por qué éste es un signo menos en vez de uno más?

David se acarició la carnosa nariz.

—Un mapa del espacio-tiempo no funciona exactamente igual que un mapa del centro de Seattle. A la métrica se la diseñó de modo que la trayectoria de un fotón, una partícula que se desplaza a la velocidad de la luz, sea un intervalo nulo. El intervalo es cero, porque los términos espacio y tiempo se cancelan entre sí.

—Esto es relatividad. Tiene algo que ver con la dilatación del tiempo y con reglas que se contraen, y…

—Sí —David palmeó el hombro de Bobby—, es exactamente eso. Esta métrica es invariante según la transformación de Lorentz. No importa. El asunto es, Bobby, que esta clase de ecuación debo usarla cuando trabajo en un universo relativista, y por cierto que así lo hago si estoy tratando de construir un agujero de gusano que llegue hasta Saturno y más allá.

Bobby meditó sobre la sencilla ecuación manuscrita. Con su propio remolino emocional todavía agitándose a su alrededor. Sentía una lógica fría que lo recorría, con números, ecuaciones e imágenes evolucionando, como si su mente hubiera estado padeciendo alguna clase de sinestesia intelectual. Dijo lentamente:

—David, me estás diciendo que las distancias en el espacio y en el tiempo son equivalentes de algún modo, ¿no es así? Tus agujeros de gusano se extienden por intervalos de espacio-tiempo, en lugar de sólo distancias. Y eso quiere decir que si logras estabilizar un agujero de gusano lo suficientemente grande como para llegar a Saturno, a través de ochenta minutos luz…

—¿Sí?…

—Entonces podría extenderse a través de ocho minutos: es decir, a través del tiempo. —Se quedó mirando fijamente a David—. ¿Lo que digo es muy tonto?

David se sentó en silencio durante varios segundos.

—Dios santo —dijo con lentitud—. Ni siquiera tomé en cuenta esa posibilidad. He estado configurando el agujero de gusano para que se extienda un intervalo parecido al espacio, sin siquiera pensar en eso. —De modo febril empezó a pulsar su pantalla flexible—. Puedo volver a configurarlo desde acá mismo. Si restrinjo el intervalo parecido al espacio hasta unos metros, entonces el resto de la distancia del agujero de gusano está forzado a volverse parecido al tiempo…

—¿Qué querría decir eso? ¿David?

Sonó una chicharra dolorosamente fuerte y habló el motor de búsqueda.

—Hiram te querría ver, Bobby.

Bobby miró rápidamente a David, inundado por un miedo súbito y absurdo.

David asintió con una breve inclinación de cabeza, ya absorbido en la nueva dirección de su trabajo.

—Te llamo más tarde, Bobby. Esto podría ser importante. Muy importante.

No había motivos para permanecer ahí. Bobby salió hacia la oscuridad de la Fábrica de Gusanos.

Hiram estaba midiendo a zancadas su oficina en el centro de la ciudad. Estaba visiblemente enojado; tenía los puños apretados. Kate estaba sentada a la gran mesa de conferencias. Se la veía apocada, encogida de miedo.

Bobby vaciló al llegar a la puerta, respiraba agitado, se sentía físicamente incapaz de forzarse a ingresar al salón, por la intensidad de las emociones que bullían allí. Pero Kate lo estaba mirando e intentando una sonrisa.

Entró al salón. Buscó la seguridad de un asiento, del lado de la mesa opuesto a aquél donde estaba Kate.

Bobby se amilanó, incapaz de hablar.

Hiram descargó una mirada llena de furia.

—¡Me decepcionaste, basura!

Kate intervino con tono airado.

—¡Por el amor de Dios, Hiram!

—¡Usted manténgase fuera de esto! —Hiram descargó un golpe sobre la mesa y una pantalla flexible que había sobre la superficie de plástico se encendió delante de Bobby, empezó a pasar fragmentos de un artículo periodístico, imágenes de Bobby, de un Hiram más joven, de una muchacha bonita, de aspecto tímido, vestida con ropa pasada de moda, sin colores y en tela deslucida; y luego, la imagen de la misma mujer dos décadas después, inteligente, cansada, donosa. El logotipo de Noticias en Línea de la Tierra estaba impreso en cada imagen.

—La encontraron, Bobby —dijo Hiram—. Gracias a ti. Porque no pudiste mantener tu maldita boca cerrada, ¿no es así?

—¿Encontraron a quién?

—A tu madre.

Kate estaba operando la pantalla flexible que tenía delante de sí, leyendo con rapidez la información que iba apareciendo como si fuera un papiro que se desenrollaba.

Heather Mays. ¿Es ése su nombre? Se volvió a casar. Tiene una hija… tienes una medio hermana, Bobby.

