Capítulo III
Los instrumentos mágicos

Los amuletos

Vivos y muertos gozan de la proyección de los amuletos que llevan sobre sus cuerpos. A menudo representan a grandes divinidades (Ra, Horus, Osiris) que garantizan un excelente viaje por los cielos, la seguridad, la salud y toda suerte de felicidades compatibles. Un amuleto está «inscrito» sobre diversos soportes, como, por ejemplo, papiros o tela. Se le anuda o se le cuelga con un cordoncillo alrededor del cuello: lo importante es estar en contacto con él.

Cuando el mago crea un amuleto, introduce en el objeto fuerzas esenciales para preservar la vida y garantizar la inmortalidad de un cuerpo o de una momia. Con objeto de proteger por completo a esta última, hay que utilizar ciento cuatro amuletos diferentes. Atados a los dedos de los pies o a los pies, hacen circular la fuerza mágica a través de todo el cuerpo antes de llegar a la cabeza[82]. Protegen del mal bajo todas sus formas.

Es por eso que una buena madre de familia tiene un conocimiento profundo de la magia de los amuletos, los cuales utiliza para poner a su niño al abrigo de los peligros exteriores. También favorecen el amor, la vitalidad y el éxito en el trabajo.

Oro, bronce, cristal, barro y piedra son utilizados en la fabricación de amuletos. El papiro mágico de Leiden indica la manera de confeccionar un excelente talismán: se toma una cinta de lino de dieciséis cabos (cuatro blancos, cuatro verdes, cuatro azules, cuatro rojos), se tiñe con la sangre de una abubilla y se ata a un escarabajo en actitud de dios solar, vestido de biso (tejido de seda y lana). De este modo, es todo el universo religioso del antiguo Egipto el que se revela en el pequeño mundo de los amuletos; vemos en él una pléyade de divinidades, animales sagrados, elementos reales que confieren al difunto la categoría de faraón (por ejemplo, las coronas reales), conceptos abstractos como la Vida, la Salud, la Fuerza (simbolizadas por la «llave de la vida», el papiro), el corazón-conciencia, la mutación del ser encarnado en el escarabajo y la estabilidad en una columna. Objetos corrientes tienen un significado profundo: la escalera permite subir al cielo, el cabecero permite un sueño regenerador al resguardo de los demonios, los instrumentos de los constructores (tablero de diseño, nivel, escuadra, hilo de plomo) revelan la manera cómo trabajan los Creadores.

Figura 9

Diversos símbolos mágicos utilizados en amuletos: a la izquierda, el ojo-ouadjat, ojo «completo» y perfecto que otorga al iniciado una visión total de la realidad; a la derecha, Nephtis cuyo nombre significa «la soberana del Templo», magnetiza el signo chen, el de la protección mágica que evitará que su poseedor sea «disociado» por las fuerzas negativas. Está instalado bajo el signo del oro, materia que constituye la carne de los dioses. (Las capillas de Tutankhamon)

Como es norma dentro de la magia, es el Verbo quien confiere su realidad a los amuletos. Así, los capítulos 155 a 160 del Libro de los muertos se titulan: «Palabras a pronunciar sobre una columna-djed de oro colocada en el cuello del bienaventurado, sobre un nudo de jaspe rojo colocado en el cuello del bienaventurado, sobre un collar de oro colocado en el cuello del bienaventurado…» Bienaventurado, en efecto, el que se beneficia de tal seguridad contra las fuerzas del mal. La columna—djed merece una atención especial. Con motivo de una grandiosa ceremonia primordial dentro de la magia de Estado, el faraón enderezaba una columna tumbada sobre el suelo. De este modo recreaba la columna vertebral de su reino. En efecto, esta columna es el eje secreto del cuerpo de Osiris. Permite al Estado ser estable, conforme al modelo divino. Sobre la columna—djed, se pronuncia esta fórmula: «Tu espalda te pertenece, tú que tienes el corazón en reposo; tus vértebras te pertenecen, tú que tienes el corazón en reposo. Tú te acuestas sobre la orilla, yo pongo agua debajo de ti. Mira, yo te entrego la columna—djed, de forma que te diviertas con ella»[83]. Fórmula enigmática, cuya finalidad es permitir al ser enderezarse, adoptar la vertical, alcanzar la estabilidad necesaria para perdurar.

Antes de pronunciar las fórmulas sobre la columna, el mago la coloca sobre un ladrillo de arcilla. Se le prepara un nicho en el muro oeste de la tumba y se le coloca mirando al este. Se cierra luego el muro con tierra impregnada de aceite de cedro. La columna es invisible, pero está presente. Gracias a ella, la columna es inmutable y se convierte en una morada de eternidad[84].

