¿Cuál era el lugar de la mujer en las labores del campo en una civilización agrícola como la egipcia?
En ocasiones, un lugar preeminente, como el de la dama Ashait,[149] «la poseedora de la abundancia», sacerdotisa de Hator y «único adorno real». Disfrutaba de riquezas y consideración, asistía al desfile del ganado sentada sobre una silla con patas de león sin dejar de aspirar el aroma de una flor de loto. Ashait alarga la mano derecha ante sí en un gesto de dominio de la escena y de la situación; dada su condición de señora de dominio agrícola, está dibujada a un tamaño mayor que el resto de personajes representados en su compañía en las paredes de su tumba. Todo el mundo le debía obediencia; por su parte, ella debía proporcionarles bienestar.
Una sirvienta, situada a su espalda, refresca el ambiente con un abanico en forma de ala de pájaro; un servidor le ofrece un pato agarrándolo por el cuello y las alas, al tiempo que pronuncia la fórmula ritual: «Para tu ka». Por supuesto, todo un equipo de escrupulosos escribas tomaban nota detallada del número de cabezas de ganado y de la cantidad de grano depositada en los silos.
Una mujer podía poseer, dirigir y administrar una propiedad agrícola, pero se veía dispensada de realizar las tareas penosas que exigían una gran fuerza física.
Limpiar y cribar el grano eran, en cambio, tareas destinadas a las mujeres, que usaban para ello harneros, una especie de palas ovales. Ligeramente inclinadas hacia adelante, a las cribadoras se las ve levantando su instrumento de manera que los granos caigan bastante lejos de donde ellas se encuentran. Cuando se forma un montón intervienen las cernedoras, encargadas de eliminar las impurezas. Las barrenderas limpian el área y quitan de en medio la paja. Es necesario repetir varias veces la operación de criba para completar el trabajo. Aunque existían una especie de corporaciones más o menos formales de cribadoras, tamizadoras y barrenderas, este tipo de trabajo no les estaba estrictamente reservado y también los hombres podían realizarlo.
Las mujeres participaban de manera modesta, aunque activa, en la vendimia; así, las vemos recoger la uva, solas o ayudadas por campesinos;[150] y sabemos, gracias a las escenas de los banquetes, que las damas apreciaban el buen vino.
Existía una función, llamada «guardia del jardín», que era una tarea de vigilancia más que una actividad sobre el terreno; la labor de jardinero se consideraba, efectivamente, una tarea penosa, sobre todo debido a la necesidad de regar continua y repetidamente. Los jardineros se quejaban de tener el cuello roto de tanto transportar palancas de cuyo extremo colgaban pesadas jarras de agua.
Una mujer, representada en la mastaba de Ipi-anj, en Saqqara,[151] se ha hecho célebre pese a no ser más que una sencilla campesina, una espigadora que seguía a los segadores manejando la hoz. Mayor, encorvada y doblada sobre sí misma, la vemos sosteniendo con la mano izquierda un serón de asas en el cual va depositando las espigas que le corresponde recoger. Pero la espigadora es una mujer de carácter y así lo da a entender; ante una reprimenda, cuyo contenido ignoramos, protesta con vehemencia: «¿Acaso soy una mujer perezosa? Pues cada día soy la primera en llegar al trabajo». A buen entendedor, salud, con los parabienes de una espigadora que nada tenía que reprocharse.
Una información en apariencia inquietante era la que aseguraba que en el más allá proseguían las labores agrícolas. Así lo atestiguan los uchebtis, los «fiadores», unas figurillas mágicas que trabajaban en sustitución de los que conocían las fórmulas capaces de animarlas. En algunos casos, los resucitados seguían manejando el arado, cavando la tierra y segando; pero se los ve sonrientes y serenos, vestidos con blancas e inmaculadas ropas, pues se han disipado todas las penas y fatigas para dejar paso a la belleza del acto cumplido.
Así, en la pequeña pero espléndida tumba de Sennedjem, en Dayr al-Madina, vemos al marido que siega el trigo mientras su esposa recoge las espigas y las coloca en un cesto, Ii-nefer, «llega la hermosa», es una espigadora feliz; para ella, los campos de la eternidad saben a paraíso.