63. LAS RECLUSAS

Las «reclusas» (jeneruf) formaban una categoría de iniciadas que podían residir durante un largo período, o de manera definitiva, en el interior de un templo. La reina de Egipto era la superiora de las reclusas, colocadas bajo la protección del faraón, de Amón, de Min, de Jonsu, de Sobek, de Osiris, de Jnum, de Up-Uaut, de Isis, de Mut, de Bastet, de Neftis y, en resumen, de la mayoría de dioses y diosas.

No se les exigía que fuesen vírgenes ni célibes, pero debían practicar varias purificaciones antes de entrar en el templo y participar en los ritos. Las iniciadas debían bañarse en un estanque y luego se las depilaba y fumigaba con incienso.

Las ropas y adornos característicos de las reclusas, que tenían como función atraer a la tierra la energía divina y concentrarla en el santuario, eran un vestido ceñido, largo hasta los tobillos, un paño corto o semilargo, que a veces sujetaban con dos largas bandas cruzadas sobre el pecho y a la espalda, un cinturón con dos largas bandas en la parte delantera, joyas y brazaletes en las muñecas y tobillos.

Además de las actividades musicales, las reclusas velaban los objetos sagrados y pronunciaban las palabras de poder contenidas en los himnos con que apaciguaban a las fuerzas cósmicas, cuya intensidad podía llegar a ser devastadora.

A esta categoría de iniciadas, acostumbradas a vivir los misterios del templo, se les confiaba la tarea de encarnar a las diosas durante la representación secreta de los mitos. Las plañideras, a las que ya nos hemos referido, estaban relacionadas con una comunidad de reclusas, «las de la morada de la acacia».[184] Actuaban bajo la dirección de una «superiora de la morada de la acacia», capaz de utilizar la formidable potencia de la leona Sejmet y permitir a sus hermanas que derrotaran a la muerte.

La reina Tiaa, esposa del faraón Amenhotep II, fue «directora de los carniceros de la casa de la acacia»;[185] al lado del santuario donde oficiaban estas iniciadas se hallaba, en efecto, el sector económico encargado de asegurar su bienestar material.

Un bajorrelieve de la mastaba de Mereruka muestra a tres reclusas de la morada de la acacia vestidas con una pieza similar a un taparrabos corto, los brazos en alto formando un arco por encima de sus cabezas, bailando un ritmo lento. Las acompañan dos hermanas. Lo esencial de su canto ritual reside en estas palabras: «Que su cuerpo permanezca intacto» o, dicho de otro modo, que Osiris quede a salvo de la muerte. Las reclusas de la morada de la acacia participaban en los misterios de la resurrección de Osiris y se hallaban bajo la protección de Hator, «dama de la acacia».

TUY Y HUY

A la dama Tuy, que vivió durante el reinado de Amenhotep III, se la conoce gracias a una estatuilla de madera de una altura de 33,4 cm.[186] Es una mujer mayor, de rostro severo y porte austero, que sostiene un collar de resurrección, el menat, en la mano izquierda. Fue ama de casa, «gran cantora» y «gran reclusa de Min», títulos indicativos de una posición elevada en la jerarquía sagrada.

Al igual que la ilustre Tuya, gran esposa real de Seti I y madre de Ramsés II, la dama Huy había sido «superiora de las reclusas de Amón» en la época de Tutmosis III. Una estatua[187] la representa sentada en el trono y especifica sus otros títulos: «superiora de las reclusas en la morada de Ra, adoradora del dios, adoradora en el templo de Atum». Un personaje de primer rango, por lo tanto, a la que vemos con una niña desnuda en brazos, su hija, la gran esposa real.

Según las inscripciones, al ka de Huy se le hacían ofrendas de pan, cerveza, carne, aves, vino y leche durante las fiestas del cielo y de la tierra. El dios Amón y la diosa Mut intervinieron para que conociese la alegría y todos los días se desplazara libremente por el templo, tuviese acceso a todos los lugares secretos y disfrutase de buena salud.