Algunos amuletos son sorprendentes, como la «mano de Atum», diosa que ahuyentó la tempestad del cielo y que nos recuerda la masturbación primordial del creador. Esta mano, calificada de «Poderosa», ayuda a la luz a vencer al demonio de las tinieblas. Expulsa el sufrimiento, la impureza[85]. También, en ausencia de la madre o de la nodriza del niño, coloca sobre éste una mano amuleto para protegerle. Ésta no es otra que «la mano de Isis» que vela por su hijo Horus y le procura bienestar y salud[86].

La rana (en realidad la diosa Hekert) es un amuleto que favorece la resurrección[87], en razón de su nacimiento particular en el limo del Nilo. Los seres más extraños decoran estos amuletos: los patecos, personajes desnudos, deformes, con el cráneo rapado, a la vez niños y adultos[88], cuyo papel consiste en expulsar a los demonios.

Dato primordial: los amuletos son eficaces tanto para los vivos como para los muertos. Pero ¿cómo garantizar las funciones vitales, tanto aquí abajo como en el más allá, sin una utilización inteligente de los amuletos? Gracias a ellos, el bienaventurado tiene la posibilidad de unirse a los servidores e Horus, de gobernar el mundo de las estrellas[89].

En la Época Baja, los amuletos proliferaron, exagerados por la oleada de una magia popular cada vez más ingenua, cada vez más alejada de sus raíces. Se utilizan sobre todo pelos de vaca, de cabra, así como sustancias más o menos apetitosas para fabricar talismanes a crédito. Aquello no era más que una caricatura de la magia.

El oro y las piedras preciosas

Ra intervino para que se pusiese oro sobre la carne del difunto, dándole así su floreciente tinte. ¿Cómo explicar mejor que se concediese exactamente así la vida eterna[90]? Al término de la momificación correctamente realizada, el mago comprueba esta transmutación y exclama: «¡Oh, untel! ¡Acabas de recibir tus dediles de oro y tus dediles son de oro, tus uñas de electro! La emanación de la Luz proviene solo de Ti, ella es el divino cuerpo de Osiris, hecho realidad. Tú has sido regenerado por el oro, tú has cobrado vigor por el electro. El oro iluminará tu rostro en el mundo intermedio, tú respirarás gracias al oro, saldrás gracias al electro»[91].

El oro es signo de vida regenerada. La gran maga, Isis, cuida e que el iniciado renueve su vida en medio del oro interior que ha descubierto. Su rostro se ilumina entonces por la alegría. Parece un «muchacho renacido»[92]. Estos textos evocan evidentemente una iniciación de carácter alquímico.

En la escena de la resurrección de Petosiris, en Hermópolis, el dios subterráneo Osiris se convierte en divinidad solar. Al emitir oro, expande la luz vital. Los iniciados a los misterios de Thot nos revelan de esta forma que Osiris es indisociable de Ra, de quien han nacido una piedra y una goma destinados a hacer incorruptible a la momia del difunto identificada con Osiris.

Esta piedra de luz es, desde luego, el prototipo de la piedra filosofal de los alquimistas[93][*].

Nudos y números

El mago egipcio pasa una buena parte de su tiempo haciendo nudos. Un nudo mágico es un punto de convergencia de las fuerzas que unen el mundo divino y el mundo humano. Los capítulos 406-408 de los Textos de los sarcófagos son fórmulas para conocer los siete nudos de la vaca celeste. Servirán al mago para el manejo de la barcaza en la que atraviesa los espacios celestes. Restituyen al cuerpo sano y vigoroso. Por otra parte, los nudos celestes encuentran su correspondencia en los «nudos» del cuerpo humano, los puntos sensibles donde se encuentran los flujos energéticos de los que depende nuestra existencia.

Algunas fórmulas, como las del papiro mágico de Londres y de Leiden[94] constituyen precisiones técnicas. Se habla del nombre, del color. Lo que está atado en la tierra lo está también en el cielo, y a la inversa. Cristo retornará a su vez esta idea simbólica cuya huella puede encontrarse en los papiros mágicos coptos. «Impulso voz para alcanzaros, declara el mago a los poderes, a vosotros que desatáis cuerdas, nudos y cadenas para que desatéis por siempre nuestras cadenas.»

La magia de los números es indisociable de la de los nudos. El número está considerado como un nudo abstracto. Falta todavía un estudio en profundidad del simbolismo de los números en el antiguo Egipto. Sin embargo, están presentes a cada momento, incluso en la magia de Estado. Uno de los mejores ejemplos es el de un altar de culto en Heliópolis, una mesa de ofrendas formada por cuatro mesas unidas[95] sobre las cuales se colocan unos panes que sirven para delimitar las cuatro direcciones del espacio, los «cuatro Orientes». Dicho de otro modo, el cosmos está organizado a partir de una unidad central que solo se concretiza con la ofrenda a los dioses. En la religión cósmica como era la de Heliópolis, el Cuatro era el número de la eficacia, de lo concreto, de la eficiencia.

