En el presente capítulo no abordaremos el tema del dominio de la tierra, debido a una observación de mi anfitrión en Luxor. «La tierra, me dijo, pertenece a las serpientes y a los escorpiones. Es nuestra madre, pero una madre exigente, peligrosa. El mago no es un ingenuo. Para conocer los tesoros de la tierra, es preciso en primer lugar conquistar la amistad de los que los protegen. Pero es imposible, para quien no es un hombre de agua, de aire o de fuego».
Extrañas palabras que, sin embargo, no habrían sorprendido a un egipcio antiguo, habituado a vivir en armonía con los elementos. No los veía con ojos ciegos. Sabía que encerraban una parte del secreto de su propia vida.
Todas las aguas vienen de Nun, océano primordial que rodea el mundo. Cada tarde el sol entra de nuevo en el Nun, se regenera en él y sale de allí purificado y renovado, por la mañana. Los lagos sagrados de los templos contienen precisamente esta agua primordial en el cual se purifican los sacerdotes.
Los Textos de las pirámides dan una fórmula mágica para obtener el dominio del agua[103]. Se dice que el Nilo celeste está a disposición del mago que se identifica con el gran dios cuyo nombre no es conocido por las multitudes de espíritus. Pronuncia estas palabras_ «¡Oh, Hapy, príncipe del cielo, refresca mi corazón con tu agua! Haz que yo pueda tener poder sobre el agua… Dame el agua que existía antes de los dioses, ya que he llegado al primer día de existencia»[104]. Para estar seguro de lograrlo, el mago incluso se transforma en dios-Nilo, señor de las aguas que permite crecer a la vegetación. Es por ello que el poder mágico subsiste sobre el cielo y la tierra[105].
El mago se baña con Ra en las extensiones de aguas celestes. Está rodeado por Orión, Sothis, por la estrella de la mañana. Le colocan en brazos de su madre Mut, el cielo. También escapa al furor de los condenados que marchan cabeza abajo[106].
Agua purificadora, agua para bañarse, pero también agua que sirve de soporte a los desplazamientos por el cosmos. Según la religión más antigua, el faraón bogaba sobre balsas de cañas por los espacios celestes. Cada mago, siguiendo al rey, desea «subir al cielo, embarcar en la barca de Ra y convertirse en un dios vivo»[107]. El mago puede utilizar un vaso para ver esta barca del sol. Pide a la madre de los dioses que le abra el cielo por donde verá subir y descender a los navíos divinos[108].
Se pronuncian fórmulas mágicas sobre una barca de Ra pintada de blanco y colocada en un lugar puro[109]. Ante ella, la imagen de un bienaventurado. El mago dibuja una barca de la noche a su derecha y una barca del día a su izquierda. El capítulo 133 del Libro de los muertos ofrece una detallada explicación: «Palabras a decir sobre una barca de cuatro codos de largo, pintada con polvo de arena (?) verde, con la asamblea divina de los nomos sobre ella; se hace un cielo estrellado, purificado con natrón y resina de terebinto. Entonces se dibuja una imagen de Ra de blanco sobre un recipiente nuevo que será dispuesto ante la susodicha barca y se pone la imagen del bienaventurado que desees glorificar en esta barca, él es quien permite navegar en la barca de Ra».
El mago que obtiene un poder sobre el agua celeste se convierte en la, pagaya (remo) de Ra que no se moja en un líquido y no se quema en el fuego[110]. Al identificarse con esta pagaya, el mago esta seguro de «conducir su barca» sin desfallecer.
De manera aún más directa y más arriesgada, el mago se enfrenta al agua cuando está obligado a nadar. Existe una técnica apropiada: para proteger al nadador y evitarle todo peligro, se invoca a un babuino de siete codos, con ojos de electro y labios de fuego, cada una de cuyas palabras es una llama[111].
El cuerpo contiene agua. Ésta es indispensable para la vida. Beber es un acto sagrado. El mago dispone del agua llegada de Elefantina, del mismo Nun. Es capaz de identificarse con el padre de los dioses[112]. Existe un capítulo, «beber agua en el imperio de los muertos», que contiene esta llamada: «¡Ven a mí, tú que eres el agua del rejuvenecimiento de cada día! ¡Si pudieses refrescar mi corazón con el agua fría de tu corriente! ¡Si pudieses concederme poder sobre el agua como el Poderoso!» Este agua prodigiosa será ofrecida al mago cuyo espíritu se ubique en el origen de los tiempos[113].