La voz de Hiram era un gruñido.

—Manténgase fuera, pedazo de puta manipuladora. Sin usted nada de esto habría ocurrido.

Bobby, luchando por recuperar el control, preguntó.

—¿Nada de qué?

—Tu implante habría seguido manteniéndote juicioso y feliz. ¡Dios! ¡Ojalá alguien hubiese puesto una cosa así en mi cabeza cuando yo tenía tu edad: me habría ahorrado un montón de problemas… y tú no habrías abierto la bocaza delante de Dan Schirra!

—¿Schirra? ¿De NET?

—Con la diferencia de que no se llamaba así cuando te conoció la semana pasada. ¿Qué hizo, ponerte borracho y lloroso para que en un mar de lágrimas te dedicaras a hablar sobre tu malvado padre, y una madre, a la que habías perdido hacía mucho?

—Ya recuerdo —dijo Bobby—, se hace llamar Mervyn, Mervyn Costa. Lo conozco desde hace mucho tiempo.

—Claro que lo conoces. Ha estado cultivando tu amistad en nombre de NET para llegar hasta . No sabías quién era él, pero te mantuviste reservado… antes, cuando tenías el implante que te ayudaba a mantener las ideas claras. Y ahora esto: se inauguró la temporada de caza de Hiram Patterson. Y todo es su maldita culpa, Manzoni.

Kate todavía estaba recorriendo la noticia y sus hipervínculos.

—Yo no embaracé y abandoné a esta mujer hace dos décadas. —Pulsó la pantalla flexible y se iluminó una zona de la mesa que estaba delante de Hiram:

—Schirra tiene pruebas que lo corroboran. Mira.

Bobby miró por encima del hombro de su padre, la pantalla mostraba a Hiram sentado a una mesa, esta mesa, reconoció Bobby con un estremecimiento, esta sala; e iba abriéndose camino entre una montaña de papeles, corrigiendo y firmando. La imagen tenía cantidad de granos, era inestable pero suficientemente clara. Hiram llegó hasta un documento en particular, sacudió la cabeza como si hubiera sentido disgusto y con premura lo firmó, poniéndolo boca abajo sobre una pila de papeles que tenía a su derecha.

Después de eso, la imagen volvió a pasar en cámara lenta y el punto de vista hizo un acercamiento rápido al documento: después de precisar el enfoque y de un mejoramiento de la imagen fue posible leer parte del texto.

—¿Ve? —dijo Kate—. Hiram, lo atraparon firmando una puesta al día del acuerdo de pago que usted celebró con Heather hace más de veinte años.

Hiram lo miró a Bobby, casi como si le suplicara.

—Fue hace mucho tiempo. Arribamos a una conciliación. La ayudé a desarrollar su carrera: hace películas documentales. Ha tenido suceso.

—Era una yegua reproductora, Bobby —dijo Kate con frialdad—. Siguió pagándole para mantenerla callada… y para asegurarse de que nunca tratara de acercarse a ti.

Hiram daba vueltas por el salón, pegando mazazos en las paredes y lanzando miradas de odio hacia el cielo raso.

—Hago que a esta suite se la revise tres veces por día. ¿Cómo consiguieron esas imágenes? ¡Esos imbéciles incompetentes de seguridad de edificios volvieron a meter la pata!

—Vamos, Hiram —dijo Kate con tono calmo, aunque era evidente que estaba disfrutando esto—. Piénselo: no existe manera alguna por la que NET pudiera colocar micrófonos clandestinos en su oficina central. Del mismo modo que usted no podría colocarlos en la de ellos.

—Pero yo no necesitaría micrófonos —dijo Hiram lentamente—, tengo la cámara Gusano… Oh.

—Buen trabajo —Kate sonreía de oreja a oreja—. Ya lo descubrió: NET también debe de tener una cámara Gusano. Es el único modo en que pudieron haber obtenido esta noticia de primera plana. Perdió el monopolio que tenía, Hiram. Y lo primero que hicieron con la cámara Gusano de ellos fue volverla contra usted. —Tiró la cabeza hacia atrás y lanzó una fuerte carcajada.

—¡Dios mío! —dijo Bobby—. ¡Qué desastre!

—Ah, eso es basura —contestó secamente Kate—. Vamos, Bobby, muy pronto todo el mundo sabrá que la cámara Gusano existe; ya no va a ser posible mantener esa información oculta. ¡Por Dios, qué bueno será si a la cámara Gusano se la arrebatan de las manos de este duopolio de enfermos, Hiram Patterson y el gobierno federal!

Hiram dijo con tono gélido:

—Si Noticias de la Tierra posee la tecnología de la cámara Gusano, es evidente que alguien se la dio.

