CONCLUSIÓN

Seamos partidarios o adversarios de la francmasonería, o sencillamente nos resulte indiferente, podemos advertir que representa una no desdeñable corriente de ideas. Tras varios siglos durante los que esta Fraternidad provocó pasiones, parece entrar ahora en un período más sereno en el que simbolistas, historiadores y sociólogos la estudian como expresión del deseo de sacralización inherente al hombre. El más seguro medio de traicionar la verdad es hablar de una sola y única francmasonería, de una Orden rigurosa con un ideal bien definido. De hecho, aunque exista una francmasonería primordial, una Orden iniciática fundamental, la situación actual demuestra claramente que estamos ante varias corrientes masónicas.

Naturalmente, no nos corresponde formular un juicio cualquiera. Observamos simplemente que la antigua francmasonería tradicional afirmaba un ideal de perfección basado en el simbolismo y que esta visión del hombre sólo se encuentra de un modo muy fragmentario en la francmasonería moderna. Sin embargo, más allá de los errores humanos, de los intentos de adoctrinamiento, de los más diversos extravíos, quedan los rituales, los símbolos y la dimensión iniciática. A pesar de notables desviaciones, los rituales iniciáticos de la masonería han conservado una fuerza de sacralización que el mundo moderno busca cada vez más.

En el momento en que descubrimos los tesoros espirituales de las tradiciones orientales, tenemos también la posibilidad de estudiar la tradición esotérica de Occidente por medio de los símbolos masónicos que han preservado la herencia de las más antiguas civilizaciones.

¿Por qué, en estas condiciones, no observar a la francmasonería con completa serenidad? Los desgarrones históricos de la francmasonería moderna tienen sólo un interés anecdótico frente a la prodigiosa arquitectura simbólica de la antigua Orden de los Albañiles Libres que ha superado la prueba de los siglos.

Una vez más, conviene olvidar las palabras humanas y escuchar la voz de los símbolos. Sólo ellos guardan su pureza de origen, sólo ellos nos permiten acceder a una vida consciente sin ser esclavos de un prejuicio.

Los antiguos constructores no erigían edificios por su placer sino para celebrar la Obra que, como escribe el maestro Eckhart, no está sometida al tiempo ni al espacio. Siempre que los ritos masónicos sean una de las vías hacia esa obra oculta en el corazón de nuestro espíritu, merecen nuestro respeto y nuestra atención.