El reunificador llegado del Gran Sur
La era ramésida se termina hacia 1070 a. C., en sombrías condiciones. Se abre un Tercer Período Intermedio, que presenciará cómo se destrozan entre sí las Dos Tierras.
En el norte, los monarcas no reinan más que sobre ciertas provincias; en el sur, reyes sacerdotes conservan Tebas como capital y, a partir del año 1000 a. C., una dinastía de sacerdotisas, las Divinas Adoratrices, tratan de preservar las tradiciones. Esta institución deriva de otra, la de la «esposa del dios», desarrollada, como vimos, por Ahmose-Nefertari. Maat-ka-Ra,[138] retomando uno de los nombres de Hatshepsut, se convirtió en la primera Divina Adoratriz de Tebas.
Cambio importante con respecto a las esposas del dios: el nombre de las soberanas de Tebas está inscrito en un cartucho, como el de los reyes. Las Divinas Adora trices gobiernan material y espiritualmente la rica provincia tebana, cuyo centro es Karnak, el templo de Amón. No había conflictos con los monarcas del norte, ni siquiera cuando los libios suben al trono y se adecúan a los usos y costumbres faraónicos.
Hacia el 730 a. C. la situación evoluciona. Un príncipe del Delta, Tefnajt, se pone a la cabeza de una coalición decidida a apoderarse del sur, donde se encuentran las tropas que obedecen al rey «etíope», es decir, nubio, Pianji. Tomando como modelos a dos ilustres faraones, Tutmosis III y Ramsés II, Pianji, «el Viviente», gobierna un país independiente y próspero, el reino de Kush, próximo a la cuarta catarata del Nilo. Venera a Amón en su templo del Dyebel Barkal, y en este lugar se halló una estela que narra su fabulosa epopeya.[139]
«Pianji, como los reyes etíopes que vendrán después de él —escribe N. Grimal—, se presenta como egipcio, y no como kushita; podemos decir, incluso, que se presenta como más egipcio que los egipcios». La incursión de Tefnajt disgustó al faraón negro que se consideraba «pacificador de las Dos Tierras». ¡Así, pues, ordenó a su ejército que detuviese la marcha hacia el sur de los coaligados que amenazaban Tebas, el santuario principal de Amón!
Los soldados de Pianji contuvieron el avance del enemigo, pero no consiguieron romperle el espinazo. Muy descontento, el rey se sintió investido por una misión divina y, en el año XXI de su reinado, abandonó su capital, Napata, para ir a Egipto y tomar los asuntos en sus manos. Él, «símbolo viviente de Atum», el Creador, no podía dejar que profanadores mancillasen al país amado de los dioses.
Pianji llegó fácilmente a Tebas, afortunadamente intacta. Como hizo en cada etapa de su viaje de reconquista, restableció las fiestas y los rituales, y se aseguró de que sacerdotes y sacerdotisas ejerciesen correctamente sus funciones. De este modo reafirmaba la presencia de Maat, poniendo orden en lugar del desorden y armonía en lugar del caos.
En Tebas celebró la antigua fiesta de la diosa Opet y luego se dirigió a Hermópolis, la ciudad de Tot, retenida por un coaligado, el príncipe Nemrod. Pianji sermoneó a sus oficiales, demasiado flojos; movido por la potencia celeste, se apoderó de la ciudad. Tras haber hecho ofrendas en el templo, visitó las caballerizas y se inquietó por el estado de los caballos. Nacido del huevo divino, actuaba gracias al ka del dios que le dictaba su conducta.
Desde este momento, Pianji continuará rechazando a los coaligados hacia el norte. ¿Sus enemigos? Muertos vivientes. Un poco de sabiduría debería conducirlos a rendirse para no cerrar para siempre las puertas de su existencia. ¿Por qué no admitían que él venía como faraón, formado a imagen de Dios?
En las ciudades a las que asalta les hace un discurso simple: «Abrid y viviréis; cerrad, y moriréis». El unificador de las Dos Tierras no desea pasar delante de una ciudad cerrada que rechaza su autoridad.
El momento crucial de la reconquista es el asedio de Menfis. La capital económica, fortificada, podría resistir y provocar el desánimo del ejército del faraón negro. Pero nada podría romper el impulso de Pianji. Éste se apodera del puerto, y la ciudad cae en sus manos. Purificado y reconocido como único soberano, rinde homenaje a Ptah, el dios de los constructores, y se instala en el palacio real, al que llegan numerosos coaligados para someterse.
Pianji contribuye a la preocupación por el cumplimiento de los ritos tradicionales que lo conectan con las divinidades y los antepasados. Ra, luz divina, lava y purifica el rostro del monarca en el río del Nun, otorgándole así la energía primordial. Pianji descubre la colina de arena de Heliópolis, primer punto emergente que apareció en el origen del mundo, y ofrece a Ra bueyes, leche, mirra e incienso. Y contempla la luz divina en el templo del benben, la piedra fundamental simbolizada por un obelisco. Allí, Pianji celebra el culto divino abriendo las puertas de la naos, destapando la estatua, descubriendo a las barcas de la mañana y de la tarde, y luego sellando de nuevo las puertas del santuario con el fin de preservar el misterio.
Celebrando estos ritos fundamentales, el faraón negro sigue el camino de sus predecesores. Le es necesario, pues, reformar la unidad de las Dos Tierras, por lo que se dirige a Atribis, en el Delta, donde recibe el homenaje de varios coaligados que le ofrecen caballos, oro, collares, piedras preciosas y amuletos. Pianji entregará todas estas riquezas a los templos.
Esta vez Tefnajt comprende que ha perdido la guerra. Así, pues, envía un embajador a Pianji, para suplicarle que le permita conservar la vida. En su sabiduría, el faraón acepta, a condición de que el vencido venga al templo, sea purificado y preste juramento de que no va a volver a rebelarse.
Egipto es reunificado y pacificado, Pianji es el único faraón. Debería establecerse en una ciudad del Delta, o bien en Menfis o en Tebas. Pero opta por otra solución, totalmente sorprendente: vuelve a Napata, ¡muy lejos de Egipto!
En Tebas, la Divina Adoratriz adopta como hija espiritual, destinada a ser su sucesora, a Amenirdis,[140] hija de Pianji. Convencido de que la tradición será salvaguardada, el faraón negro, «amado de Amón», vuelve a su reino sudanés, tras haber restablecido el orden en Egipto. Un orden basado no únicamente en el poder militar, sino, sobre todo, en el respeto y la práctica de los rituales tradicionales, única manera, según él, de preservar la armonía de las Dos Tierras.
De vuelta a Kush, Pianji embelleció el templo de Amón y los demás santuarios, y preparó su morada de eternidad en El-Kurru, en forma de pirámide. Aunque conquistador, no había tratado de extraer un beneficio político y temporal de su victoria. Apartado de su propio éxito, que había sido espectacular, le bastó el haber sacado a la luz los valores antiguos, fundamento de la civilización faraónica.
Bibliografía
GOEDICKE, H., Pi (ankh) in Egypt. A Study of the Stela, Baltimore, 1998.
GRIMAL, N., La stéle triomphale de Pi(ankh)y au musée du Caire JE 48862 et 47086-47089, El Cairo, 1981.
LECLANT, J., «Pi(anch)i, Peye», Lexikon der Ägyptologie IV/7,1982, pp. 1045-1052 y VII/1, 1989, p. 69.