64. LA MUJER SABIA Y MAGA

Según nos revelan los archivos de Dayr al-Madina, existía en todas las comunidades grandes o pequeñas una «mujer sabia, conocedora» a la que los vecinos acudían para resolver mil y un problemas. Era vidente y poseía la facultad de poner nombre a un niño, nombre en el cual estaría contenido su destino; era curandera, predecía el futuro, aliviaba los males físicos y psíquicos, sabía encontrar objetos perdidos y distinguía la verdad de la mentira. Como guardiana de las tradiciones, transmitía oralmente los mitos, leyendas y cuentos. A las personas que acudían a esta mujer sabia, ella podía decirles si estaban habitadas por fuerzas positivas o negativas[188] y, en este caso, cómo librarse de ellas.

Estas «sabias» ejercieron una considerable influencia en la vida cotidiana de los antiguos egipcios; la dama Horsedjem, llamada «Osiris, a la que se hacen alabanzas», título poco frecuente, era sin duda una de ellas. La vemos arrodillada ante Thot, que escucha, en forma de ibis, a la que había sido admitida en la morada del dios.[189] Instruida en los secretos del dios del conocimiento, podía afirmar: «Soy la mujer que ilumina las tinieblas».[190]

La magia, como ciencia que daba acceso a las leyes universales, estaba presente en todo el universo egipcio, donde la frontera entre vida y muerte era sólo aparente. Las divinidades han elegido domicilio en la tierra y la mínima actividad humana está impregnada de su potencia, reclamando del campesino, del artesano y de la mujer de su casa que tengan conciencia de lo sagrado. También utilizan algunos «grandes medios de comunicación» cargados de magia, como escarabajos o amuletos.

El conocimiento es también una magia. La expresión «grande, rica en magia» designa a la vez la corona real, la serpiente uraeus erguida sobre la frente del faraón y varias diosas, entre ellas Isis. Cuando salió a los caminos y apareció ante los humanos bajo la apariencia de una mujer, a Isis la acompañaban siete escorpiones que la obedecían puntualmente y la protegían de cualquier agresor. Una vez llegó a un pueblo situado en el límite de las tierras y el linde de las marismas del Delta. Isis formuló el deseo de entrar en la casa de una mujer, que la rechazó cerrándole la puerta. Isis insistió y consiguió que le abrieran, pero uno de sus escorpiones picó al hijo de la dueña de la casa. Isis se apiadó y salvó al desdichado imponiéndole las manos y ordenando al veneno que abandonara el cuerpo del muchacho y se escurriera hasta el suelo.

La maga sabía todo lo que había que saber sobre maleficios y virtudes de los seres peligrosos, como los escorpiones y las serpientes. Sabía cómo provocar la llegada de la cobra Renenutet, con cabeza de mujer, que protegía las cosechas y las hacía abundantes; con el rostro cubierto por una máscara con orejas de león, sostenía una serpiente en cada mano y pronunciaba los conjuros que impedían a la cobra ser dañina.

Identificada con los cuatro vientos, la maga abría las puertas del cielo, llevaba su mirada hasta los límites de la tierra, recorría el camino de la luz y el agua, y vivía en la unidad que existía antes del nacimiento de la multiplicidad.

La dama Nestayerre, que vivió en Tebas durante el Imperio nuevo, temía, como cualquiera, las calamidades que podían abatirse sobre ella, desde un mal constipado hasta el derrumbamiento de una pared. Las desdichas, pequeñas o grandes, eran obra de las divinidades, que las enviaban cuando no se consideraban correctamente honradas. Había una buena manera de ponerse a salvo: llevar encima un papiro cuyo texto afirmaba que preservaba de las catástrofes a su propietario. Los grandes dioses de Tebas prometieron a la dama Nestayerre que protegerían su buena salud y le concederían hermosos sueños.[191] «La mantendré a salvo del cocodrilo, de la serpiente, de los escorpiones, de la enfermedad, de la maledicencia, de la injusticia y de los demonios —afirma el dios Jonsu—. Haré que prosperen sus tierras, su personal, su ganado, sus cabras, todos sus bienes en el país, de manera que ninguna divinidad en el sur o en el norte actúe contra ella. La protegeré en todos sus viajes, ya tome un barco o viaje en carro. Evitaré que padezca migraña, sufrimientos en la lengua o en los ojos. Mantendré la buena salud de su corazón, sus pulmones, su hígado, sus riñones y su vientre». En la conclusión se especifica que los males no mencionados también quedaban conjurados y que los buenos acontecimientos no mencionados se producirían.

Las divinidades concedieron una hermosa carrera de sacerdotisa a la dama Mutuales e intervinieron concediéndole una larga vida, cuyos últimos días pasó en la paz del templo. Un texto, contenido en un pequeño cilindro que ella lleva colgado del cuello, le garantizaba la bienvenida de Amón en el más allá, que le tenía reservada una gran fiesta.