Kate parecía estar perpleja.

—¿Está dando a entender que yo…?

—¿Y quién si no?

—Soy periodista —repuso Kate con furia—, no espía. ¡Váyase al demonio, Hiram! Es obvio lo que ocurrió: NET sencillamente dedujo que usted debía de haber descubierto la manera de adaptar los agujeros de gusano para que actuaran como visores a distancia. Con esa comprensión básica duplicaron sus propias investigaciones. No sería difícil: la mayor parte de la información es del dominio público. Hiram, su poder sobre la cámara Gusano siempre fue frágil, se necesitó nada más que una persona para deducir en forma independiente cómo funciona.

Pero Hiram no parecía estar oyéndola.

—La perdoné; la contraté. Usted tomó mi dinero. Usted traicionó mi confianza. Usted dañó la mente de mi hijo y lo envenenó contra mí.

Kate se puso de pie y encaró a Hiram.

—Si realmente cree eso, es más retorcido de lo que yo creía.

El motor de búsqueda llamó con tono suave.

—Discúlpeme, Hiram, Michael Mavens está aquí y pide verlo. El agente especial Mavens de…

—¡Dile que espere!

—Temo que ésa no es una opción factible, Hiram. Y tengo una llamada de David, dice que es urgente.

Bobby miró a uno y a otra, asustado, confundido, mientras la vida se le hacía pedazos a su alrededor.

Mavens tomó un asiento y abrió un maletín.

Hiram preguntó, irritado:

—¿Qué quiere, Mavens? No esperaba volver a verlo. Creía que el convenio que habíamos celebrado abarcaba todo.

—Yo también lo creí así, señor Patterson —Mavens parecía estar sinceramente decepcionado—, pero el problema es que usted no cumplió su parte. Nuestro Mundo como sociedad por acciones. Uno de sus empleados, para ser específico. Y ésa es la razón por la que estoy acá. Cuando me enteré de que había surgido este caso pregunté si yo podría quedar implicado. Supongo que tengo un interés especial.

Hiram preguntó con tono lúgubre:

—¿Qué caso?

Mavens sacó de su maletín lo que parecía ser una orden de enjuiciamiento.

—Para resumir lo que dice acá, se trata de una acusación que, por apropiación indebida de información reservada sobre secretos industriales según la ley de 1996 sobre Espionaje Económico, presentara IBM contra Nuestro Mundo; específicamente, la presentó el director del laboratorio de investigaciones de esa empresa, Thomas J. Watson. Señor Patterson, tenemos la convicción de que a la cámara Gusano se la utilizó para conseguir el acceso ilegal a resultados de investigaciones sobre los que IBM tiene derechos exclusivos. Algo que se llama conjunto de paneles de control del soporte lógico para la supresión de la sinestesia, que se relaciona con la tecnología de la realidad virtual. —Dejó de leer y alzó la vista.

—¿Todo esto tiene sentido para usted?

Hiram miró a Bobby.

Bobby estaba sentado sin moverse en absoluto, abrumado por emociones en conflicto, sin tener una idea real de cómo debería reaccionar, de qué debería decir.

Kate dijo:

—¿Y usted ya sospecha de alguien, no, agente especial?

El hombre del FBI la miró fijamente, con tristeza.

—Creo que usted ya sabe la respuesta a esa pregunta, Ms. Manzoni.

Kate pareció estar confundida.

Bobby contestó con dureza.

—¿Quiere decir Kate? Eso es ridículo.

Hiram se golpeó la palma de una mano con el otro puño.

—Lo sabía. Sabía que esta mujer representaba problemas. Pero no pensé que iría tan lejos.

Mavens suspiró.

—Temo que existe un conjunto de pruebas muy claras que conducen hacia usted, Ms. Manzoni.

Kate se enfureció.

—Si esas pruebas están ahí, es porque alguien las plantó.

Mavens respondió.

—Se la va a poner bajo arresto. Espero que no haya problemas. Si usted se sienta con calma, el motor de búsqueda le leerá sus derechos.

Kate pareció sobresaltarse cuando una voz —inaudible para el resto de los presentes— empezó a sonar en sus oídos.

Hiram se puso al lado de Bobby.

—Tómalo con calma, hijo. Saldremos juntos de toda esta mierda. ¿Qué estaba tratando de hacer, Manzoni? ¿Encontrar otro modo de llegar hasta Bobby? ¿Es por eso que hizo todo esto? —La cara de Hiram era una máscara torva, desprovista de emociones: no había indicios de ira o piedad o alivio… o de triunfo.

