El rápido cuerpo que se iba acercando a nosotros era en realidad una nave-universo.
—¡Una nave-universo! —exclamó Jozsef asombrado.
—Que llegaba para llevar a lugar seguro a los amalteanos de Venus… una nave-océano pilotada por el propio Thowintha tal como era tres mil millones de años atrás. Nuestra Thowintha deseaba encontrarse en otro lugar al llegar su duplicado.
—¿Significa eso que fue en aquel momento cuando el alienígena produjo la primera bifurcación, el primer camino divergente en el espacio-tiempo? —pregunta el comandante.
—Un comentario muy adecuado —conviene Forster—. El primero entre muchos.
Su aquiescencia le proporciona un breve instante para tomar un trago de su vaso, pensativamente.
El comandante, al igual que un gato que juega con un ratón, no quiere ceder.
—¿Cuál será el efecto de todo eso? —pregunta—. Es lo que debemos saber.
—Me parece que habrá que esperar algún tiempo, comandante. Por el momento, todo cuanto puedo hacer es continuar mi relato.
—Ha dicho que aprendió algo basándose en lo que mi hija le contó —interviene Ari.
—Aprendí mucho, aunque con lentitud —dice Forster dejando su vaso; y continúa su relato—: Al sumergirnos en el Torbellino, nuestra ruta podía haber divergido en varias direcciones. Estando sumergidos, la mayor parte de nosotros no tenía influencia alguna en el destino que nos aguardaba. Sólo otro ser podía afirmar que ejercía el control, pero… ¿hasta qué punto controlaba Thowintha su propio destino?