«El agua fresca» es uno de los nombres del mago rejuvenecido que conoce la alegría de vivir, de moverse a su antojo, de estar protegido, de aparecer glorificado. Nut, diosa del cielo, y Nephtis, la señora del templo, vienen a él para aportarle el ojo de Horus, la medida de todas las Cosas[114]. El iniciado saluda a Ra[115]. Le pide al dios que le aporte la leche de Isis, el flujo de Nephtis, el desbordamiento del mar, la vida, la prosperidad, la salud, la felicidad, el pan, la cerveza, el vestido, el alimento: en resumen, el conjunto de las formas liquidas que procuran una perfecta beatitud. Desea ver a Ra cuando sale como Thot, cuando se le prepara un camino de agua para la barca del sol.
El mago se identifica con Osiris. Porque Osiris ha hecho un largo viaje —en forma de cadáver por las aguas—. El Ojo de Horus se encuentra cerca de él cuando flota. El escarabajo Kheper planea sobre él. El dios debe proteger al mago de los seres dañinos ocultos en las aguas. Debe obtener la ayuda de los dioses presentes en sus barcas[116]. Existe por otra parte, una fórmula para franquear las aguas repletas de demonios: «Osiris está sobre el agua, el Ojo de Horus está con él. El gran escarabajo se extiende sobre él. No levantéis vuestros rostros, habitantes de las aguas, para que Osiris pueda pasar sobre vosotros»[117].
Figura 11
El rey vierte agua ante una de las formas del díos-sol. Este «agua» es energía polarizada (el doble flujo) necesaria para alimentar la bola de fuego que se materializa con el disco solar de donde saldrá el fluido creador (La tumba de Ramsés IX.)
El Nilo cobija seres peligrosos y maléficos que acechan a animales y humanos que atraviesan el río. Hay que impedirles actuar. El mago recita canciones, «lágrimas de agua»[118]. Los textos de estos hechizos son ultrasecretos. A este objeto se aconseja: «No los reveléis al hombre corriente. Es un misterio de la Casa de la Vida». Algunas indicaciones nos permiten conocer una parte del secreto. El mago utiliza un huevo que es «grande en el cielo y en el douat (mundo intermedio entre cielo y tierra)». De él nace un pájaro. El mago sale del nido con él. Las palabras mágicas deben pronunciarse sobre un huevo de arcilla que evoca al huevo primordial. Tornándolo en su mano, el mago sostiene la proa del barco que boga sobre las aguas. Si un ser dañino sale a la superficie y amenaza con atacar, el mago arroja el huevo sobre él. El peligro estará conjurado al momento.
Estos «hechizos de agua» son a veces fórmulas muy desarrolladas, ya que el peligro amenaza a menudo, de forma muy directa, al viajero o al bebedor. El mago entonces se vuelve muy solemne en sus declaraciones[119]: «¡Oh, anciano que se rejuvenece a si mismo en su edad, edad que se vuelve joven! ¡Si pudieseis hacer que Thot viniese a mí en mi voz! ¡Atrás, el que habita en el agua, si el que se encuentra sobre el agua fuese atacado, el Ojo de Horus lo será también! (Dicho de otro modo, el orden del mundo estaría comprometido.) ¡Qué el que está en el agua no levante la cabeza antes de que Osiris haya pasado!»
Incluso Ra toma precauciones cuando viaja en barco para ir a visitar a su Enéada. Los «señores del Duat» están prestos a castigar al cocodrilo que se dirija contra la barca divina. Las bocas de los habitantes del agua están cerradas por Ra, sus gargantas cerradas por Sekhmet, sus lenguas cortadas por Thot, sus ojos cegados por Heka, dios de la magia. Los cuatro dioses que protegen a Osiris protegen a cualquiera que afronte el agua, hombre o animal.
Otra fórmula muy impresionante:
—«¡Ven a mí, señor de los dioses! ¡Arrójate por tierra, para mí, a toda forma del mal, a todo monstruo que está en el río! ¡Transfórmales para mí en guijarros sobre el gebel, parecidos a pedazos de loza esparcidos a lo largo de los caminos»[120]. Proceso radical, en efecto: transformados en guijarros, los seres dañinos del agua no amenazarán ya a nadie.