El siete es sin duda el número citado con más frecuencia. Cuerdas de siete nudos, siete anillos de piedra y de oro, siete hilos de lino… serían necesarios una gran lista de ejemplos. El papiro mágico de Leiden[96] evoca un ritual en el que el Siete está siempre presente. Se eligen siete ladrillos no utilizados antes. Se les manipula sin que toquen la tierra y se les dispone de forma ritual, conservando su estado de pureza en todo momento. Tres sirven de soporte a un recipiente que contiene aceite, y los otros cuatro son rituales alrededor de un médium. Se colocan entonces siete panes puros, siete bloques de sal y un plato nuevo lleno de aceite de los Oasis. Todo debe estar dispuesto alrededor del recipiente que contiene aceite. El mago hace extenderse al médium boca abajo. Pronuncia un encantamiento mientras él mira fijamente el aceite, siete veces. Hasta la hora séptima del día, se le plantean todas las preguntas que se quiera.

El cuerpo de sustitución

El cuerpo de sustitución, designado a menudo con el nombre de «golem», conforme a las prácticas de la Cábala, está muy presente en la práctica mágica del antiguo Egipto. Este cuerpo calificado también de «subsidiario», no está representado solo por las figuritas de encantamiento, sino también por las numerosas estatuas reales o privadas. Tanto los cuerpos de sustitución, que están animados y cargados de vida, como los modelos de madera que representan a servidores, artesanos, soldados, son situados en la tumba para vivir allí eternamente en la plenitud de la juventud y en el ejercicio de su función.

En el caso de las figuritas de cera, se trata de cuerpos de sustitución sobre los cuales se desencadenan las fuerzas agresivas, bajo el control del mago[97]. Los usebtis, cuyo nombre significa «los que responden (a la llamada del muerto para ayudarle)», son, por el contrario, el soporte de las fuerzas constructivas. Son pequeños personajes de madera, de barro o de bronce que sujetan dos azadas. Su cuerpo está cubierto de texto mágico. Llevan un saco que cuelga de su espalda. Sirven de sustitutos mágicos a los justos, yendo a trabajar, a su llamada, en los campos del más allá. La aparición de los usebtis data del Imperio Medio, y no se encuentran la mayor parte de las veces más que uno por tumba. Luego su número crecerá rápidamente. En la Época Baja, hay cajas que contienen a veces más de quinientos usebtis. Estas figuritas son inseparables de un texto, el capítulo seis del Libro de los muertos[98]. Se trata de una fórmula que obliga a un usebti a obedecer. Carga con las tareas más penosas: cultiva los campos, se ocupa de las irrigaciones de los ríos, transporta el limo que servirá de abono. A cualquier pregunta del mago, responde: «Heme aquí». El modelo antiguo del capítulo del Libro de los muertos figura en los «Textos de los sarcófagos»[99], donde se dice que el iniciado ha tomado posesión de su poder frente a los dioses, los espíritus y los muertos. Ocupa sus tronos. Las tareas ingratas no le son encargadas.

Para ser eficaz, la fórmula mágica debe ser pronunciada sobre una imagen del propietario de la figurita, mientras éste se encuentra en el suelo, imagen hecha de madera de tamarindo o de Sísifo (loto) que se situará en la capilla mortuoria.

Cartas a los muertos

Los egipcios consideraban que «vida» y «muerte» no estaban separadas por una barrera infranqueable. El espíritu de los que se llaman «muertos» viaja. Éstos no son inaccesibles a los vivos, y son para con ellos tanto benéficos como maléficos. Se comunica con los seres del más allá de diversas maneras, especialmente escribiéndoles[100].

El objeto que sirve la mayoría de las veces de soporte a las cartas a los muertos es un tazón. Si la inscripción es muy larga, se utiliza el papiro o la tela. En sus orígenes, los tazones eran objetos de culto donde se depositaba pan o grano. Se consideraba que un muerto, convencido de hallarse ante una carta bien argumentada, intervenía en el destino de los vivos de forma positiva o negativa. Quien desafía a un muerto corre el riesgo de ser castigado por el tribunal divino. Quien profana una tumba se encontrará con el cuello partido como el de un pájaro. Quien no entre en una tumba en estado de pureza se verá afligido por diversos males. Todo esto prueba que los muertos están presentes en nuestra vida cotidiana. ¿Por qué no pedirles que resuelvan, o ayuden a resolver problemas tan complicados como «asuntos de herencia»? Así, se implora a una madre difunta que juegue un papel de árbitro entre sus dos hijos.