Y la puerta se abrió violentamente: David estaba parado en ella con una sonrisa muy amplia, su corpachón parecido al de un oso llenando el vano. En una de las manos llevaba enrollada una pantalla flexible.

—¡Lo hice! —dijo—. ¡Por Dios, lo logré!… ¿Qué está pasando acá?

Mavens le respondió.

—Doctor Curzon, sería mejor que usted…

—No importa. Lo que fuere que estén haciendo, no importa… no en comparación con esto. —Extendió la pantalla flexible sobre la mesa—. No bien lo logré vine de inmediato para acá. Miren esto.

La pantalla flexible mostraba lo que, tomado de manera superficial, parecía ser un arco iris reducido a negro, blanco y gris; bandas desparejas de luz que formaban arcos y estaban distorsionadas, recortadas contra un fondo negro.

—Por supuesto que se ve mucho el grano —dijo David— pero, así y todo, esta primera imagen es equivalente a la calidad de las imágenes que mandaran de vuelta las primeras sondas de la NASA que hicieron vuelos de circunvalación, allá por la década de 1970.

—Eso es Saturno —dijo Mavens, extrañado—. El planeta Saturno.

—Sí. Lo que estamos mirando son los anillos. —David sonrió mostrando todos los dientes—. Establecí el punto de vista de una cámara Gusano a no menos de mil millones y medio de kilómetros de distancia. No está mal, ¿eh? Si miran de cerca hasta pueden ver un par de las lunas aquí, en el plano de los anillos.

Hiram lanzó una risa estentórea y abrazó con fuerza el corpacho de David.

—Dios mío, eso es tremendamente magnífico.

—Sí, sí lo es. Pero no es eso lo importante… ya no más.

—¿¡No es importante!? ¿Estás bromeando?

Con actividad febril, David empezó a pulsar su pantalla flexible; la imagen de los anillos de Saturno se disolvió.

—Puedo reconfigurarlo desde acá. Es así de fácil. Fue Bobby quien me dio la pista. A mí simplemente ni se me había ocurrido, como sí se le ocurrió a él. Si restrinjo el intervalo parecido al espacio a algunos metros, entonces el resto de la amplitud del agujero de gusano se vuelve parecido al tiempo…

Bobby se inclinó hacia adelante para ver. Ahora, la pantalla mostraba una imagen igualmente granosa de una escena mucho más terrena. Bobby la reconoció de inmediato: era el cubículo de trabajo de David en la Fábrica de Gusanos. David estaba sentado allí, la espalda hacia el punto de vista y Bobby parado al lado de su hermano, mirando por encima de su hombro.

—Es así de fácil —volvió a decir David, esta vez con un hilo de voz y temor reverencial—. Claro que tendremos que llevar a cabo ensayos repetibles, en los que habrá que medir adecuadamente los tiempos…

Hiram dijo:

—Eso es la Fábrica de Gusanos precisamente. ¿Y con eso qué?

—No lo entiendes. Este nuevo agujero de gusano tiene la misma… mmm… longitud que el otro.

—El que llegó hasta Saturno.

—Sí. Pero en vez de abarcar ochenta minutos luz…

Mavens completó la oración por David.

—Ya entiendo: este agujero de gusano abarca ochenta minutos.

—Sí —dijo David—, ochenta minutos hacia el pasado. Mira, padre. Nos estás viendo a mí y a Bobby justamente antes de que lo llamaras a tu oficina.

La boca de Hiram estaba completamente abierta.

Bobby sintió como si el mundo hubiera estado nadando alrededor de él, cambiando, configurándose y adoptando un cierto patrón extraño y desconocido, como si le hubieran apagado otro micro-procesador más de su cabeza. Miró a Kate, que se veía diminuta, aterrorizada, perdida por la conmoción.

Pero Hiram, al haberse disipado sus problemas, de inmediato comprendió las consecuencias. Lanzó una mirada feroz hacia el aire.

—Me pregunto cuántos de ellos nos están observando en este preciso instante.

Mavens preguntó:

—¿Quiénes?

—En el futuro. ¿No se da cuenta? Si David tiene razón, éste es un momento crucial en la historia: este momento, aquí y ahora, la invención de éste, este visor del pasado. Es probable que el aire que nos rodea esté efervescente con puntos de vista de cámaras Gusano a las que enviaron a esta época historiadores del futuro. Biógrafos. Hagiógrafos. —Levantó la cabeza y desnudó los dientes—. ¿Me están mirando? ¿Lo están?

—¿Recuerdan mi nombre? Soy Hiram Patterson. ¡Ja! ¡Vean lo que yo hice, pedazo de imbéciles!

Y en los corredores del futuro, innumerables observadores se enfrentaron con la desafiante mirada de Hiram Patterson.