Para luchar victoriosamente contra las criaturas maléficas presentes en las aguas, el mago no duda en identificarse con Amón, Onuris, Montu, Soped en sus funciones guerreras. Impresionados, los que están bajo las aguas no emergerán. Derivarán por la corriente, con sus bocas selladas como los siete grandes arcones, cerradas para siempre[121].
Los Textos de los sarcófagos describen una extraordinaria operación mágica[122]: convertirse en los cuatro vientos del cielo y conocer el nombre del dios responsable de la escalera del cielo, que permite acceder al paraíso. El mago tiene el dominio de estos cuatro vientos[123]. Éstos le permiten explorar el universo entero. Así, el viento del sur transporta agua, crecimiento y vida.
La vestidura del mago es el aire que da la vida. Ha creado el cielo luminoso para reemplazar a las tinieblas, se manifiesta por medio de nubes de tempestad, la anchura del cielo es la medida de sus zancadas[124].
Pero el aire contiene también peligros, especialmente miasmas causantes de enfermedades. Existen también fórmulas para disipar el aire viciado del año[125]. El mago juega el papel de la diosa-buitre Nekhbet, que agita la tierra. Le pide que venga a su lado y anude estrechamente sus dos grandes plumas a su alrededor. Así vivirá con buena salud y recibirá la corona blanca, insignia del poder que está sobre la cabeza del gran mago de Heliópolis. Bogará sobre el océano cósmico, en la barca del día, a condición de que pronuncie correctamente las fórmulas sobre un par de plumas de buitre.
El aire que respiramos debe ser purificado por el mago. En ciertos períodos, en efecto —especialmente en el cambio de año— transporta elementos peligrosos (miasmas, fluidos negativos, enfermedades). Sólo una purificación mágica, que forma parte además de un ritual de estado, ofrece a los humanos un aire vivificante.
Los seres dañinos transportan una llama, un fuego destructor que amenaza la vida. Para apagarlo, es preciso utilizar agua. Pero no importa qué agua sea: la de Nun, el océano primordial, que se manifiesta como una fresca ola[126]. El mago mezcla los elementos[*] para reducir el malvado fuego a la nada.
La manifestación más frecuente de este último es la quemadura. ¿No fue el mismo Horus quemado por la llama de la diosa-leona Sekhmet[127] con terrible cólera? Contra cualquier quemadura, el mago debe además recordar la leyenda de Horus niño: un fuego había caído sobre su cuerpo. Su madre estaba ausente. El fuego era muy poderoso para un niño tan pequeño. Nadie podía salvarle. ¿Podrá Isis, recién llegada de la fábrica de tejidos donde ella iniciaba a las mujeres en sus misterios, apagar la llama con su leche? Es necesario recitar fórmulas sobre resma proveniente de una acacia, sobre una torta de trigo, guisantes de algarrobo, coloquintos, excrementos, luego quemar todo esto para hacer una masa para mezclarla con la leche de una mujer que ha dado a luz a un varón. Más tarde se aplica la mezcla sobre la quemadura y se venda la herida con una hoja de ricino[128].
Para la víctima de una quemadura o de un incendio, el mago se refiere obligatoriamente a Horus. El dios, estaba tan gravemente afectado que sólo Isis, la maga, era capaz de inventar un remedio para evitar el fuego. A su alrededor no había nada de agua, así que la diosa se vio obligada a utilizar un liquido salido de su propio cuerpo: «Hay agua en mi boca, dice Isis, y un Nilo entre mis piernas; vengo a apagar el fuego»[129].
Figura 12
Los babuinos están dispuestos alrededor de un estanque cuadrado que contiene energía de la naturaleza del fuego. Es la representación de una verdadera «central», cuyos componentes deben ser manipulados por especialistas con la máxima precaución, para que este fuego perpetuamente creador. (La tumba de Ramsés IX)
El fuego positivo y creador está contenido en el sol. El mago se dirige a él cuando sale con un destello de las tinieblas: es él quien alejará la sombra muerta que intenta arrancar al niño de su madre[130]. Existen fórmulas para disipar las tormentas a fin de que el sol pueda brillar normalmente[131]. La victoria no se adquiere nunca de forma definitiva. El hechizo mágico debe ser renovado cada día. Una prueba: la hoja de papiro sobre la que está inscrito el nombre del dragón se pone en una caja y se arroja al fuego cada día. Cuando sale el sol, la criatura-dragón arde[132].