Entre las cartas a los muertos, una de ellas es particularmente célebre. Se trata de una misiva dirigida por un marido desgraciado a su difunta esposa. El documento estaba atado a una estatuilla de madera recubierta de yeso y coloreada, excelente vehículo mágico para hacer llegar la carta a su destinatario[101].

En vida, marido y mujer formaban una pareja feliz y afortunada, viviendo en Menfis a fines del Imperio Nuevo. La esposa murió a consecuencia de una enfermedad incurable. Su marido pasó ocho meses en una profunda aflicción, sin casi comer ni beber, llorando sin cesar sobre la tumba de aquélla a la que amaba. Durante tres años, su pesar no disminuyó. Se sentía como hechizado. Escribió incluso una carta de protesta a su difunta esposa: «¿Qué mala pasada me has hecho para hacerme llegar a este penoso estado en el que me encuentro? ¿Qué he hecho yo contra ti que justifique que pongas la mano sobre mí sin que yo haya cometido ninguna maldad para contigo?… Pleitearé contra ti con mis palabras ante la Enéada que está en el Occidente, y se juzgará entre tú y esta carta que contiene los datos de este asunto. ¿Pues qué hecho yo para que actúes de este modo?»

La historia no dice lo que siguió a esta queja dirigida a una muerta. Este extraordinario documento permite, sin embargo, constatar que el universo psíquico de los antiguos egipcios estaba abierto a todas las formas de realidad.

La lámpara

El papiro mágico de Leiden[102] confiere a la lámpara un papel mágico particular ya que es uno de los elementos principales en el proceso de adivinación. En una habitación oscura se excava un agujero en el muro este. Se toma una lámpara blanca. Se la llena de aceite virgen proveniente de los oasis. Se recitan plegarias de adoración a Ra, al alba, cuando el sol sale. Se enciende la lámpara en estado de pureza. Interviene un médium con los ojos cerrados. El mago pone un dedo sobre su cabeza. Sobre un brasero arde incienso. El mago pide al médium que abra los ojos y mire la lámpara. Este ve cerca de ella la sombra de una divinidad. Es esta última quien responde al mago sobre las cuestiones que le interesan.

El mago debe manejar una lámpara nueva, con una mecha pura. Inscribe jeroglíficos y símbolos sobre la mecha, coloca la lámpara sobre un ladrillo, delante de él. Pronuncia fórmulas, intentando ver a la divinidad que se manifiesta sobre la lámpara para poder hacerle preguntas. La divinidad se presenta ante él bajo múltiples nombres. Otorga la luz, es amigo de la llama, presencia divina instalada en el fuego. El mago le pide que se presente, incluso de noche, y converse con él sin ningún tipo de falsedad.

Figura 10

Operaciones mágicas para hacer pasar al iniciado del cuerpo muerto al cuerpo de resurrección. La energía mágica está simbolizada por una línea ondulada que termina en una cabeza y brazos humanos. Es este fluido el que despierta los cuerpos tendidos en el interior de óvalos protectores. La magia de resurrección está concebida aquí como una verdadera ciencia de la energía. (Las capillas de Tutankhamon)

Para practicar este tipo de adivinación es preciso untarse los ojos utilizando un ungüento fabricado a partir de las flores de la judía-griega. Después de haberlas recogido, se ponen en un vaso de vidrio que se tapa y se coloca durante veinte días en un lugar sombrío y secreto. Si se abre, se encuentra allí un falo y un par de testículos. Cuarenta días más tarde ese falo se ha convertido en sanguinolento. Es preciso entonces depositarlo en un recipiente de vidrio colocado en una vasija depositada a su vez en un lugar secreto. El mago debe llenar sus ojos con la sangre debidamente obtenida. Cuando pronuncia las fórmulas, se extiende sobre un colchón de rosas, sin haber hecho el amor en los días que preceden. Se dirige a la lámpara, testigo del mundo divino, que ha viajado en el espacio y recibido el mensaje de los dioses.

Estos complejos elementos, que pertenecen a una magia tardía, mezclan mitos primordiales y prácticas de hechicería. Solo magos experimentados eran capaces de extraer los elementos positivos de estos escritos donde se mezclaban lo mejor y lo peor.

* * *

Los instrumentos mágicos del mago egipcio eran diversos y numerosos. No eran nada más que instrumentos. Cuerpos de sustitución, amuletos, nudos mágicos, etc., sirven de soportes al practicante. La fuerza de creación reside en la comunicación que se produce entre su espíritu y el universo, no en simples objetos.

Desde luego, existen objetos llamados «encargados» en los cuales subsiste una huella más o menos viva de las operaciones mágicas para las que han servido. Pero es preciso conocer todavía la fórmula que despierta esta energía oculta. ¿Cómo se conseguiría sin dominar las fuerzas elementales?