Apéndice

Magia egipcia, magia cristiana

Los coptos, cristianos de Egipto, no olvidaron la antigua magia. Retomaron varios aspectos de los rituales y procesos mágicos utilizados en la época faraónica. Cristo, la Virgen, los santos y los ángeles, sucedieron a los dioses y diosas. Una gran parte de la ideología y simbología llamadas «paganas» pasó al cristianismo por la magia. Lo que se llama «superstición» recobra, en realidad, antiguas costumbres. Allí se encuentran, en completo desorden, fórmulas para curar, favorecer un alumbramiento, protegerse de los demonios, etc. El mago copto es un personaje importante y escuchado. El sacerdote y el patriarca ¿no son también un poco magos?

Los papiros mágicos coptos son, en su mayoría, adaptaciones cristianas de antecedentes egipcios. Una gran fórmula de protección era utilizada «contra todo lo que sabemos y lo que no sabemos, y contra todo lo que proviene de los hombres curiosos, astutos y cobardes»: sabiduría eterna que trasciende las formas religiosas en su particularismo y nos despierta, tanto hoy como ayer, a las realidades de lo invisible. En la magia egipcia, el taumaturgo se identifica con Isis. En la magia copta se da un proceso idéntico: el mago se identifica con María y Jesús, «el que manda y el que habla»[350].

Numerosas divinidades sobrevivieron en la cristiandad. La más popular entre ellas era Bes. Se aparecía especialmente a los monjes del convento de Apa Moise, burlándose de ellos con gestos horribles. Sobrevivió todavía en el folklore egipcio contemporáneo, donde se convirtió en un espectro que causa pavor a todos porque transporta las almas de los vivos al más allá. Bes se manifestaba también en un templo al norte del convento del Apa Moise. Salía de allí y golpeaba a los que pasaban, dejándoles tuertos o paralizados. Además, tomaba muchas formas distintas. Apa se llevó a siete hermanos consigo, uno de los cuales es el narrador que cuenta la historia. Entraron en el templo, por la tarde, orando. La tierra se estremecía bajo sus pies. Un gran estrépito se dejó oír. Rayos y truenos. El Apa continuaba impasible: ¡No es otra cosa que hechicerías del demonio! A medianoche, éste último exclamó: «¿No nos dejas aún descansar, Moise? ¡Debes saber que yo no te temo! ¡Tus súplicas no van a hacer que me equivoque! ¡Pierdes en vano tu noche velando. Huye, si no quieres morir y hacer perder la vida a los que te acompañan!» Entonces se oyó un estrépito de multitudes vociferantes, pero los monjes continuaban impasibles. El templo tembló. Cayeron rostro a tierra, pero el Apa les ayudó: «¡No tengáis miedo, sed valientes y percibiréis la gloria de Dios!» El final del relato se ha perdido, pero el resultado era evidentemente favorable a este hombre santo.

Un texto copto relata la captura de monjes que fueron depositados sobre el altar de un templo pagano para ser allí sacrificados. Pero el Apa Besa llamó a la puerta del templo donde se iba a perpetrar este crimen y pronunció una fórmula mágica: «Gran Dios Todopoderoso, que sacaste a Pedro de la prisión desatando sus manos y sus pies, haciendo que la puerta se abriese ante él, que los guardianes no le retuvieran y que los soldados que vigilaban la puerta se durmiesen; que el ángel del Señor le siga y le conduzca por la puerta de hierro que da acceso a la ciudad; ¡haz que este templo se abra por sí mismo!» La puerta del santuario se abrió. Los monjes fueron liberados de sus ataduras. El Apa Besa entró con catorce monjes, Todos juntos rogaron para que el fuego cayera del cielo. De hecho, un muro de llamas rodeó el templo y luego los monjes hicieron alegremente quemar vivo al gran sacerdote del dios pagano. Los infieles se convirtieron o huyeron al desierto.

Estos textos de propaganda pro-cristiana utilizan ampliamente la magia, como se ve, para combatir la antigua religión mágica. Cerca de la ciudad de Akhmim había una isla famosa donde los paganos que cultivaban la vid producían un vino malo, vendido a precios excesivos a los campesinos. Éstos se quejaron al Apa Shenoute. Por la noche, el santo hombre se dirigió a la isla y, con una pequeña rama de palmera que tenía en la mano, golpeó una palmera contra el suelo: ordenó a la isla que retrocediese al medio del río y que se sumergiese, como la Atlántida. Esto fue cumplido: casas, jardines y seres humanos desaparecieron bajo el agua[351]. La leyenda oculta un hecho religioso esencial: la supresión del «terreno primordial» de los antiguos egipcios, simbolizado por esta isla que encarnaba también la religión faraónica y las mil facetas de su magia.