La manifestación de un dios se acompaña a menudo de llamas que destruyen adversarios y criaturas dañinas. Éstos son devorados por un fuego divino. «Oh, rebeldes (proclama una fórmula) el fuego de Amón está contra vosotros, y no se extinguirá jamás. Aquél que está oculto en su imagen, que está disimulado en su forma, os maldice… lanza contra vosotros el fuego para reduciros a cenizas»[133].
De este modo los enemigos más peligrosos verán sus proyectos reducidos a la nada[*][134].
En la frente del faraón, la serpiente ureus es una llama ardiente que calcina a los enemigos del rey. El mago se identifica con el ureus. Afilada es la llama que se encuentra sobre su boca, contra los puñales que están en las manos de los dioses hostiles de los que ya no tiene nada más que temer[135].
Igualmente, el fuego destructor se revela protector. Los Textos de los sarcófagos evocan el círculo de fuego que rodea a Ra y le protege mientras se encuentra en la cabina de su barca solar. El mago debe utilizar una fórmula para hacer desaparecer ese círculo[136]: el fuego se extingue momentáneamente para que él acceda al interior del sol.
Figura 13
La barca del sol con su equipaje divino. Día y noche recorre el universo y asegura la regulación de la energía creadora en todos los espacios que atraviesa. Si la barca se detiene la vida cesa de circular y el universo se debilita. Es por ello que el mago-astrónomo observa constantemente el cielo, a fin de intervenir en el caso de que la barca encontrara algunas dificultades. (Las capillas de Tutankhamon.)
«Entrar en el disco solar» es un tema iniciático excepcional[137]. El mago ha probado su competencia estableciendo el orden cósmico para gloria de Ra y abriendo el ojo misterioso que da la luz a la humanidad. Una extraña figura de los Textos de los sarcófagos[138] presenta a un ser divino, sentado sobre un trono y rodeado de óvalos. Es el símbolo esotérico de Ra, dominando a una serpiente llamada Mehen. Evoca una multitud de ciclos y años. Caminos de fuego protegen ese sol secreto. El mago conoce las sombrías rutas por las que Hou y Sia, el Verbo y la Intuición, circulan. Conoce el «circuito de Ra», la curva del universo.
Una fórmula secreta sirve para entrar en el fuego y salir de él[139]. El mago es una criatura cuya forma es invisible en medio del fuego. Es allí donde aprende a manejar un cuchillo que no es otro que un rayo de luz. El mago se vuelve fuego en el reino de los muertos, en cada lugar del Occidente[140], zona oscura a la que él aporta calor. Se vuelve la llama que se mece con el viento, que atraviesa los espacios[141], en la extremidad del cielo y la tierra.
Señor del fuego, el mago vive de la armonía de las esferas, Maât. Es también señor de la eternidad. Crea la alegría. Conoce las palabras secretas inscritas sobre los rollos mágicos. Será como Ra en el este del cielo, como Osiris en el mundo inferior[142].
Se utiliza una fórmula «para hacer nacer la llama bajo la cabeza del justo»: se trata del famoso hipocéfalo, disco de tela, papiro o bronce situado bajo la cabeza de la momia[143]. Esta llama hacia del cadáver un ser vivo. Es el prototipo simbólico del nimbo cristiano, esa aureola de fuego que rodea la cabeza de los santos. Sobre este hipocéfalo, pintado a veces de color oro, se inscriben fórmulas y se dibujan genios protectores.
Las antorchas utilizadas en los rituales son preparadas por los iniciados en los secretos del fuego[144]. Al mago se le recomienda preparar cuatro cuencos de arcilla mezclada con incienso, llenos de la leche de una becerra blanca, en los que se apagarán las antorchas al final del ritual. Pronuncia unas palabras sobre cuatro antorchas de tela roja impregnadas de aceite de Libia. Son sostenidas por cuatro hombres sobre cuyos brazos está trazado el nombre de los hijos de Horus. Respetando las reglas, el iniciado tendrá poder sobre las Estrellas imperecederas.