22. EL VALLE DE LAS REINAS

UNA NECRÓPOLIS OLVIDADA

Si el Valle de los Reyes goza de un merecido renombre, el Valle de las Reinas, por el contrario, atrae a un menor número de visitantes. Situado a 1.500 km al sudoeste del Valle de los Reyes, en el pequeño valle más meridional de la montaña de Tebas-oeste, este «valle» constituye también una zona desértica a la que los árabes dieron el nombre de Biban al-Harim, «las puertas de las mujeres».[68]

Champollion visitó algunas tumbas, pero hubo que esperar a 1903 para que la primera excavación de conjunto, dirigida por el italiano Ernesto Schiaparelli, registrase la existencia de 79 tumbas. Un conjunto impresionante pero, desgraciadamente, muy deteriorado. Los pillajes habían empezado a finales de la época ramésida, cuando las bandas de ladrones lograron introducirse en algunas tumbas; durante la XXI dinastía, y hasta la época saíta, las sepulturas de las reinas fueron reutilizadas y, en la época romana, allí se acumularon muchas momias, a menudo mal preparadas.

Cuando los cristianos se instalaron en las tumbas destruyeron las figuras de las reinas y de las princesas por considerarlas temibles tentadoras, o las cubrieron con una capa de pintura para no verlas. En cuanto a los ocupantes árabes, éstos quemaron las momias, el mobiliario fúnebre y la decoración de las paredes, lo que explica el color negro de algunas paredes.

Desde hace unos años se han reanudado las excavaciones con la intención de rescatar todo lo que se pueda. Del conjunto ha sobrevivido una obra maestra: la tumba de Nefertari, la gran esposa real de Ramsés II, recientemente restaurada.

SAT-RA INAUGURA EL VALLE DE LAS REINAS

Durante la XVIII dinastía, príncipes, princesas y sus instructores eran enterrados en un sitio que no era todavía el Valle de las Reinas; tradicionalmente se enterraba allí, en simples pozos funerarios, a los personajes de la corte.

Al inicio de la era ramésida tuvo lugar una innovación fundamental: la reina Sat-Ra, «la hija de la luz divina», gran esposa real de Ramsés I, madre de Seti I y abuela de Ramsés II, decidió que se cavase su morada para la eternidad en aquel lugar, al que se dio el nombre de «lugar de la regeneración espiritual».[69]

La tumba de Sat-Ra es pequeña, pero sus paredes están cubiertas de una decoración simbólica que la convierte en un equivalente de una morada para la eternidad del Valle de los Reyes. Las figuras de los genios y las divinidades están dibujadas con trazo elegante y aunque la pintura sólo es un esbozo, la intención resulta clara: la reina se encuentra con las criaturas del más allá, cuyos nombres debe conocer a fin de dominarlas. Sigue un auténtico camino iniciático que la conduce a una perpetua resurrección. Gracias a los textos del Libro para salir a la luz, que componen su viático, la reina conseguirá vencer a la muerte.

REINAS Y PRÍNCIPES

En este valle se cavaron las tumbas de las reinas de la XIX y XX dinastías; el lugar, desafortunadamente, tenía un defecto: era roca desmenuzable, una piedra calcárea escasamente apropiada para el arte del relieve. Los artesanos pudieron, con todo, soslayar la dificultad cubriendo las paredes de una capa de arcilla, pero la decoración continuó siendo frágil. Pese a los daños irremediables infligidos a la mayoría de las tumbas, algunas, como la de la reina Titi, todavía conservan hermosas escenas: la vemos reuniéndose con Hator, la divina protectora del valle, que le ofrece el agua de la regeneración. En 1984 se dio fin al desescombro de la tumba, ya visitada por Champollion, de Henut-Tauy, «hija» de Nefertari; se ve a la princesa venerando a la divinidad del silencio, la del amor y del océano primordial, de donde procede la energía de la creación. En la capilla de la princesa Henut-Tauy, la «soberana de las Dos Tierras», hay un relieve que llama nuestra atención. Nos muestra a la joven, tocada con una corona formada por un sol entre dos grandes plumas, realizando el gesto de extender los brazos por encima de un altar cargado de ofrendas. El cetro que sostiene en su mano le permite consagrar las ofrendas, purificarlas y hacer real su esencia inmaterial, que se elevará hacia los dioses y satisfará a los señores de la tierra del silencio, es decir, de la necrópolis. Este acto ritual solía ejecutarlo el faraón.

Durante el reinado de Ramsés III se recuperó la tradición de la XVIII dinastía; cinco príncipes, uno de los cuales era sacerdote de Ptah, recibieron la eterna hospitalidad del valle. Reunidos en el norte de aquel paraje, sus tumbas todavía conservan colores muy vivos y se hallan en un magnífico estado de conservación. No nos esforcemos en buscar información de carácter histórico en el soberbio decorado pintado: los príncipes, adolescentes ya para siempre, cruzan las puertas del más allá guardadas por peligrosos demonios, escuchan las voces de las divinidades y entran en el paraíso.

El Valle de las Reinas aún no ha entregado todos sus secretos. El estudio de la documentación prueba que todavía quedan algunas tumbas por descubrir; sabemos que fueron cavadas en ese lugar, por ejemplo, la de Iset-Nofret, esposa de Ramsés II, o las seis sepulturas construidas allí por orden de Ramsés VI. Y podemos suponer que las momias de algunas reinas yacen ocultas en algún lugar, donde fueron puestas a salvo después de los pillajes de la era ramésida.

Los tesoros del Valle de las Reinas… Sí, todavía es posible soñar.